martes, 31 de diciembre de 2013

Echo en falta.







Echo en falta una canción que me consuele, un acorde que emane agua bendita de mi guitarra, una voz que me salga de la garganta, un pulso que encienda mis arterías; echo en falta una conversación inteligente, una buena compañía, un trago con un amigo al que contarle las inclemencias personales sin que se lo tome a la torera; echo en falta algo de civismo, de comprensión, de mínimo sentido de la pluralidad, de código deontológico aplicado, de libertad sin excusas que valgan, de respeto, de inocencia, echo en falta algo de la infancia que no encuentro en este saco roto de la avaricia y el despropósito. Echo en falta un soneto y una rima, un diptongo prolongado en el encabalgamiento de la sonrisas de las eses, un punto y seguido para los buenos acontecimientos, una posibilidad, un callejón con salida, un comentario sin exceso de saliva, una sin rutina diaria, una nube colgada del mango del paraguas; echo en falta una coartada sin maldad, una mayoría de edad sin el muro de las interrogaciones capciosas; echo en falta un ruido piadoso, un acento en las esdrújulas del amor, una ilusión, una buena sombra, un rayo de luz, un sol por la ventana; echo en falta un poema, una parrafada de sabores, un vendaval de aromas embriagadores, una luna llena, una gato con gata, una tarjeta blanca, un dios para los ateos, una capilla en la que poder cagarse en los muertos de los capataces de las minas del Rey Salomón; echo en falta un empujón, algo parecido a un corazón, un verso; echo en falta tantas cosas que solo de pensarlo crecen mis esperanzas de encontrar alguna de ellas.