Una de las zonas que más frecuento de Sevilla es la que se encuentra entre la calle San Fernando y la Puerta de Jerez. Allí, junto al ambiente propio de los universitarios tomando café y cervezas en las terrazas cercanas al hotel Alfonso XIII, puede uno encontrarse con el turisteo curioso y obsesionado por la fotografía, con los carros de caballos, con el famoso quiosco de prensa que se hundió durante las obras del metro, con alguna manifestación, con el quejido y el silbido del tranvía, con una agradable escultura acompañada de una fuente dedicada a los poetas de la generación del 27, con una parcial panorámica de la Torre del Oro, con la Sevilla más cosmopolita y con el restaurante El Sirio, entre otras cosas. Hace unos seis años pisé por primera vez un local de comida Halal llamado Restaurante Venecia; su dueño se afanaba cortando carne, haciendo pizzas, envolviendo panes de pita, dándole forma a los faláfel, esparciendo salsa de yogurt sobre los kebabs aún abiertos, cortando col lombarda y tomate en rodajas, y atendiendo a una incipiente clientela en un espacio de a penas veinte metros cuadrados. Tres años después esta casa de comidas, regentada por el mismo dueño, ya se llamaba Restaurante Halal; parecía como si una decisión provocada por la valentía de querer llamar a las cosas por su nombre hubiera sido la detonante de que este hombre pusiera esa palabra en el rótulo de la fachada: algo era algo después de tantos meses batiéndose el cobre. Pero hoy en día esas ganas de identificación, de querer decir esta boca es mía, de dar a conocerse de una manera más auténtica y menos cargada de ridículas estrategias de marketing, ha hecho que este sitio literalmente se llame Restaurante El Sirio, así, ni más ni menos. A este hombre le ha costado seis años de denodado esfuerzo hacerse un hueco entre la competencia sevillana. A lo largo de este tiempo le han colocado a los lados franquicias de esas que venden bocadillos a precio de saldo, hamburgueserías con nombre de rancho tejano y restaurantes de comida rápida atendidos por chicos y chicas con gorra de béisbol, pero el Sirio siempre ha estado ahí, a lo suyo, con sus melodías con un trasfondo como de cítara, con su televisión siempre emitiendo programas de su país, y con los pajarillos que frecuentemente entran a picotear las migas que van quedando debajo de los taburetes; ahí está El Sirio, con su ventilador a toda velocidad que a veces da la sensación de que se va a llevar volando todas las cosas, con su esfuerzo por hablar cada día más correctamente el español, utilizando expresiones de uso poco frecuente entre la mayoría de lengua castellana, y no dejando de sonreír. Qué envidia sana da ver el espíritu de superación de algunas personas, la verdad.
domingo, 3 de agosto de 2014
El Sirio
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¿El espíritu de superación nace con uno o se fomenta?¿Crece con la persona?Lo cierto es que ves a personas que con poco hacen un mundo y que otras con mucho no llegan a nada.
ResponderEliminarUn abrazo superado!!
Ese espíritu es el que se encarga de salvarnos, al fin y al cabo.
EliminarMil abrazos.
¡Hola, Juan Carlos! He estado disfrutando de tus escritos. Nos seguimos leyendo :)
ResponderEliminarEstás en tu casa, sírvete tú misma...y sigue diciendo lo que nunca dijiste.
EliminarUn abrazo.
Cada cual se gana la vida como puede.
ResponderEliminarSalu2, Clochard.
Y cómo lo hacen algunos es admirable.
EliminarSalud, Dyhego