Hace casi un año, o un año, que escribí aquello de nulle die sine linea. Con qué, con cuanta alegría, se propone uno hacer muchas cosas, esas cosas que nos van alegrando la vida; porque la vida se alegra con cosas mínimas, sencillas, indiscutibles, propias, singulares, silenciosas, sometidas al método del templado hedonismo que seamos capaces de ejercer. Durante los pasados doce meses hubo de todo un poco de lo que pueda ser cogido, de lo que uno pudo coger y no siempre escoger, de la huerta de los días, como en el gazpacho. Ni mejor ni peor que el anterior sino otro, diferente, quiero decir, con sus más y sus menos, con sus salidas de tono y sus fracasos, con sus triunfos y sus epopeyas, con la odisea del verano sevillano y las pamplinas de los clientes más insatisfechos, menos humanos. No quiero cansar a nadie ni cansarme a mi mismo, no quiero aburrir ni lo intento, solo, eso si, quitarme el gusanillo en este cambio de turno, en este hueco que me he encontrado en medio de la tarde, en esta tregua temporal con la que deslizo los dedos sobre el teclado, en esta primavera de hora y media para el alma. El tiempo, siempre el tiempo, siempre hablamos del tiempo o nos acordamos del que nos falta. El tiempo siempre en mitad del camino, midiendo la vida, dejándola florecer para luego agotarla, sepultarla, hundirla, llevársela. Es una obsesión lo del tiempo; es una invención, un invento al fin y al cabo, que lo cambió todo, que puso las cosas en su sitio para que alguien saliera ganando, es indiscutible. El tiempo y sus asuntos, algunos pendientes. El tiempo y sus arrugas en la frente y sus primeras canas en el espejo del lavabo. El tiempo y sus caries y sus billetes picados, su oxido y su frasco de vitaminas. El tiempo y sus lluvias, sus borrascas y nevadas, sus pronósticos meteorológicos, sus hombres y mujeres del tiempo, sus mapas, sus crucigramas, sus relojes de cuerda y de arena y de sol; el tiempo y sus agujas, su goteo y sus pasos, sus gráficos y paneles, sus coordenadas, sus códigos que nos atrapan y nos engullen y nos absorben como si nos estuvieran introduciendo en un embudo en el que no tener tiempo para acordarnos del tiempo.
viernes, 2 de enero de 2015
Cambio de turno
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Hoy he leído una frase de un anónimo:"Que bueno aprender,ver y experimentar cosas nuevas cada día,que aburrido será ser Dios que lo sabe todo"Cambios,que sean para bien.
ResponderEliminarUn abrazo o mil...!!
Qué bueno pensar así, y que eso se haga realidad sin molestar ni perjudicar a nadie.
EliminarMil abrazos.
Lo que más nos satisface es precisamente lo que apuntas,hacer pequeñas cosas porque sí, porque quiero, porque me gusta. ¡Ojalá podamos hacer muchas pequeñas cosas, Clochard!
ResponderEliminarSalu2 grandes.
En eso se basa parte, o toda, de la felicidad que tanto empeño ponemos en encontrar; en esas pequeñas cosas, pienso yo.
EliminarSalud, Dyhego.
Este lo leí dos veces. Me gustó mucho :)
ResponderEliminarA fin de cuentas el tiempo es una ilusión, un invento. Siempre estamos aquí y ahora.
Si, por eso el presente es el lugar en el que pienso pasarme el resto de mi vida. Me gustó que te gustara.
EliminarAbrazos.