A los alumnos de la E.H.S, en los que me miro a diario.
Existe en esta profesión algo más importante que lo meramente
profesional, algo que trasciende a la dinámica y al método, a la estrategia y
al rigor, a la disciplina y a la consecución de los resultados, al protagonismo
del sueldo que recibimos, algo con lo que se sacude el polvo de los rincones
del alma de quienes hemos nacido para reyes trabajando por dinero, algo parecido
a un código de barras con el que se vive al mismo tiempo que uno siente que la
sangre le corre por las venas, algo con lo que adquirir conciencia de la
fortuna que supone irnos a descansar convencidos de que hemos hecho lo posible
por que continúe la tierra girando sobre su imaginario eje, sosteniéndolo con
la fuerza y el impulso de nuestra vital creatividad; eso a lo que me refiero,
queridos compañeros, es la vocación. La vocación, estimados colegas de recién
estrenada graduación, es algo parecido a una canción de primavera, es el
descubrimiento de la certeza de tener los pies en el suelo, es ese gran
privilegio que consiste en saber a dónde tiene que ir uno cada mañana, es una
lista de espera de todo lo que hay que ir aprendiendo y en la que conviene
saber aguardar en esta convulsa etapa de la historia tan dada a las prisas y a
un absurdo querer llegar lejos sin saber a dónde vamos; la vocación es una
sensación de plenitud en la que una vez instalados nos pertenecemos a nosotros
mismos queriéndonos compartir con los demás repartiendo el confort que emana de
nuestro saber hacer, dejando así el rastro de nuestra participación formando un
clima favorable para la convivencia; y todo eso llevado a cabo por los caminos
de la gratitud hacia la existencia que nos ha tocado, a pesar del cúmulo de
callos que acabemos teniendo en los pies, al margen de los tatuajes en forma de
quemadura que acabemos teniendo en las manos, es el alimento, el germen, la
consigna, la aportación, la semilla tras la que deviene el fruto de la
realización personal con la que humildemente poder decir que nos sentimos
contentos con la vida que tenemos y que llevamos. La vocación es el inicio del
descubrimiento del ojalá llegar a ser lo que somos a partir del cual el campo
se abona a favor de la continuidad y del desarrollo de cuanto nos traigamos
entre manos, es como ese bloque de mármol en el que Rafael aseguraba que se
encontraba ya la figura que había soñado, es percibir que con un poco de empeño
nunca caeremos en el agujero negro del aburrimiento ni en el tedio de las
odiosas comparaciones, ni en el infierno
que suponen las malas influencias que lo único que hacen es separarnos de lo
que siempre habíamos deseado. La vocación es un tren de cercanías que nos
permite rodar por los raíles del día a día con la tranquilidad necesaria para
estar seguros de que enderezaremos los entuertos que el presente se vaya
encargando de ponernos en el camino, deslizándonos sobre las ensoñaciones del
porvenir a base de seguirle los pasos a esa infinita línea de puntos
suspensivos en la que consiste nuestro crecimiento como personas,
convenciéndonos de que hay que seguir dándole de comer al razonamiento para
mantenernos firmes en nuestra convicción de que es así y no de otra manera como
poder serle fieles al sentimiento que, por hache o por bé, nos ha llevado a
ejercer el papel de servidores. No hay nada que me reporte mayor orgullo y
satisfacción que ver cómo los gestos de la dedicación de este oficio van
instalándose en los jóvenes con los que comparto el escenario del Teatro de los
Sueños de la calle Zaragoza. A veces pienso que son tantas las circunstancias
de la vida que pueden deteriorar el fluir de lo que han elegido, que cruzo los
dedos y rezo para que nunca llegue el día en el que se les pase por la cabeza
tirar la toalla. Queridos alumnos, nunca dejéis que os impidan galopar ni los
ladridos de los perros ni la quijada de Caín, no os permitáis coquetear con las
gaviotas del destierro del afán que os pertenece, porque en él se encuentra la
libertad de vuestra sonrisa y la felicidad que vuestro futuro se merece.
Sevilla, 2 de Junio de 2017.
No todos habrán nacido para la interpretación pero,seguro que harán un buen papel...Y si vienen para Cantabria,aquí les cuidaremos bien.
ResponderEliminarUn abrazo fin de curso!!
De eso estoy seguro, estando tú allí. Gracias.
EliminarMil abrazos.
Buen canto a la vocación, Clochard.
ResponderEliminarSe nota que la tienes y que disfrutas mucho con lo que haces.
Salu2.
Tengo la gran suerte de estar rodeado de gente joven.
EliminarSalud, Dyhego.