domingo, 28 de enero de 2018

Diario de Enero XLXVII


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Se echa la tarde encima y empieza a percibirse en La Ciudad esa tendencia a la oscuridad que tan livianamente acontece, como por el arte de la magia del destino poético, paso a paso entre los intersticios de la contemplación, verso a verso junto a la sacudida de orgasmos que sus colores mezcla sobre el lienzo en blanco del cielo, destello a destello en la inabarcable paleta de insinuaciones cromáticas del cosmos imaginado a partir de lo que la Naturaleza nos confiere, palmo a palmo en cada una de las poses de las sombras; múltiples matices que la luz nos proporciona, diafragmas y puntos de fuga, apéndices y señuelos, rascacielos, imágenes, propuestas, puntos a partir de los que por qué no. Escucho un solo de guitarra en un directo de The cramberries en París y noto que ahí hay mucho de Sultans of swing. En el cuadro de luces del Arte se conectan los cables de cada estilo formando el mapa de las influencias. Si fuésemos capaces de darnos a cada uno lo nuestro no caeríamos en la ambivalencia cognitiva del a salto de mata ni del cuento chino del tres al cuarto. Ha entrado al Coltrane esta tarde un grupo de gente que más bien parecía una manada; como el Caballo de Atila. La Lentitud, la quietud, el silencio, la afasia, la nota cero, lo inexistente, la huella, el aroma, el perfil, La impaciencia del corazón de Stefan Zweig. Cada vez me hago los cigarrillos más cortos; la Pipa de la Paz acompaña al sentimiento de cercanía de la inconclusa soledad. Las tardes de domingo tienen algo de presentimiento, de fuga de Bach.

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