Cuando llega esta época del año, en la que de un día para otro el frío aparece como por sorpresa después de un verano que parecía interminable, Sevilla empieza a lucir otro tipo, a ponerse otro traje, a ser coqueta de otra manera. Sevilla es una ciudad que sabe como mostrarse guapa en cada momento: le caen bien todas las estaciones. Muchas veces se habla de la luz del sur como ejemplo de manifiesta belleza y sensación de libertad, pero es que en Sevilla esa luz hace que de una manera especial resplandezcan todos sus rincones. De la misma forma que en primavera cualquier objeto de la calle, un semáforo o el parachoques de un coche, adquiere una tonalidad particular que agrada la visión, las gradaciones propias del otoño, esos naranjas y amarillos difuminados en ocres, púrpuras y marrones, dan la sensación de que esas tardes que cada día son más cortas no quieren dejar de serlo. La vida fluye entre las hojas caídas pero no derrotadas, porque el aliento que la misma ciudad desprende hace que se reavive la alegría aún estando a las puertas del invierno. La música clásica de la brisa no hiere el sentimiento sino que lo acompaña hacia el paulatino cambio de indumentaria. Ahora, en estas mañanas cuya claridad aún no es patente cuando los relojes marcan las siete y media, el rocío se mezcla con un frescor intenso que parece que no va a irse nunca, que debido a la humedad amenaza con instalarse en los huesos, y en cambio al cabo de unas horas puede uno disfrutar de la momentánea cualidad de la templanza del sol a medida que transita por las trufadas aceras de luz y de sombra. Da gusto poder vivir aquí para contarlo, para pasear hasta el hartazgo por las avenidas peatonales del centro siendo testigo de la aparición de las primeras bufandas y de las primeras prendas que insinúan cuidados contra el resfriado; da gusto perderse por las calles del casco antiguo en busca de uno de esos desconocidos tesoros, como quien siempre encuentra algo nuevo cada vez que vuelve a leer el mismo poema.
miércoles, 5 de noviembre de 2014
Da gusto
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¡Qué hermoso! :)
ResponderEliminarAquí en mi tierra siempre es verano, incluso en invierno. Aunque esto del sol eterno también tiene su encanto, creo que el cambio de las estaciones ayuda a uno a asimilar mejor el paso del tiempo, a sentir cómo se escurre entre nuestras manos...
¡Abrazos!
Gracias, Nadia. Sí, el paso del tiempo, sus tonalidades, las diferentes texturas que muestra el aire en cada época. Aquí, por fortuna, se puede disfrutar de leves cambios a medida que avanza el año.
Eliminar¡Abrazos!
¡Qué bien que han llegado los "frescos", porque, "frío, frío" no hace todavía!
ResponderEliminarSalu2 fresquitos, Clochard.
Y qué a gustito se está así. Disfruta de este tiempo.
EliminarSALUD, Dyhego.
Me encanta el otoño con sus ocres,sus atardeceres fugaces y el Sol esforzandose en dar color y calor donde hubo frio y oscuridad.Que gusto volver a ver la luz de las llamas...Un abrazo cálido!!
ResponderEliminarDesde luego que es un gusto disfrutar de esas sensaciones que trae el otoño; y es un gusto poder compartirlo contigo.
EliminarMil abrazos.