domingo, 22 de julio de 2018

La puerta de atrás



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Donde había una corsetería han abierto un restaurante en mi calle que irradia gusto desde el inicio de la reforma. Durante las obras el espacio interior se sostenía por la sugerencia anticipada de lo que habría de ir llegando; se hiciese lo que se hiciese se intuía algo calibrado, pensado, colocado, puesto en su sitio, y un guión por escribir sobre la página en blanco de las paredes interiores, un silencio, una nota bien tocada, la descriptiva facilidad de la geometría. Me fijaba cada vez que pasaba por allí y, aunque durante días no apreciase cambio alguno, de buenas a primeras me encontraba frente a un lienzo avanzado, fruto de las obras trazadas desde las matrices de la luz y la funcionalidad, aprovechando los contrastes y las sombras, el cruce de la calle. La elegancia también viste tallas pequeñas. Lo que no se ve es el molde de la escultura que presenciamos. La vista se adapta al orden por instinto de protección, y una vez traspasada esa frontera se interesa por ordenar elementos secundarios o aleatorios en torno al boceto del panorama. Se desestima todo proyecto hostelero que no tenga buena presencia, eso tan difícil de definir que es la imagen, una fachada acorde con la sensibilidad que pueda esperarse adentro; ahora bien, no es frecuente encontrarse con proyectos en los que las entrañas, el conglomerado de movimientos y utensilios y herramientas y muebles y aparatos y superficies y en ese plan hasta llegar a la puerta de atrás, sea la piedra angular de la definición de su operatividad. En la puerta de atrás de los restaurantes se habla latín y se reza en arameo, se fuman cigarrillos raudos como el relámpago que saca los postres de la última mesa; en la puerta de atrás se queda para después y se comparten diferencias, se sostienen las miradas con ojeras, se pide consejo, se cuentan secretos, se mira al cielo, se contempla durante unos minutos la noche, se escuchan los ruidos de La Ciudad como si saliese uno de una cueva, o de un escenario; por la puerta de atrás se saca la basura, se conecta la alarma y se echa la llave; allí se suspira, se sueña, se piensa, se desea, se habla de la lotería, de los cuartos crecientes de la luna, del tiempo que llevamos en esto, de lo que hay que aguantar y de todo eso. Estando ya abierto y sin esperármelo me percaté de la confirmación estética en el proyecto de apertura de ese restaurante: el inusual encanto de su puerta de atrás, tan inesperado como la belleza. 


3 comentarios:

  1. Hablando de corsetería...En qué se parece un restaurante de dos estrellas Michelín a un corsé?
    En que oprimen lo de dentro y dando una imagen irreal a los de afuera...ja,ja,ja.
    Un abrazo corcheste!!

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  2. A veces es mejor la puerta trasera que la delantera. La delantera es lo que queremos ser, la trasera, lo que somos. Realidad y fantasía.
    Salu2 fantásticos, Clochard.

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