jueves, 16 de mayo de 2019

Las nociones de la inteligencia




Resultado de imagen de arquitectura

A Norman Foster todo lo que veía le inspiraba una forma susceptible de ser transformada en un lugar habitable, incluso el sonido de los esquíes sobre la nieve le sugería un trazo en consonancia con la amplitud que se le imponía como horizonte, como si el ruido que iba escuchando se encargase de trazar las líneas mentales de un inverosímil edificio sobre el punto de fuga de la blanca lejanía. Las formas y el sonido, los ecos trocados en materiales onomatopeyas cargadas de verticalidad y profundidad, las ondulaciones de la imaginación en ese juego mental de quien inventa mientras las imágenes y resonancias del paseo le sugieren estructuras diseñadas a imagen y semejanza de la divina inspiración de lo creíble; la relación entre el anárquico orden del jazz y las sombras de los árboles, la libertad de las siluetas que más allá de una amorfa amalgama son la razón de ser de la funcional creatividad de los genios que encuentran el soplo de sus musas en lo sencillo, la centrípeta fuerza de la arquitectura como forma de vida; eso era lo que Norman Foster sentía que vivía, una continuación de su pensamiento en todo cuanto sucedía a su alrededor para moldear sus reflexiones con las líneas del provocativo pragmatismo del ingenio. Para un artista llegar a la conclusión de que todo es inspirador es vivir y lo demás es una milonga, un intento de supervivencia en el que acaban salvando el alma aquellos que le encuentran sentido a todas las circunstancias habidas y por haber haciéndolas convivir con el sentimiento de su estética vital. Soñé con ser arquitecto, tal vez en otra vida lo sea. Esa suerte de savia la tienen quienes apuestan por los cinco sentidos, por la ética del gusto por el trabajo bien hecho, por imaginarse en las manchas de las paredes siluetas que resuelven la ecuación de una fortuita metáfora. Me pregunto qué sucedería, en qué mundo viviríamos si todos hiciésemos de nuestra dedicación un intento por mejorar nuestro entorno; sería como si todos, al fin y al cabo, fuésemos arquitectos de nuestros pensamientos en beneficio de una trascendente belleza a la costumbre, insinuando permanentemente la mejora de lo cotidiano, y, quién sabe, a lo mejor sería un mundo peor, no lo sé, seguro que diferente, y eso sí más dado a todas las nociones de la inteligencia.

2 comentarios:

  1. Buena apreciación, Clochard. Trabajar no solo para ganarse la vida, sino para intentar hacer un mundo mejor.
    Salu2.

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    1. He ahí la cuestión que al menos nos permita tener la conciencia tranquila.

      Salud, Dyhego.

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