jueves, 17 de julio de 2014

Una noble manera





De un tiempo a esta parte está aumentando el número de artistas de la calle. Antes era frecuente ver a músicos, pintores y malabaristas, casi todos extranjeros, haciendo de las zonas peatonales un magnífico escenario; ahora están proliferando los que aprovechan la mayor de sus habilidades y su talento para darse a conocer de esta tan noble manera. Veo a mucha gente joven, con pinta de ser alumnos de algún conservatorio de la ciudad, organizados y ocupando importantes puntos de buen tránsito y afluencia de público, como la plaza Nueva o La Campana; Unos bailan Rap o Hip Hop, otros tocan flamenco y taconean con un matemático sentido del ritmo sobre una tablilla de menos de un metro cuadrado; otros interpretan pasodobles, esa música que instintivamente en esta tierra nos transporta a lo taurino, como es el caso de un cuarteto de instrumentos de viento al que da gusto ver y oír. Parece como si estuviera empezando a estrecharse la distancia entre aquel tradicional aspecto de viajero infatigable, que a penas con lo puesto iba de ciudad en ciudad cargando lo necesario para exhibir su función, y lo difícilmente distinguibles que pueden resultar cualquiera de los que ahora actúan con respecto a quienes los contemplan. Recuerdo la admiración que siempre me causaban los pintores que en un abrir y cerrar de ojos dibujaban láminas con botes de spray en las que podían verse cielos policromados o puestas de sol como pertenecientes a otra galaxia. En aquella época de hace más de diez años todavía actuaban los trileros en la calle Sierpes, esos maestros de la mítica bolita cuya ubicación había que adivinar señalando uno de los tres cubos debajo de uno de los cuales supuestamente se encontraba, y nadie acertaba, y había quien con mucha decisión llegaba a poner más de un billete sobre el tapete, puede que un compinche con ganas de animar el cotarro; por entonces no era difícil que en el corro formado por la expectación hubiera algún carterista de guante blanco aprovechando la ocasión. Luego empezaron a aparecer los mimos, personajes por los que también he sentido siempre una gran admiración, cada vez con puestas en escena más preparadas y de un asombroso quietismo que los fue acercando a la petrificación absoluta de sus gestos. Artistas, qué bonita palabra. Pensando sobre esto va uno tomando constancia de las tranformaciones que el tiempo le otorga al paisaje urbano, a las costumbres, a los actos que enriquecen la panorámica del paseo por el centro de la ciudad, y va también sintiendo la satisfacción que causa ver expresarse a la gente, aunque no haya sitio para todos donde casi todos se merecen.

4 comentarios:

  1. ¡Ya se me ha vuelto a perder el comentario! GGGRRRÑÑÑFFFRRR.
    Te decía grosso modo que es una pena ven tanto artista desaprovechado.
    Salu2, Clochard.

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    1. Dyhego:

      No te preocupes, te explicas muy bien con pocas palabras; y si, a mi me da la misma sensación, es increíble la cantidad de gente buena que hay en los escenarios de la calle. Tal vez algún día alguno de ellos tenga la suerte que se merece.

      SALUD

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  2. Es una manera de darse a conocer y quizás pase por allí algún productor y mientras tanto se abre al público que en realidad es lo que un artista quiere.Un abrazo abierto!!

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    1. Bueno, no sería la primera vez; de hecho eso es algo que ha pasado, solo que ahora me da la sensación de que estamos en un mundo poco dado a valorar lo realmente puro en el sentido del arte: lo que más interesa es distraer al personal con milongas fáciles de entender. Esperemos que alguno de los buenos artistas de la calle encuentre su sitio.

      Mil abrazos, Amoristad

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