domingo, 28 de enero de 2018

Diario de Enero XLXVII


Resultado de imagen de batiburrillo

Se echa la tarde encima y empieza a percibirse en La Ciudad esa tendencia a la oscuridad que tan livianamente acontece, como por el arte de la magia del destino poético, paso a paso entre los intersticios de la contemplación, verso a verso junto a la sacudida de orgasmos que sus colores mezcla sobre el lienzo en blanco del cielo, destello a destello en la inabarcable paleta de insinuaciones cromáticas del cosmos imaginado a partir de lo que la Naturaleza nos confiere, palmo a palmo en cada una de las poses de las sombras; múltiples matices que la luz nos proporciona, diafragmas y puntos de fuga, apéndices y señuelos, rascacielos, imágenes, propuestas, puntos a partir de los que por qué no. Escucho un solo de guitarra en un directo de The cramberries en París y noto que ahí hay mucho de Sultans of swing. En el cuadro de luces del Arte se conectan los cables de cada estilo formando el mapa de las influencias. Si fuésemos capaces de darnos a cada uno lo nuestro no caeríamos en la ambivalencia cognitiva del a salto de mata ni del cuento chino del tres al cuarto. Ha entrado al Coltrane esta tarde un grupo de gente que más bien parecía una manada; como el Caballo de Atila. La Lentitud, la quietud, el silencio, la afasia, la nota cero, lo inexistente, la huella, el aroma, el perfil, La impaciencia del corazón de Stefan Zweig. Cada vez me hago los cigarrillos más cortos; la Pipa de la Paz acompaña al sentimiento de cercanía de la inconclusa soledad. Las tardes de domingo tienen algo de presentimiento, de fuga de Bach.

Diario de Enero XLXVI


Resultado de imagen de lectura

Estoy deseando leer la nueva obra de Muñoz Molina, tenerla en mis manos y pasear con ella, parándome a tomar una cerveza en una de esas terrazas en las que parece como si les estuviera un hueco reservado a los lectores. A veces, cuando conocemos un sitio, lo hacemos nuestro con cierto celo, como si lo quisiéramos solo para ese momento en el que sabemos que ahí es donde se encuentra la parte de nuestro ser con la que no nos hemos encontrado hoy; y no se lo decimos a nadie, como si de un paisaje aparte de lo compartido se tratase, ese rincón en el que ver la vida pasar leyendo, escuchando, sintiendo las palpitaciones del entorno, lo que se dice sin ser pensado, lo que se pide sin ser escuchado, el afán por la continuidad sobre la tierra. Ando un tanto desconectado de lo que sucede en el mundo, puede que por aburrimiento, o por la desidia que me entra cada vez que me entero de las mismas atrocidades con distinto nombre; aún así no es excusa; los diarios son pan de un día, literatura del instante, letras que aspiran a describir un fotograma, y hay muy buenas páginas que, sin desatender lo que sucede, le aportan a uno la serenidad suficiente con la que abordar sus fracasos. Las colillas alineadas con el fin de aprovechar el espacio del cenicero son la firme prueba de que hay que ir pensando en dejarlo, de que podría uno decirse en voz alta hasta aquí hemos llegado. Rock inglés de fondo en las estancias de La Nada.

Diario de Enero XLXV


Resultado de imagen de alunizar

Si escribir es ordenar el pensamiento, a mi aún me queda mucho para conseguirlo. Saco de un bolsillo de mi abrigo una nota en la que apunté algo ilegible, con esa caligrafía rauda del vistazo a quemarropa, y deduzco que se trata de la impresión que se llevaron los clientes de un bar al comprobar que quien había emitido el bramido de una  enloquecida bestia no era el joven de pelo largo y barba mal cuidada que acababa de pasar, sino un señor atildado y muy bien vestido que iba justamente detrás. Otra vez las apariencias. El sonido de la luz se percibe escuchando música clásica al pasear. La Nada también tiene su parte chunga. Arrastra uno los pies sobre el escenario de la calle hasta que se da cuenta de que las suelas de sus zapatos no están de acuerdo. Sólo por la curiosidad de saber qué va a pasar merece la pena levantarse del suelo, decía José Saramago. Sopla hoy un vientecillo inquieto en La Ciudad, que ve cómo el aire de la libertad de un domingo de enero acaricia sus fachadas. Cuando un bar se convierte en una consigna se le seca la tinta al poeta sobre el mostrador de zinc de sus tardes desesperadas. Tengo la intuición de que el mes de febrero será una buena época para dibujar, tiene toda la pinta. Me gustan la cera, la témpera y el pastel, el carboncillo para los bocetos, el bolígrafo para los esquemas y para las notas a pie de la página de la cotidianidad. Una cartulina es una superficie perfecta para alunizar.

sábado, 27 de enero de 2018

Diario de Enero XLXIV


Resultado de imagen de la nada

La Nada es un lugar en el que se está muy bien, muy a gusto, muy en reconciliadora soledad con los malos momentos, y en paz con uno mismo y con lo que lo ha traído hasta aquí. Estar en la Nada es como estar en ese sitio al que uno soñaba llegar y concederse una parada, un respiro, un alto en el camino. La Nada y el Todo no se ponen de acuerdo porque son la misma cosa, los mismos parámetros pero vistos con diferente lente. Que el blanco sea la ausencia de color es tan cierto como que el negro es la mezcla de todos ellos, ahora bien, siempre y cuando lo miremos desde la óptica de la presencia de la luz; de lo contrario, si percibiéramos el ambiente desde el punto de vista de la ausencia de la misma la conclusión sería totalmente la contraria. El concepto de la relatividad acabó siendo relevante a partir del momento en el que a alguien le dio por cuestionarse si la caída de una manzana era suficiente para comprobar su relación de causa efecto con el Universo. La Nada es ese segmento necesario para la calma, ese conformismo luchador, esa paradoja que se le concede a la esencia de la poesía, ese carril bici con dirección a ninguna parte. 

Diario de Enero XLXIII


Resultado de imagen de confusión

Las ambiciones se riñen con el estado de confort. Esta tarde he dejado el teléfono en casa, y atravesando el centro de La Ciudad he ido escuchando de memoria el Bolero de Ravel; hubo instantes en los que sentí cierta congoja, admiración, consideración por la consecutiva secuencia de figuraciones que me iba proyectando el paseo, imaginada emoción anticipada sobre algo que bajo esa melodía vivirse pudiera, bajo el impasible impulso de la frecuencia sostenida por el orden del aparente caos venidero, de lo que cada vez depende más de lo que se ha sembrado. Tiro de cuaderno, de fotogramas y de apuntes que acabarían por olvidársele a uno si no fuese porque recurre a su memoria de papel, migajas sobre la acera de la calle más estrecha, destellos de lo que se escucha y se aprende, de lo que se huele y se palpa con la aspiración de que quede constancia de ello en una de las cajas del cerebro. He estado en el Supermercado del Libro y me ha sorprendido el tesón de uno de sus empleados, uno de esos jóvenes con conocimiento y vocación por las letras, con criterio, al no poder hacer su trabajo lo mejor que puede debido a una dolencia en su espalda que lo trae por la calle de la amargura. Existe, hoy en día, el papel del influencer, de esa persona que se dedica a compartir su estancia en bares y restaurantes mediante Instagram y así todo seguido hasta el final de las redes sociales, con objeto de que esos sitios sean después visitados por los miles de seguidores de estos susodichos influencers; se nos va de las manos la sensatez, el sentido común y la capacidad de análisis, la autonomía y esa deseable tranquilidad con la que poder uno decidir libremente a dónde le apetece ir; pero parece que hay que ir allá donde vayan los influencers; estamos atrapados en el influjo de la sensación envasada al vacío. Es notable en nuestro país una relación directa entre el miedo y lo que se supone que es respeto, de manera que incurrimos en la falta de respeto al respeto en si, que es otra cosa bien distinta; el respeto es la libertad interior que uno le ofrece a aquello que es digno de merecerlo, con posibilidad de diálogo y con buenas dosis de raciocinio, no ese silencio incómodo y abrumador, esa desagradable sensación de que nadie se atreva a tirar la primera piedra por la sencilla razón de estar calado hasta los huesos de miedo confundido con respeto. Les sucede lo mismo al desprecio y al humor, se confunden, y asumimos muchos malos gestos y detalles como sinónimos de gracia, y ese mal gusto se ha adueñado de nuestra parte más cruel, de nuestro desprecio por nuestros semejantes, por nosotros mismos.

miércoles, 24 de enero de 2018

Diario de Enero XLXII


Resultado de imagen de dibujar

Comenzar a escribir sobre una página en blanco, sobre ese papel prestado en el que se esbozan cuatro garabatos, sobre la entretela del ensueño tirando de memoria, sobre los tejidos de los sótanos del alma, usando la caligrafía de las circunstancias, sobre la servilleta de una confitería, en el borde de un cuaderno, al final de un libro o al inicio del mismo, incluso entre sus capturados entresijos por el rapto del subrayado, es algo que se han cuestionado miles de veces todos las mentes inquietas, todos aquellos que han visto algo, que lo han intuido, que lo han percibido mediante un enésimo sentido de la distancia contra la aglomeración de datos, mentes seguras de sí mismas en sus fabulaciones del entorno, del recuerdo y de la nostalgia, del porvenir y de lo que nunca se sabe, de lo que sale del más profundo de los pensamientos. Ando en plan Tántalo, y eso tiene su aprendizaje y su digestión. Para dibujar hay que estar descansado; por favor, el Arte es nuestra razón de ser, no incurramos en anomalías sensitivas, dejemos correr el agua de la materia gris por la vertiente derecha del río que nos riega; démosles alas al clarinete que se rasca la barbilla y a la intuición que no nos dice que no, a la combinación de trazos, de líneas que sobre la superficie de la cartulina se confunden con sus vecinas de tramo. Después de unos días de lluvia ha vuelto a lucir el sol en La Ciudad; no hay nada como dejarse sorprender por ese raudo vistazo al cielo del patio encontrando un impecable azul celeste. Los brochazos del Impresionismo se encuentran en cada gesto. El otro día tuve una idea, y fui a celebrarlo a la Academia; me acabo de acordar ahora como quien rememora algo por su sinergia con el pensamiento creativo. A estas horas de la noche todos los gatos son pardos, la materia de la que están hechos los tejados sabe más de la madrugada que cualquiera de nosotros, porque ha conseguido llegar a la esencia de su silencio, a su razón de ser, a su cometido dentro de todo este perfecto desorden universal. Te echo de menos por, como diría Santigo Auserón, la materia que me une a ti.

lunes, 22 de enero de 2018

Diario de Enero XLXI


Resultado de imagen de conocimiento

Los caminos de la estética se pierden en el confín de la ignorancia. Es una pena que no sepamos apreciar lo que significa el Conocimiento, la dialéctica puesta en práctica sobre cada uno de nuestros movimientos; el saber estar, el saber callar y el saber escuchar, aguantar el chaparrón, pegarle un capotazo a un Victorino, desenvolverte entre los demás con la mínima soltura que se te supone. Es esa la eterna lucha del ser humano civilizado en la prima y en la cuota y en los porcentajes y en el interés. Salir de aquí será cuestión de estallido, y como no creo que eso suceda, será cuestión de sentido común en última instancia; quién pudiera verlo; son muy sospechosas las maniobras que a la chita callando están patrocinando una Guerra Mundial a todas luces atosigada de eufemismos, de marchas para atrás y para adelante que a nadie convencen pero como que algo falla. Lo cordial tiene un límite, como todo, lo demás es protocolo de rigor en función de la sesión de esta noche. El ritmo de las calles aumenta con la llegada de la Primavera. Hace unos minutos que hemos estado hablando, cada cual en su atmósfera, en su submarino de la tarde que se ha convertido en noche; es milagroso el poder de la voz. Escucho a The Cranberries por adaptación, por compenetración, por afición, por el gusto de rendirle a alguien con talento un homenaje, por sincronización con las pulsaciones del teclado, por el mensaje y el enunciado de sus breves pero contundentes dardos cargados de realidad ilusionada. Da gusto ver a un grupo humano ponerse de acuerdo.

jueves, 18 de enero de 2018

Diario de Enero XLX


Resultado de imagen de diario escrito

Siento haberle dado hoy al día los malos días. Me he levantado cerrado a cal y canto, y mira tú por donde ha salido el sol. Escribir en forma de diario no deja de ser una recurrencia, una necesidad, una urgencia, una apetencia acostumbrada, un lujo y un privilegio, una señal de que anda uno vivo y coleando y barruntando y sometiéndose al menos a un par de hipótesis. El diario soporta el paso del tiempo y el crucigrama del presente, las telarañas de la intuición, la intriga y la duda, el resquemor, las desavenencias y el aroma a sopa de arroz con garbanzos que nos cobija de las intempestivas señales del rencor. Vestir sombrero sin haber llegado a los cincuenta es una salida de tono que no debería permitirse ningún aspirante a poeta. En esta página a pie de página escribiré lo que me salga del alma. Me suenan muchas caras. Nos cambia la perspectiva; por eso cada vez que vemos a alguien después de mucho tiempo lo vemos distinto, diferente, otro, evolucionado en función de los mecanismos de nuestra adaptación a la intemporalidad. Todo depende de lo que hacemos, somos lo que hacemos. Parece como que si  no fuese por de las redes sociales no se enterase nadie de nada. Me gustaría ser escritor. Escucho "¿Te acuerdas de aquella vez que estuvimos en el sitio ese?" y me quedo perplejo ante semejante capacidad de síntesis; el cacharro, el deste y lo otro. Hay quien se pica porque uno le brinde la sombra al sol, pero es cuestión de entendimiento poético, no hay nada mas que observar el vuelo de las golondrinas. La Naturaleza ejerce una fuerza impulsiva hacia un centro de gravedad inexistente en apariencia, pero real y lícito afluente, irreductible, moldeable hasta cierto punto. El silencio, y puede que por eso sea una de las perlas preciosas del existencialismo, no se cultiva a menudo. La frecuencia tiene que ver con toda metáfora que quiera equipararse a la de regar las plantas. Son las tantas; voy a descansar un rato.

martes, 16 de enero de 2018

Diario de Enero XLIX


Resultado de imagen de incertidumbre

No solo puede ser impresión mía, el caso es que noto un cierto estado de incertidumbre en el ambiente; la atmósfera cada vez es más densa, o diluidamente densa, porque en lo de amansar a las fieras parece que nos hemos aplicado el cuento, y no exclusivamente en lo que a la música se refiere. Nunca en nada habíamos estado todos tan de acuerdo como en esto, en la incertidumbre, en no tener ni idea, en verlas venir en función de cómo se lo monten/desmonten los lícitos/ilícitos tiburones de los acuerdos en los despachos del museo de cera de la hipocresía, por no hablar de nosotros mismos, a pesar de que las raíces del entramado sepamos ya que andan secas de principios/ desde el principio, en cuyo desconocimiento se muestra su/nuestra psicosis; y con el agravante de poder acceder a datos que confirman que lo que se está haciendo es darnos con la mugre en la cara. Porca miseria. Qué va a pasar mañana. Las piezas están colocadas sobre el tablero, los beneficios se reparten y las hormigas trabajan, tienen pan para hoy, son dueñas de su destino, que no pasa de pasado mañana, cuando tal vez sea tarde para recurrir a ese no me lo esperaba que nos descodifica y nos saca de contexto, cuando más tranquilos estamos, cuando aún hay tiempo para todo. De todo esto se mantiene el morbo, eso, la podredumbre de la incertidumbre de la que cualquiera puede sacar tajada y salir en las revistas. Qué vergüenza. Cuando a las C/cosas no se les da la misma importancia desaparece el sentido del entre tú y yo.

domingo, 14 de enero de 2018

Diario de Enero XLVIII


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Si puede uno sacar algo en claro, de todo este concierto/desconcierto en el que se les está a los músicos oxidando el instrumento, es que la vida sigue y que por los pantanos de la mediocridad fluye la demagogia envasada al vacío y sin ser consciente de que en sus manos está cambiar de parámetro, cosa que, todos somos un poco de todo, se les nota mucho a los bocazas. El díme y el direte es una norma asumida; ya se sabe que las relaciones perturban; tenemos que asumir la chapuza. Veo en el Bar de La Plaza a bastante gente joven bajo el influjo del clasicismo indumentario de rigor, porque es tal o cual día. Lo poco que saca uno en claro es que continúan los mismos de siempre haciendo de las suyas para capitanear la nave de Este/Oeste Planeta Tierra tan a la deriva de lo que viene a suponerse algo digno de ser llamado terrestre, pleno de terroir y de raíces y de saber estar en compañía de lo que la Naturaleza otorgue; pero eso ya lo sabemos, sobre eso ya hemos hablado mucho o ni siquiera nos lo hemos planteado, he ahí el riesgo de la aglomeración. Nos queda Mozart y el silencio, nos queda lo que ha de venir y para lo que tenemos que estar preparados, nos queda eso y toda su belleza desparramada por el camino, por el moho de los adoquines y por el reflejo de los charcos, por las humedades de las tempestades y por los antibióticos que calientan los escalofríos, por las horas de sol y de sombra de los buenos y malos ratos. A veces pienso en la inmensa fortuna que supone no haber sufrido en mis carnes una guerra, de momento. Lo que importa son todas esas materias de la carrera de la vida en las que nos vemos obligados a renovar los créditos, queriendo saber más, por palurdos, por catetos, por pobres diablos, como pretendiendo encontrar mejor nuestro origen. La razón de ser de la moral es una de las capas de la cebolla que más lejos queda, junto a la de la esencia antes del súmmum, de lo que viene a ser el eje vertebrador a partir del cual actuamos de una manera y no de otra. Lo que importa es el ritmo, el sonido, el latido, el silencio, la mota de polvo, la letra, el bostezo, el comienzo, el instante preciso en el que algo cobra sentido. Hace un rato ha dejado de llover y me acabo de dar cuenta ahora, cuando me conmuevo con lo que percibo a través de la música clásica de los ruidos domésticos de la comunidad. Mañana será otro día.




Diario de Enero XLVII



Resultado de imagen de tecnología

Los directores de orquesta son adictos al sonido, son una de esas especies en progresión, adaptando su instinto creativo a la pauta de una armonía imaginada a la vez que la interpretan. Sufro de lucidez a posteriori. La cafetera es la percusionista de caja de la Marcha Radeztky del hogar. Todo el mundo sale muy guapo en la tele, en esos programas que atiborran el programa de estupideces. Hay camareros que beben café al anochecer, como tomando fuerzas para el último tirón de la jornada, para el segundo tiempo. El fútbol y la hostelería tienen una relación de estrategia de grupo. La costumbre de los churros en el bar de La Plaza es inextinguible; el churro de media tarde, la Parroquia, la hoja caída y el viento que llama a chocolate después de misa son una constante vital del Barrio. Puede uno pedirse una cerveza escuchando música clásica con los cascos puestos, a pesar de parecer evadido, porque la melodía de fondo suele ser tan tenue que es fácil acompañar con ella el movimiento de los vecinos de barra, la dirección en la que se fija la mirada en busca de un referente con significado, el frenazo en seco de quien ha estado a punto de escurrirse, el desenfrenado empujón a la puerta del ciclón de turno. Le pregunto a un amigo por el equipo de La Ciudad y se hace el tonto; algo ha pasado. Hace días que quedó abolido el periodo de felicitar el año nuevo. Cada vez que compro en el Chino de mi calle siento que es posible la tranquilidad personal, entre otras cosas porque me ha permitido pararme un rato en un lugar dado a la contemplación poética, sin tener que estar pendiente de que cierren uno de esos franquiciados supermercados en los que parece que les estuviese prohibido a los cajeros ayudar a los clientes; estos detalles me ponen muy triste. Un algo de robótica hay en nuestro comportamiento; está claro que hay que organizarse; estamos siendo impulsados por el chispazo eléctrico de la modernidad, por lo inevitable, por lo que está destinado a ser así. La tecnología es aquello que se haga con la Tecnología, Muñoz Molina dixit.


sábado, 13 de enero de 2018

Diario de Enero XLVI


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El Coltrane es el Birdland a pie de calle de La Ciudad. Un bar interesante y que te pille cerca de casa es un tesoro. En un abrir y cerrar de ojos pasamos de la reflexión a la intuición; de eso me he dado cuenta hoy al comprobar que tenía los pies en el suelo. La música amansa a las fieras de la misma forma que los besos algodonan los impulsos del deseo. Me gustaría trabajar en el Coltrane. Hay una chica en la barra que de su bolso ha sacado un lápiz poniéndolo sobre el cuaderno dorado de la Mrs Writting de mi fabulación, acariciándolo, pasándoselo entre los dedos como si de un objeto fetiche se tratase, recogiéndose con él la melena a la vez que lo clavaba en su cabello. No todo lo obvio es evidente. Las apariencias. La explicación del Mundo es lo que vale, lo que perseguimos centrándonos en el punto de fuga al que apunta la intuición, pero mira tú por donde, quién sabe cómo ni cuándo ni dónde. Puede que en Hells Bells esté mucho de lo que un principiante debería sacar en claro sobre la música Rock; a partir de ahí lo que quiera, siempre y cuando hablemos de relojes suizos incluso en las improvisaciones. Una cerveza a tiempo es una victoria. La Academia irradia saber estar. Los pájaros se han acurrucado en su secreto nido contra la lluvia. La Plaza ha despertado al atardecer, con traslúcido semblante como pocas veces la había contemplado antes, Enorme.


martes, 9 de enero de 2018

Diario de Enero XLV


Resultado de imagen de frío

Los síntomas del resfriado agudizan la urgencia del descanso. El clima es húmedo, muy húmedo. En La Ciudad se le mete a uno el frío en los huesos. Enero es la filarmónica del viento helado y de la nieve, de la lluvia y de la niebla que trasluce poesía invernal, ambiente londinense, calles repletas de gente abrigada, bufandas que arropan cuellos, mejillas, mentones, gargantas, lóbulos y comisuras, esa parte del cuerpo que se adorna cuando el agua se hiela en el puchero. En cuanto nos falla un poco la salud caemos en el muermo de la pesadilla, en el omnipresente deseo de recuperarnos lo antes posible, en las ensoñaciones de porcelana pasajera, y recurrimos al intelecto para figurarnos las cosas de otra manera tirándole el anzuelo al destino. Los catarros tienen algo de refugio interior, de ganas de verse uno por dentro, de escudriñarse las tripas y ponerse al día de la ausencia vitamínica; los catarros siempre son inoportunos por mucho que tarde o temprano sepamos que acabaremos acatarrándonos. Antes tomaba notas en cualquier parte, ahora me entero de que cualquiera de esas partes tiene más partes en las que investigar, en las que pararse a pensar, a otear, a oler y a oír, a transcribir y traducir y así todo seguido hasta el final. Si no fuese por la música no sé que sería de mí en estos momentos de tecla y zumo blanco, de hogar y Frenadol, de manta a la espera del soñador de turno. Vuelvo al Bolero de Ravel como quien tiene una necesidad fisiológica, de principiante. Quiero a mis libros, acabo de darme cuenta, como te quiero a ti, mirándolos con los ojos de quien contempla la inmensidad oceánica.

lunes, 1 de enero de 2018

Diario de Enero XLIV


Resultado de imagen de poco a poco

Empezar el año escribiendo es síntoma de alegría. La felicidad estará esperándonos en tantos diferentes sitios como sea capaz de alcanzar nuestra imaginación. La imaginación, tan mal explorada en beneficio de la calma que necesitamos, es una de las fuentes de nuestra naturaleza aunque nos empeñemos en quemarla con desaires que avivan el fuego. El aire de La Ciudad esta tarde es liviano y frío; el sol reluce y de paso ilumina una luna llena que a cámara lenta sobrevuela el horizonte, casi dejándose tocar. Una mañana en  compañía de buena gente, comiendo y bebiendo y diciendo alguna que otra cosa, es un privilegio del que uno toma consciencia a medida que se nutre de la convivencia. En el gesto de mover un plato hay tanta ternura y humildad como en el color del pan recién salido del horno. Más allá del Aljarafe hay unos pueblos que rezuman la hospitalidad de la forma de vida de quienes con lo que tienen tienen bastante y lo saben apreciar, de forman que les agrada compartirlo con los demás. Hemos pasado unos días de carne a la brasa y turrón, de miel y cacahuetes tostados, de almendras garrapiñadas y tocino de cielo, del prodigio del almidón de las Patatas del Abuelo, de vino tinto y jamón y queso y caña de lomo, de champán para brindar por el encuentro. Se me ha quedado en el tintero de los desplazamientos un viaje a Azufaifa, otra vez será. Se pregunta uno qué traerá el nuevo año debajo del brazo, cómo nos encontraremos dentro de doce meses, qué de memorable podremos contar, hasta dónde abarca el hilo de la continuidad de nuestra sombra, por qué decidimos hacer una cosa y no la otra. El lienzo en blanco del tiempo tiene sus posibilidades de renovación, de puesta al día, de ensanche, de pararse a pensar cada vez con más detenimiento qué es lo que realmente importa.Todos los puntos de partida son el más firme ejemplo del espíritu creativo del Tántalo que llevamos dentro. Feliz Año Nuevo.