miércoles, 26 de noviembre de 2014

Como la luz que viene




Lo primero que me he propuesto hacer esta mañana, y he acabado haciendo, ha sido acercarme a la librería de la Alameda de Hércules La extravagante, que tiene aspecto de haber sido inaugurada hace poco tiempo, en la que parece como si las diferentes secciones en las que se divide su espacio aún no hubieran encontrado su sitio dentro del local, una librería en la que se nota cómo los chicos que en ella trabajan, inmiscuidos en los pormenores de los inicios, tienen sus ciertas dudas sobre qué y qué no hacer con cuanto cae en sus manos: esa característica inquietud de quienes comienzan y lo quieren hacer todo muy bien, ya sea con la colocación de los libros o con la responsabilidad de organizar los pedidos, con las consultas al ordenador o con la información que le dan a los clientes, con la disposición de los carteles o con lo alternativas que resultan algunas de las propuestas que en esta librería se pueden encontrar. He ido allí para preguntar si tenían definitivamente ya como la sombra que se va, la nueva novela de Antonio Muñoz Molina, después de justamente ayer haber preguntado por dicha obra. Impaciencias de lector propias de esa costumbre no carente de fetichismo que consiste en ver cómo el librero abre el paquete en el que él mismo ha recibido un pedido dentro del cual se encuentra lo que tú andas buscando; pero no ha sido así, no les ha llegado el pedido, no he podido palpar el papel impreso ni la cubierta brillante en la que aparece el difuminado semblante de James Earl Ray entre el cartel de un hotel y el número de una placa identificativa posiblemente de su paso por prisión. Entonces, después de tomar café en el Píola y leer un rato el periódico además de contemplar la belleza de uno de mis amores platónicos, me he dirigido hacía El gusanito lector, librería de la calle Feria en la que hace ahora casi diez años compré mi primer Jinete polaco, impulsado por el romanticismo de rememorar aquella experiencia en esta otra que supone la buena nueva, la nueva entrega, el acontecimiento. He esperado unos minutos, repasando las novedades recién puestas en el escaparate, yendo de un estante a otro escuchando cómo la señora que me estaba atendiendo, una atractiva librera entrada en años que ejerce una juventud cargada de aires estudiantiles, no dejaba de insistir en lo importante que es el orden en un lugar tan pequeño como aquel, hojeando ejemplares intactos, tocando cubiertas resplandecientes, leyendo contraportadas y solapas, mientras la elegante y meticulosa librera desempaquetaba unos bultos en los que supuestamente podrían encontrarse los ejemplares de la nueva obra. No ha sido así, tampoco aquí; había que continuar intentándolo, la cuestión era no rendirse. Acto seguido y sin pensármelo dos veces, guiado por un fogonazo de lucidez tras haberme acordado del joven poeta Alberto Guillén, he salido disparado camino de Un gato en bicicleta, otra librería situada muy cerca de la plaza de la Encarnación, justo en la calle Regina; allí asistí a la presentación del primer libro de poemas de Alberto, Avanti con la guaracha, en ese encantador lugar en el que los noveles tienen cabida para darse a conocer, en el que hay siempre un hueco para las mentes inquietas, pero parecía como si algo me estuviera diciendo que lo mejor que podía hacer por ahora era dedicarme a leer el Madame Bovary, Flaubert por la vena, que tengo preparado en la mesita de noche, o ese inconmensurable  Un ser de lejanías de Francisco Umbral que hace días ocupa parte del espacio de mi mochila, ya que en este último sitio no trabajan con novedades, y hacen bien; las van pidiendo poco a poco y en función de la demanda. Hubiera sido mucho más fácil ir directamente a una de esas grandes superficies, llámense Fnac o casa del libro, en las que a decenas se encuentran todas las novedades desde el primer día, pero me he negado. Mañana será otro día para preguntarle de nuevo a esa atractiva librera entrada en años, a la que ya le tengo imaginado un nombre, por la nueva novela de Muñoz Molina, y puede que tal vez esta noche sueñe con que soy uno de los alumnos de la clase en la que comienza la novela de Flaubert, que tampoco está mal, hasta convertirme en ese médico que acaba enamorándose de Enma.

2 comentarios:

  1. Maravillosa manera de empezar el día.
    Yo ya no puedo comprar libros de papel.
    Salu2 librosos, Clochard.

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    1. Pues no ha estado nada mal, como tampoco lo estaría que depende qué libros los compraras de papel: un día es un día y un libro es un libro, aunque se trate de un capricho.

      SALUD, Dyhego.

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