viernes, 7 de noviembre de 2014

Y a mí qué



Hasta la semana pasada, con motivo de la celebración del día de todos los Santos, ese día en el que cuando yo era pequeño íbamos al cementerio junto con nuestros mayores para llevarles flores a los difuntos de la familia, no había reparado con tanta insistencia en el devenir de dicha fecha, en la gradual transformación a la que ha sido sometida por la influencia anglosajona, y a su consecuente riesgo de volver a caer en la irreparable pérdida de una costumbre, que más tiene que ver con el respeto y el recuerdo, con el homenaje sobre aquellos que estuvieron con nosotros, y que nos ayudaron a estar donde estamos, que con una oportunidad más para sacar los pies del plato en un país en el que la fiesta salvaje y la borrachera nocturna son tónica dominante durante todo el año, y si es posible que eso se haga con meadas en las esquinas y con gritos durante la madrugada propios de otra especie, en definitiva con una mayúscula falta de consideración hacia aquellos que se encuentran descansando o tranquilamente en su casa porque decidieron no unirse a la manada de animales mal domesticados que pululan beodos por el barrio, mejor que mejor, ya que lo malo no es que seamos cafres sino que además nos sintamos orgullosos de serlo. Halloween, y a mí, con todos mis respetos, qué me importa. Alabo el folclore, las costumbres de cada país, región, comarca o comunidad, las diversas formas de conmemoración que existan allí o acá; alabo la celebración, el ritual que acompaña a cada fiesta, lo que emana del pueblo, lo que adquiere su valor a base del paso de los años, lo que se muestra sólido y con significado, con historia; pero estos postizos que nada tienen que ver con la autenticidad sino con el plagio y con unas aparentes e irrefrenables ganas de querer parecernos a, por ejemplo, los Estados Unidos de América, me parecen estar moviendo las cosas del lugar que les corresponde; me parece que con ello se está desubicando la esencia de lo que a cada pueblo pertenece; me parece que se está deteriorando, y mucho, el aliciente de poder viajar de un país a otro con la sugestión de encontrar diferencias propias de un lugar que nos impidan toparnos con este global supermercado de los mismos productos, materiales y culturales, en el que se está convirtiendo el mundo.

4 comentarios:

  1. Clochard:
    Nos guste o no, es una "fiesta" que se nos ha pegado, se ha colado de rondón, y ya no nos la podemos quitar de encima.
    De todos modos convivirá con las tradiciones de aquí, se hará su hueco. Pasará igual que con el papá Noel: unos pasan de él, otros lo acogen con prudencia...
    Salu2.

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  2. Hay el "jalo güin" american-spanis...Un abrazo multicultural!!

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