sábado, 10 de enero de 2015

Conservatorio



Para quienes escribimos por afición, por gusto, por ganas de decir y de tener algo que decir, es un lujo acoplarse al teclado y dejarse llevar por la leve melodía de las diferentes músicas clásicas que desde la lluvia, pasando por la del agua al caer regando las macetas, pueden ir hasta la del ruido de los niños que juegan en el patio de un colegio, o la del murmullo de quienes se encuentran en un locutorio tratando de conectar con seres que se encuentran a miles de kilómetros de distancia. Tal vez por el hecho de haberme acostumbrado a trabajar escuchando a mucha gente hablar al mismo tiempo, y por consistir mi oficio en una curiosa mezcla de concentración hacía los movimientos y mensajes de mis compañeros y a la adaptación a los diferentes microclimas que conviven en una sala, simultáneamente, sin dejar de prestar atención a la partitura que durante cada servicio interpreto junto a mi equipo, no me cuesta demasiado esfuerzo abstraerme en la escritura aunque estén sucediendo cosas a mi alrededor o se estén produciendo los más comunes sonidos domésticos de esta cada vez más envasada al vacío existencia.
Para mí, otra de las suertes en forma de música clásica de la que gozo desde que llegué a Sevilla es vivir cerca de un conservatorio. En mi calle, nada más salir a una terraza, balcón o ventana, se puede escuchar, todos los días y a cualquier hora lectiva, y a otras que sorprendentemente no lo son tanto, la entonación de diferentes instrumentos. Trompetas, trombones y violines; pianos, contrabajos y saxofones; percusiones y clarinetes. Melodías con las que la calle se convierte en un lugar de ensueño, en un privilegio para quienes por ella pasan y se encuentran con ese regalo como caído del cielo para los oídos. Es frecuente, debido a la cercanía a la que en esta zona unas terrazas se encuentran de otras, tender la ropa y escuchar a jóvenes estudiantes del conservatorio interpretando piezas que uno recuerda pero de las que desconoce el nombre; piezas que ahora no suenan ni en la radio ni en un cedé, ni en Internet ni en la tele ni en una cinta de cromo ni en un disco de vinilo; piezas que constituyen uno de los placeres accesibles, la fortuna, de la vida en este barrio de San Lorenzo. Mozart, Debussy o Chopin; Beethoven o Bach; no lo sé exactamente, pero todo ello, las furtivas escuchas, me alientan a investigar, a prestarle más atención a la historia de la música, como quien a los cuarenta años se entera del nombre de determinadas plantas y descubre la belleza del estudio de la jardinería y la botánica. Esas notas proceden del interior de unas habitaciones que uno se imagina misteriosas y cargadas de musas, de profesores con batutas y atriles rebosantes de apuntes y de pentagramas; habitaciones en las que la armonía y el unísono de los tonos y los contrapuntos son la tónica dominante que toca el cielo con los dedos mientras cuerdas, mástiles y teclas son acariciadas, mientras se busca la clave tensando una clavija; habitaciones ensimismadas en la concentración, en la belleza, en la contemplación de la música, en el arte de vivir el silencio perfumado. Y en esas sensaciones sonoras se puede adivinar la mayor o menor destreza de quienes tocan, incluso hasta la cara que pone alguno de ellos, la satisfacción de ver cumplido el objetivo y de haber logrado avanzar un paso y la enconada constancia de continuar en ese proceso, en ese duro proceso, que tienen todos los comienzos de las cosas que nos acaban dando grandes satisfacciones, como el de haber dado tantas vueltas para obtener como recompensa el sonido de la música del conservatorio de mi calle.

4 comentarios:

  1. A mí me cuesta cada vez más concentrarme y estoy tan harto de ruidos ambientales que cada vez valoro más el silencio. ¡Espero que lo que escuches por la ventana sean retazos de músicas bien tocadas porque como sean los ejercicios de un princpiante... apañado vas.
    Salu2 con nota,Clochard.

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    1. Tengo la fortuna de, de momento, disfrutar hasta del sonido de los novatos. Espero que mejore tu concentración, y que encuentres el silencio que necesitas para concentrarte.

      Salud, Dyhego.

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  2. A mi me resulta muy complicado abstraerme del entorno y es curioso por que cuanto más murmullan peor.Y te puedo asegurar que no me interesa lo más mínimo lo que puedan decir pero,a mi subconsciente parece que no.Me encantaría tener esa cualidad.
    Un abrazo concentrado!!

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    1. A veces pienso en esa facilidad mía, y no me resulta fácil entenderlo, a no ser por el hecho de que estoy acostumbrado, de que es así.

      Mil abrazos.

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