martes, 25 de agosto de 2015

Ciencia natural


Resultado de imagen de cambio constante

Decir que jamás nos sorprende la aurora donde el poniente nos dejó es como decir que no te bañaras dos veces en el mismo río. Tanto Heráclito como Graham Kalihil tenían en común la seguridad del continuo y constante fluir del tiempo, la permanente renovación del mundo, como quien cada día al despertarse procura sorprenderse del espectáculo de la vida. El panadero que vende barras calientes; el peluquero que sube la carabina de su peluquería con la habilidad adquirida durante años de hacerlo con un cigarrillo en los labios y no dejar que la ceniza le caiga en la solapa; el guardia urbano con gafas de sol del que nunca se tiene la certeza de si te estará mirando a ti o no; los estudiantes que caminan con su mochila al hombro hacia el instituto o la facultad; el autobús que llega y no llega; la parada de taxi en la que hacen cola una retahíla de luces verdes a la espera de un pasajero; las madres que tiran de un carricoche dentro del que reposa un alma limpia de complejos y prejuicios; los vecinos que saludan y los que al cruzarse con uno lo hacen cabizbajos y abnegados por sus circunstancias; el cúmulo de detalles de los que extraerle un ápice de belleza a cuanto nos rodea y la cantidad de cotidianas situaciones de las que conviene apartarse para no caer en la red de la desidia, del barato discurso de los impostores que ensalzan su fracaso acusando a todos pero sin mover ni un dedo para ponerle remedio al mal del que ellos son embajadores; la bondad y la alegría, el sueño y el disparate, la velocidad y el frenazo, el aluvión y la calma, la vida en estado puro; el presente continuo de nuestras obligaciones, de nuestras recaídas y levantamientos del suelo por la mera curiosidad de saber qué es lo que va a pasar, qué será lo que nos aguarde, lo que nos espere con los brazos abiertos, lo que nos tiene preparado el futuro inmediato del minuto después a haberlo pensado. Mantener esa capacidad de asombro intacta, o lo más posible a salvo de tapones que entorpezcan el análisis de cuanto nos acontece, tiene algo que ver con estar dispuesto a dejarse llevar por el buen uso de la paciencia. Decía Bertrand Russell que las refutaciones son raras veces definitivas ya que en la mayoría de los casos son sólo el preludio de ideas más afinadas. Es esa, en cierta manera, la ciencia del descubrimiento del día a día en el que nos vemos envueltos, la mira telescópica al servicio de los cinco sentidos, el desarrollo de las difíciles artes de la transigencia, de la empatía y de la condescendencia sobre todo aquello a cerca de lo que no se tiene ni idea pero donde se encuentra el punto de partida, la parrilla de salida del avance y el progreso, del desarrollo personal puesto en bandeja a poco que uno abra los ojos.

2 comentarios:

  1. Ojalá pudiéramos estirar el presente cuando estamos bien.

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  2. De nosotros depende en parte hacerlo, o predisponernos a hacerlo.

    Salud, Dyhego.

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