miércoles, 27 de enero de 2016

Fotografías


Resultado de imagen de fotografía

Ve uno unas cuantas fotos y siente ya la capacidad, el impulso, de trasladarse a otro lugar, a ese lugar que está viendo y en el que se reconoce paseando aunque nunca haya estado allí. La fotografía tiene esa capacidad de expresión que connaturaliza al hombre con su entorno mediante el inmediato reflejo imaginativo que lo lleva de la mano a recrearse en otra época, en otra ciudad, en otro país con otros árboles y otros bosques y otros ríos y otras calles. El rostro de una persona reflejado en una fotografía tiene algo de inerte y de pétreo, de inmóvil y de figura decorativa, pero hay algo en el ser humano de lo que se desprende la sensación vital de la existencia, un rasgo característico que sirve de llave para orientarnos en el estado en el que se encuentra quien es retratado o sencillamente pillado por sorpresa en el momento justo en el que se hizo esa fotografía: los ojos, la mirada, las pupilas.  El ojo que mira a través del objetivo es inconsciente de que es un captador de ideas, no sabe de la trascendencia que pueda tener la instantánea que se dispone a hacer; a veces un mínimo gesto, una escueta postura, una leve variante pueden condicionar la impresión, la expresión, el mensaje, ese heterodoxo manantial que viene a ser la innumerable variedad de lecturas en función del ser que contemple el resultado, de los otros ojos que se atreven a mirar, a desentrañar y traducir, a imaginar, y que solo disponen de una imagen para sacar sus conclusiones, las emanadas de la representación de los otros ojos, los que no son ni de quien hace la foto ni de quien la contempla, sino los ojos de quienes han sido fotografiados. Las miradas de una fotografía hablan desde la cercanía de la distancia, se dirigen a nosotros dándonos detalles de la misma manera que el lector completa la lectura de una novela, nos dicen cosas que hay que saber descifrar en el código interno de la observación, en lo que aparentemente se presenta accesorio pero acaba cumpliendo la función de la pincelada del impresionismo: una pose, unos labios y una barba, unas gafas y una melena, una silla y un balón de baloncesto y unos hombros de esculpido helénico, una bicicleta con una cesta en la parte de atrás apta para transportar en ella libros, frutas y verduras; Un árbol y un río y un bosque frondoso; la fachada de un edificio con aspecto de universidad y un aire de civilización avanzada en el entorno; una aceitera y un cacillo en el que reposan los restos de una infusión, gestos de cotidianos, gotas de agua de la calle y el hogar, vida dentro de una imagen como vida hay todavía en los ojos de La joven de la perla de Vermeer de Delf. Se pone uno delante de una litografía, o un daguerrotipo, no sé muy bien, de Juan Antonio Cavestany, y aún parece que fuese el poeta a recitarnos un poema, o que está pensando en lo que nos quiere decir. Las cosas también nos hablan; hay algo en cada cosa fotografiada que nos lleva a pensar en la persona a quien puede pertenecer, como quien en mitad de un paseo descubre algo en un escaparate que de manera inmediata lo conecta con un ser conocido a quien le haría mucha ilusión tenerlo. Escribo hoy sobre esto porque me han regalado unas cuantas fotografías en las que además he podido descubrir la estupenda atracción que tienen las instantáneas cuando son sacadas de la cámara de un aficionado, de un familiar, y del persuasivo poder a iniciar un viaje que éstas emiten.

7 comentarios:

  1. Es el contínuo afán del hombre por buscar la inmortalidad y sobre todo detener el tiempo y llevarlo consigo. Yo tengo el móvil y el ordenador lleno de tiempos detenidos, momentos irrepetibles y paisajes inalterables ...
    Un abrazo intemporal!!

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    1. Dichosas tú y tu fortuna en forma de imágenes y de buenos recuerdos. Hay una magia en la fotografía en forma de un lenguaje sin palabras.

      Mil abrazos.

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  3. Disculpa Juan,no se por que razón se duplican los comentarios y por eso tengo que eliminarlo.;)

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  5. Si esas fotos te han inspirado, el fotógrafo ha de ser bueno.

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    1. Los fotógrafos de esas fotos tienen mucho corazón; así de bien les han salido.

      Salud, Dyhego

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