sábado, 9 de enero de 2016

Opaca transparencia



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Casi nadie se atreve a decir la verdad, su verdad, lo que piensa, lo que siente, lo que le hace daño, cosquillas en el alma que dejan cardenales morados y rojos y azules y propensos al trauma, lo que le propina sarpullidos como de un mal sarampión que había que pasar y que nunca termina porque se atenúa pero permanece ahí, a la chita callando esperando el momento en el que renacer y volver a hacer de las suyas dirigido por el mando a distancia del mal uso de nuestra tolerancia, lo que le molesta, lo que le toca la moral, aquello por lo que hace tiempo anda pensando en mandar muy lejos todo falso proyecto amparado en misérrimas promesas que no se sostienen ni con la edificación de la más astuta de las demagogias; desfiladeros de inciertas formas y maneras carentes de sentido salvo que se amparen en la mera subsistencia; eso es lo jodido aún siendo lo primordial y básico, la susbsistencia, el punto álgido al que hemos llegado, el aro por el que hemos tenido que pasar, la coartada que hace posible tanto desajuste, tanto galimatías, tanto atropello e injusticia, tanto soborno, tanto a cambio de tan poco, pero ojo, con nuestro consentimiento; hechos afines a dejar la pelota en el tejado de otro; Ni nos declaramos la guerra ni nos firmamos la paz, mentiras a medias de las que depende de qué lado se incline la balanza se hace uso a favor o en contra; autorretratos maquillados con cinismo propensos a la enredadera mental de la pérdida de valores. Una de las cosas buenas de lo quemados que andamos es el escepticismo, pero la desmesura sobre el mismo hace que se acaben confundiendo los discursos lúcidos, a los que no hay que renegar siempre y cuando nos abran los ojos, entre muchos otros que andan muy a la zaga y que solo se proponen quejarse por quejarse, y si es posible y de paso llevarse algo a la buchaca, a costa de otros, de los que están ahí, de los que defienden las causas, los que se la juegan, los que tienen conciencia, los que no le ríen las tonterías al jefe, los que no son unos pelotas ni unas serpientes ni unas ratas de alcantarilla; bolsillos desfondados en la persecución por crear una personalidad propia que nos defina y que suscriba lo que decimos sin necesidad de cagarnos de miedo, sin necesidad de vendernos por menos de nada. Es muy triste ver cómo hoy en día no conviene hablar cuando conviene, cuando viene al caso, cuando es el justo y preciso momento de decir hasta aquí hemos llegado, y, cosas de la cosa, ésto, hablar, llamar a las cosas por su nombre sin inventarse nada ni pedir un imperio, se acaba por confundir con rebeldía, con sacar los pies del plato, con ir contra corriente, con lo que no es cuando lo es de verdad porque cae por su peso, por el específico peso de la clarividencia que deja pasar la luz en esta opaca sociedad de la transparencia. Qué aburrimiento. 

5 comentarios:

  1. Es un aburrimiento y un desgaste interior.Es:como la lluvia en la naturaleza,la necesitamos para vivir pero,modifica todo con la erosión que provoca al caer con tanta fuerza.Creo que la respuesta está en el viento...Como decía Bob Dylan.
    Un abrazo natural!!

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    1. Qué bonita canción la de Bob Dylan; hay que aprender a esperar sin razón, como dice Santiago Auserón.

      Mil abrazos

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  3. Es difícil decir la verdad.
    Quiero creer que hay una diferencia entre "no decir la verdad" y "mentir". Se miente para conseguir ilícitamente algo. No decir la verdad, a veces, es no querer herir.
    Había una película muy interesante, que no pude terminar de ver por no recuerdo qué razones y cuyo título desconozco, en la que se mostraba un mundo en el que todo el mundo decía la verdad... hasta que uno dice la primera mentira.

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    1. Estaría bien ver esa película; así empiezan muchas cosas, a partir del momento en el que uno da el primer paso.

      Salud, Dyhego

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