viernes, 29 de enero de 2016

Viernes



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Viernes que te llamas como el Viernes de Defoe, Viernes a lo Crusoe, viernes Robinson urbano, Venus tendida, vespertino reposo deseado; viernes Boticelli, augurio de las horas libres, prólogo de la tregua de no sé cuántas horas gastadas; lecturas pendientes de retomar el hilo que le dé sentido a aquello que quedó entre dos páginas; incertidumbre de la disyuntiva del derroche, todo por delante, todo lo que cabe en las cuarenta y ocho horas siguientes cabe ya en la anticipada imaginación de un viernes. El viernes trae a las espaldas las andanzas de las jornadas que precedieron a la del lunes, cuando una voz salió de debajo de la cama para decirnos Lázaro levántate y anda, y se encarga ahora de atenuar las arritmias del paso de los días en sobresaltos de siestas mal echadas, de los despertadores cuando amanecía muy temprano y la ciudad aún permanecía callada, sola en su desierto de humedad y farolas encendidas, de declaraciones del rocío, de fachadas que bostezan, y ese olor a café con el que resucitan las paredes del hogar y empiezan a desperezarse las alfombras; es con el aroma del café como empieza una casa a sentirse ventilada, lo de después son tareas domésticas, responsabilidades del intensivo cuidado de la domus, pero el perfume, la esencia de mañana y de vida y de choza urbana, de legañas desterradas, se lo da el café. Trae el viernes debajo de su brazo el cuento del fin de semana, la jornada que termina a las tres de la tarde y llena los bares, o los llenaba, de gente ansiosa de decir hasta aquí hemos llegado, ya está bien, a esta convido yo, no te vayas. No te bañarás dos veces en el mismo viernes. No hay viernes que no se acuerde de la noche del jueves, que viene a ser un trozo de viernes impaciente, una manera de acelerarle el pulso al desarrollo de los acontecimientos, y eso es tan dramático como que te cuenten la película antes de entrar en el cine. Los días nos leen las ideas y todavía no se explican nuestra concienzuda manera de querer llegar antes, a dónde hay que llegar, a dónde hemos llegado, sin motivo que sustente las razones que nos empujan al estrépito; hay, por contra, que saborearlos, masticarlos, como el agua en la boca de la manera que recomiendan los doctores, que bastante tenemos ya con eso de que el tiempo es inexorable, tal vez, y por otro lado, y dicho sea de paso, la única verdad universal de la que podamos tener constancia, el resto son migajas más o menos inconscientes de sus propias limitaciones. Escucho las noticias y me digo aquello de al mal viernes buena cara, o me invento otro viernes con propensión a Radio clásica. Uno se inventa un viernes como se inventa una excusa para salir de un conflicto, de un laberinto de horarios, de esa cosa de la que parece que ya no hay quien nos saque ni nos salve. Este viernes de enero soñoliento y deformado por la plaga de las guerras tiene que acorazarse y forjarse como un rebelde para no caer en la tentación de enfadarse con el mundo. Tiro de Bloom y de Juan Ramón y me hago el sordo, miro para otro lado fijándome en las letras, en la ilejible caligrafía con cuerpo de J amontonada en amaneceres moguereños, me convierto en un Beethoven viernestando conciertos para piano. Viernes de bufanda, de carpetazo de estudiante, de atascos camino del retiro con dirección al aire libre; viernes trasnochado de neón y de saliva, de licores inyectados por la vena. Siempre hay un viernes para un descosido, siempre hay una fuga para unas cuantas cervezas que este viernes prometen ser poéticas.

7 comentarios:

  1. Viernes de renacimiento.Un abrazo azul!!

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    1. Qué curioso, siempre he identificado el los viernes con el color azul.

      Mil abrazos

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  3. Bien merecen un brindis esos viernes, y un guiño por lo bien descritos.
    ;)

    Besos.

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    1. Habría que hacer un brindis por cada uno de los días; el viernes tiene su aire de tregua anticipada que le confiere un poco de calma apta para brindar por ellos. Gracias, de nuevo, por tu generosidad.

      Besos

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  4. El viernes es un día de esperanza y de promesas.

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    1. El viernes es un día maravilloso, como lo puede ser otro cualquiera.

      Salud, Dyhego

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