lunes, 5 de noviembre de 2012

No se lo piensen dos veces.





Llueve y se nos nubla la visión, crece el número de desahucios y las deudas del estado para con sus ciudadanos. Crece el descaro de los presupuestos de financiación de los partidos políticos, la incultura de los diputados, el libre albedrío en el que se mueven los cánones y las modas, crece sobre mojado. Llueve en casa de todos, en la de algunos más que en la de otros, pero igualmente llueve, por dentro, siendo esta una lluvia de las que empapa el alma y acabará, aunque sea más que dudable, haciendo justicia cuando todos los tiranos y malechores del capital vomiten sus crímenes y sus incestos, sus furias y sus desgracias forradas de dólares. Las nubes tornan las tonalidades de su blanco hacia un gris oscuro de camarote del padrino. Las gotas colman el vaso del interés te quiero Andrés hasta instalarse en los huesos con un reúma bien diseñado en los laboratorios del desfalco. El charco de la necesidad inventada y contagiosa rebosa por las aceras del orden público, la venta de artilugios cuya utilidad no llega al par de días crece como la peste, como el virus de aquellos seres que quedaban infectados por la mirada en Ensayo sobre la ceguera, y corroe las tripas del intelecto dejándolo en polvo, en nada habitable para las neuronas dispuestas a la resurrección del raciocinio.

 Pero basta ya, no hago nada más que quejarme, escupir, morirme en vida echándole la culpa a unos cuantos vándalos, llorar, mientras el sol pasa por mi lado sin darme a penas cuenta del milagro de mi sombra. pero basta ya, hombre, sea usted tan amable de venir un rato, aquí será feliz, estará tranquilo, y no hablamos de una secta; aquí dispondrá de todo lo que necesita para sentirse en paz consigo mismo, para llenar sus pulmones de aire fresco, para cantar con Don Mclean o con J.J. Cale, para no necesitar pastillas para no soñar ni tener que cortarse de un tajo las venas, aquí y no en la piltra ni en el manicomio ni en el infierno, aquí y no en la hambruna ni en el desasosiego, aquí en el mundo normal y corriente y moliente y sencillo y sano y salvo y sabio por naturaleza. Aquí en la suerte de estar vivos y con los órganos a nuestra disposición, y con pan que llevarnos a la boca y con ilusiones que colorear de témpera, aquí en la vida de toda la vida que estos hijos de satanás quieren convertir en burbuja del averno, del haber no.

Me callo para no envenenarme si me muerdo la lengua, y paso página en este día nublado y maravilloso, que contemplo desde el balcón de la austeridad no impuesta por los ingenieros del descalabro, desde el ventanal de los bolsillos vacíos en el que todo se ve con la nitidez de la ligereza de equipaje que hace posible la enmienda del error sin mayores problemas de conciencia que los propios de la clase obrera, de la que en breve, si no lo han hecho ya, se avergonzarán los que parecía que se iban a comer el mundo hace treinta años. Vengan, sean bienvenidos al mundo de la mesa y el mantel, al tendedero de cuerdas que cruzan un patio, al sofá en el que se echan las cabezadas mas reconfortantes de la historia, a las zapatillas de paño y el batín a cuadros, a la esterilla en la que se secan los zapatos, a la cortina y la persiana que resguarda del frío junto con el tronco de encina, al taller de chapa y pintura del universo del hogar, a la carpintería del bocadillo de mortadela, al capricho concedido a mucha honra, a la nevera en la que se enfrian las cervezas del partido de esta noche, a la cesta de la compra con huevos y fruta y lentejas, a la cama que millones no tienen por no hablar de techo; vengan, acomódense que están en su casa, tómense lo que les apetezca, el agua del grifo es muy buena, mejor que algunas mineralesnaturalesembotelladas; vengan al mundo de la normalidad y dejen de ser artificiales, no se lo piensen dos veces, extra, extra, extra, descubierta una nueva forma de no ser atacado por el mal del consumismo, extra, extra, extra, solo son necesarios unos días de reflexión pero el éxito estará asegurado para el resto de su vida, extra, extra, y no lo han inventado los Yanquies, atrévase a comprobar a lo que sabe la dicha de lo sencillamente humilde: el aroma de la salud que nos permite estar vivos y coleando sin tener que agachar la mirada al cruzarnos con cualquiera ni tener porqué encontrar una cobarde escusa para incumplir el tácito pacto sin firma de los actos más sencillos. Sean ustedes bienvenidos y convénzanse de que se lo merecen.


4 comentarios:

  1. Clochard:
    ¡Ojalá esa lluvia lave las desvergüenzas, las injusticias y los oprobios para que crezca la honradez!
    Salu2.

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  2. Dyhego:

    Al menos nos queda la posibilidad de hacer que de puertas para adentro, en nuestros hogares, sea posible una manera sencilla de ver la vida y de saber que no es mas rico el que mas tiene, y de dejar de una vez de seguirle el rollo a los comecocos comerciales, sencillamente viviendo sin tanto trasto de por medio. Lo demás dudo que desaparezca, forma parte del pintoresco esquema social, de la paleta de colores de la desmedida realidad en la que nos encontramos, de puertas apara afuera.

    Salud.

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  3. Siempre sale el sol.

    Un besino desde Graná

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    1. Y nosotros que lo podemos contar y a veces parece que no nos enteramos. Salud para disfrutarlo.

      Besos.

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