lunes, 14 de julio de 2014

Los Technicolours



Rara es la vez que en una conversación en la que se haga referencia a la música que escuchábamos en los ochenta no me acabe acordando de The Beatles, porque en los ochenta yo fui uno de esos privilegiados niños que tuvo la suerte de escuchar a The Beatles en su casa, debido a la gran admiración que mi hermano Ángel, unos cuantos años mayor que yo, sentía y continua sintiendo por la banda británica. Recuerdo ir al colegio tarareando sus canciones sin disponer de la más mínima noción de inglés, inventándome los sonidos con los que yo más fácilmente identificaba cada una de las palabras de alguno de sus estribillos. Después, pasados unos años, más de una vez he oído de boca de algún que otro músico que no se puede hacer más con menos. Con tres o cuatro acordes bien colocados dándole vida a un ritmo vivo y pegadizo, bello, The Beatles fueron creando disco tras disco un montón de canciones ninguna de las cuales pasaba desapercibida ni distorsionaba en el conjunto de la obra. Todas son buenas, todas atraen, todas originan pensamientos y hacen que instintivamente se mueva un brazo, un hombro, un pie o un codo. En uno de los recorridos con mayor afluencia de público en las calles sevillanas, en la Avenida de la Constitución, suelen ponerse a tocar tres jóvenes artistas que deleitan al personal con sus versiones de The Beatles. Lo suelen hacer bien en la esquina del Banco de España con esta avenida, o justo enfrente, bajo las fotografías en blanco y negro con motivos culturales de esta ciudad que decoran la fachada de uno de esos modernos supermercados del ocio y la cultura que van menguando la sostenibilidad de las librerías convencionales. Los Technicolours tocan con un amplificador para el bajo y la guitarra, el sonido de la batería se sostiene al aire libre sobre el terciopelo de unas escobillas que se mueven con la maestría de esos músicos de jazz, o esos maestros de orquesta, que se saben de memoria todos y cada uno de los compases, de las blancas y las negras, de las fusas y las semifusas en las que se encontrarán con el latido del instrumento de uno de sus compañeros queriéndole decir ahora voy yo. Sus voces también se sostienen en el aire, a pulmón, a dúo o en un magnífico trío que declara la habilidad de la compenetración resueltamente interpretada. No hay ser humano que se resista a moverse mientras los escucha; todos los que en coro se concentran ante una de sus actuaciones sonríen y bailan; todas las edades confluyen en unos cuantos minutos cada vez que estos jóvenes se disponen a tocar desde Love me do a Help, desde Here comes the sun a Day tripper, desde Come together hasta una otra cualquiera que uno recuerda pero de la que desconoce el título aún sabiendo de su esencial existencia en el mundo de la música. Da gusto encontrarse con estos compañeros del paseo, y da rabia no disponer nada más que de unas cuantas monedas sueltas para dejar sobre la abierta funda de su guitarra, porque si la vida fuera poéticamente justa Los Technicolours contarían ya con uno de esos agentes musicales que los colocaran donde se merecen para que nos dieran a conocer la otra música, la que llevan dentro inspirada en los acentos rítmicos nacidos en un sótano de Liverpool.
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5 comentarios:

  1. Hay mucho talento suelto y desaprovechado, Clochard.
    Salu2 yelousubmarines.

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    1. Si, es así, cada día se puede ver con más frecuencia. Da gusto verlos, pero se merecen algo mejor.

      SALUD, Dyhego

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  2. Me encanta escuchar a los músicos en la calle,es tan de verdad,tan auténtico...Un abrazo musical!!

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    1. Es una maravilla poder contemplarlos, aprende uno a valorar las diferentes vertientes del arte con esa autenticidad; hay auténticos maestros en la calle.

      Mil abrazos.

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  3. Doy fe, los he escuchado muchas veces, he escuchado a grupos de Liverpool y no tienen que preocuparse, tienen calidad de sobra y tendrán un sitio privilegiado en el club de los más notables, la clave: seguir humildes y a paso firme, un abrazo a los technicolours

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