miércoles, 2 de julio de 2014

Quemados, y con razón





Casi a diario visito una cafetería que me pilla de camino al trabajo. Se encuentra situada en una zona en la que la concurrencia es frecuente. Consta de un bar y de una amplia terraza en la que es fácil ver siempre quince o veinte mesas llenas. A primera vista cualquiera diría que todo va bien , que el negocio funciona. En ella hay empleadas cuatro personas que se han de ocupar de todo lo que allí sucede: del servicio, la limpieza, los pedidos y la cocina; y de soportar al jefe con sus amigos a deshoras a cambio de una infame nómina cuya cantidad económica quedó obsoleta hace tiempo. Hasta hace poco hemos visto cómo los empresarios se aprovechaban de las ansías que tenían por conseguir un trabajo la mayoría de los inmigrantes, pero lo detestable es que eso mismo está empezando a pasar, o está sucediendo con total normalidad, también con los trabajadores españoles en España. Por supuesto que no trato de defender a nadie por su condición ni procedencia, todos somos iguales, pero lo que me indigna es la poca humanidad con la que se actúa habida cuenta del conocimiento que tienen los empresarios con respecto a las vicisitudes de sus conciudadanos, a lo difícil que es sacar a una familia a delante y lo poco que en ello reparan, al esfuerzo que supone tener que pagar las facturas mensuales para mantener una vida aparentemente digna, a la poca capacidad de ahorro, por no decir nula, que tiene un camarero al que se le prorratean en el contrato las pagas extras y no se le remuneran ninguna de las cuatro o cinco horas de más que echa cada día en su puesto de trabajo. Es una vergüenza. Como soy del gremio, algunas veces vienen a contarme sus problemas, lo que no se ve pero uno puede imaginarse porque basta con echarle un rápido vistazo a un par de detalles para saber que allí no se trabaja a gusto, para darse cuenta de que, como solemos decir, están quemados, y con razón. Descansan un día por semana, y dos veces al mes reciben medio día libre como compensación, para que estén contentos, porque no todo ha de ser trabajar. En este equipo se notan los síntomas del cansancio y de la explotación incluso en las tonterías sobre las que discuten entre ellos, que puede llegar a ser una de las cosas que convierta la situación en un infierno, porque el ser humano a veces es tan necio que no es capaz de ponerse de acuerdo ni en los peores momentos, en esos en los que un grupo de personas juntas reunirían la fuerza necesaria para llevarse el gato al agua con el sentido común de un discurso cargado de buenos motivos a favor del desarrollo de la empresa. Y si no, para algo están los sindicatos; pero he llegado a sospechar que todavía alguno de estos colegas, por miedo e inseguridad personal, se negaría a esa acción común y prefiere que pase lo que tenga que pasar, aunque ello suponga tener que hacerle la pelota al jefe como primer paso para sentirse reconocidos, eso si con las orejas agachadas y la boca bien cerrada. 

4 comentarios:

  1. ¡De eso se aprovechan, Clochard, de que la necesidad e mucha!
    Pero a todo cerdo le llega su sanmartín, esperemos.
    Salu2 de barra.

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    1. A este paso pasará mucho tiempo antes de que a este tipo de cerdos les llegue su San Martín, me temo. Hay que seguir luchando.

      SALUD, Dyhego.

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  2. Cada día veo como se infravalora el trabajo que realizamos dando por hecho nuestras obligaciones y no valorando el superextra que damos gratuitamente argumentando que es por un bien común.Y mi bienestar,mi satisfacción personal,mi autoestima,mi tiempo libre,mi familia...pasan a tener en muchas ocasiones un segundo lugar.Si todo lo entregado tuviese una valoración positiva demostrada;el trabajo y la vida personal formarían un todo homogéneo dando a lugar a una estabilidad emocional.Y aun sabiendo los empresarios que esto es así,prefieren tener obreros descontentos que personal fiel y entregado...Que triste!!
    Un abrazo fiel...!!

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    1. Depende de nosotros, de nuestro auto reconocimiento y de nuestra manera de enfocarlo, porque de otra forma, si esperamos a que se nos reconozca algo, parece imposible. Hay que tener mucha fuerza de voluntad y tesón, y unas buenas espaldas, y buenas causas para soportarlo. Ánimo, podemos.

      Mil abrazos.

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