jueves, 13 de noviembre de 2014

Noviembre, Noviembre



Debe ser la particular propiedad de la luz de las mañanas del mes de Noviembre, debe ser que los otoños se me pegan a la piel, debe ser por esto por lo que siempre en esta época me siento predispuesto a pensar en la Navidad de una feliz manera que ha sido una constante a lo largo de toda mi vida; se trata de una antelación que se cuela en mi espíritu como se cuelan en la televisión esos anuncios que mucho antes de final de año empiezan a ofrecer perfumes y todo tipo de típicos regalos para el día de Reyes. Siempre me pasa que cuando va acercándose Diciembre comienzo a sentir la cualidad de esos días en los que desde mi niñez he notado una palpable diferencia en todo lo que me rodea; una diferencia con respecto al resto de los meses basada en una de esas sensaciones que se instalan en el cuerpo como una defensa contra los virus del infierno terrenal; se trata de una de esas impresiones que se tocan con los dedos del alma, un estado llamado a encontrarse bien sin aparente fecha de caducidad. El otoño levemente pasado por agua, el sonido de las hojas al pisarse, lo rara que va resultando ya la costumbre de tomarse un helado, la duración de los días, las mangas de la camisas, el primer jersey, el rescate de las bufandas que se encuentran al fondo del ropero, el frescor del metal de las puertas, el olor a tierra mojada, la relegada cerveza por el vino, la vida misma que parece estar encerrada en un obrador de pastelería y los atardeceres, sobre todo los atardeceres que para mi son el recuerdo de saber que quedaba poco para atravesar España conduciendo de vuelta a la infancia, o para coger un avión y pasar la Nochebuena en Barcelona; el otoño y el mes de Noviembre que son el reverso total el uno del otro, la misma cosa vista desde diferente perspectiva. Otros recuerdos son la emoción previa a la preparación de los exámenes del primer trimestre del instituto, o  salir de la biblioteca cuando ya se ha echado la noche encima y todo incita a un recogimiento en el que proseguir la lectura en el hogar después de la cena. Este mes huele a biblioteca igual que a sala de cine, huele a faldas de brasero, a radiador y a esos primeros fuegos de chimenea con cuyo aroma se perfuman los pensamientos que se quedan embobados mirando con fijeza a través de la ventana la cualidad de las gotas de lluvia que se escurren por los cristales. Noviembre.

4 comentarios:

  1. Pues yo estoy en esa época en la que, como los hijos son mayores y ya va faltando mucha gente, la navidad no me resulta atractiva. En fin, habrá que pasarlo lo mejor que se pueda. Procuraremos salir indemnes, jajaja.
    Salu2, Clochard.

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    1. Bastante tristeza tenemos ya con el panorama gobernante, de modo que ánimo!!

      SALUD, Dyhego.

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  2. Como decía Mario Benedetti:"Cuanta tristeza hay en la felicidad"...Días felices y tristes al mismo tiempo.Abra que ponerse la mascara de navidad...
    Un abrazo de chimenea!!

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    1. A mí la Navidad me gusta sin máscara, tal cual, como es con mi ser como soy y estoy en ese momento. Pero a lo que vamos: el otoño me invade de esa mezcla tan bien puntualizada por Benedetti.

      Mil abrazos.

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