miércoles, 7 de enero de 2015

De quita y pon



Vienen de camino los Reyes, esos reyes, habrán incluso llegado antes de que sea publicada esta entrada, este trozo de pensamiento escrito al respecto de la anual visita que más emociona, la más esperada, a los niños, a casi todos los niños. Habrán venido ya los Reyes, los magos de Oriente, los magos de occidente, del Este y del Oeste, con sus bultos a cuestas, con sus camellos cargados de paquetes y sus alforjas rebosantes de cartas con remites del mundo entero. Quién no le ha escrito alguna vez una carta a los Reyes Magos. Qué seríamos sin los Reyes Magos, sin sus regalos, sin la omnipresencia que les permite llegar y estar en todas partes, como dioses. Con qué ansia espera un niño la llegada del día de los Reyes Magos; eso solo se puede saber siendo niño, siendo un afortunado niño de vida normal y corriente no mordida por la lepra de la pobreza y el arrinconamiento de la marginación. Menos mal que dentro de los desaguisados de nuestra civilización, de nuestra muy bien nutrida de fraudulentas asociaciones sociedad, se haya pensado en dar un respiro de vez en cuando con festividades de este tipo, porque aunque sea tirando de hipocresía, de cinismo, vuelvo a escribir, de premeditación y de alevosía, ese día ahí está para que lo disfruten los que no tienen otra cosa peor en la que pensar, esa gente llana que se empecina en hacerse la vida feliz con pequeñas cosas; lo malo es que son ya demasiadas las trampas comerciales que se están encargando de hacer caer a la ciudadanía más débil en el engañabobos de la compra obligada y en la admiración que empiezan a despertar determinados energúmenos, toreros de salón. Llega, habrá llagado ya, este día con sus alcaldes y sus concejales desfilando delante del populacho atolondrado, con sus carrozas y caravanas, con sus desfiles y toneladas de caramelos, con sus correspondientes estafas, con sus escaparates y sus obscenidades, con sus multimillonarios futbolistas regalando migajas a los niños sin escuela, con sus famosos de crónica rosa visitando hospitales, con sus gentes de la jet haciéndose los buenos, los modosos, los generosos, limpiando su imagen de buitres y desatascando sus tabiques de acumulada farlopa a lo largo de las noches sin tregua de éxtasis y entusiasmos de pacotilla. Lo malo para quienes aún guardamos cierto romanticismo  a la hora de pensar sobre estas cosas, sobre la esencia de un regalo, es ver cómo se desvirtúa, a base de indecorosos y prohibitivos decorados, el significado de la palabra regalo para convertirse en comercio, en transferencia, en intercambio, en envoltorio, en colorido de quita y pon, en nada en particular, mero trámite, poca cosa, poca monta, aire, vacío, vacuidad, falsedad, yo te doy y tú me das, ida y vuelta de paquetes de unas manos a otras.

4 comentarios:

  1. Clochard:
    Bendita ilusión.
    Por otro lado, el asunto de los regalos escapa a nuestras manos. Cuando mis hijos eran pequeños pedíamos a los familiares que sólo les hicieran pequeños regalos, algo simbólico, cuentos y cosas así, pero nada. Ni p... caso. Que si son los sobrinos, que si yo les regalo lo que quiera, que si es una vez al año, que si tal y que si cual. No quisieron entender nuestras razones, por lo demás, lógicas. Y qué puñetas, pasando de nuestra opinión de padres.
    Tanto regalo es un disparate.
    Salu2 sin disparatar.

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    1. La Navidad entera acaba siendo un disparate, fuera de las costumbres más humildes.

      Salud, Dyhego.

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  2. "Los adultos"siempre desvirtuando todo lo que tocan.
    Bendita ilusión!!
    Um abrazo ilusionado!!

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    1. En cierta manera, si; es por eso que deberían pararse a ser un poco niños durante la Navidad.

      Mil abrazos.

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