miércoles, 14 de enero de 2015

Inventarse un dios



Buena parte de lo que nos sucede depende de nosotros, de nuestras decisiones, de la tramoya de nuestros planes, pero no todo, afortunada y/o desafortunadamente. Hay ocasiones en las que uno es capaz de dominar y determinar las causas y consecuencias de sus actos, y otras en las que todo sucede de una manera tan fortuita que casi no da tiempo a pensárselo dos veces. Entre la premeditación, la reflexión, la intuición, la decisión y el cálculo se extiende un campo de visión en el que se encuentra la resolución de los enigmas de las resoluciones. Pero quién es el guapo que tiene la llave del cofre, que se encuentra justo en medio de ese paisaje, en el que están la soluciones de los jeroglíficos que continuamente andamos buscando. A veces siente uno que el hecho de no haber tomado una determinación ha sido lo que precisamente le ha llevado a atracar en buen puerto el barco que de otra manera hubiera naufragado si hubiera seguido el instinto, la intuición, que no siempre se aproxima a lo más conveniente. El azar juega un papel importante, por eso pienso que lo que hay que mantener firme es la esperanza en uno mismo, el autocontrol y las aspiraciones al desarrollo personal, el solo saber que no se sabe nada, la humildad y la salud, la sabiduría y la constancia, el tesón y la voluntad de querer continuar en la brecha de la vida, con sus más y con sus menos. 
Hoy en día es muy fácil ver a gente cabizbaja; todo se llena de desconsuelo, como un ascensor pintado de gris y sin espejos; todo se hunde a partir del momento en el que hay un hombre pidiendo limosna en cada esquina y un loco perdido clamando en mitad de la calle, y dando miedo. Miedo es lo que le da a uno de verse así algún día, por eso no dejo de pensar, además de en el tiempo, en la locura, en lo fácil que es alcanzarla, ser poseído por ella, sumergirte en ese lodazal de arena mezclada con agua infectada de desaliento. Quien más y quien menos ha tenido la oportunidad de sentirse tan mal alguna vez como para desear mandarlo todo al fondo del mar, pero nunca sabremos cómo se siente un hombre de esos que se cruzan con nosotros por la calle con cara de desquiciados, de idos, esos hombres cuyas cuencas de sus ojos son tan profundas como el abismo que los separa de la realidad; esos hombres cuyas uñas son largas y negras, saturadas de suciedad, cuyos cabellos parecen de cartón de lo apelmazados por la mugre que se encuentran. Cada día llevo peor eso de estar habituándome, de estar acostumbrado ya, al paisanaje durmiendo sobre las aceras, o tapados por cartones en inmundos soportales rociados con meadas de la bípeda fauna de la ciudad. Cada día llevo peor eso de sentir que las cosas son así, aunque así sean, y no tengo más remedio que inventarme algún dios para darle las gracias, tal vez el mismo que me acompaña y en el que pocas veces pienso. 

4 comentarios:

  1. Hay que intentar que la rutina no nos arrastre.
    Salu2, Clochard.

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  2. Que no nos arrastre a la desesperanza.

    Salud, Dyhego

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  3. Esta semana anterior,el Papa Francisco I,creo,estuvo en Filipinas y salieron en el telediario no recuerdo de que canal.Unas imágenes de una niña filipina de "la calle",así la nombró el periodista,haciéndole una pregunta al Papa.Que decía así:¿Por qué Dios permitía que hubiese tantos niños en la calle mendigando y cayendo en la prostitución?¿Por qué Dios les dejaban tan solos?Por supuesto,cortaron la respuesta...Todavía se me pone un nudo el pecho de pensarlo,se me viene la imagen de los niños y hace daño.Hay mucha pobreza en el mundo.¿Qué Dios puede permite eso?
    Un abrazo emocionado!!

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    1. No sé si fue Henry Nouwen o Karl Adams quien dijo aquello de que cada vez que Dios te pone delante un regalo lo envuelve en un problema; pero desde luego que si la humanidad entera es capaz de desenvolver el regalo actual a buen seguro que nos espera el Paraiso para la eternidad.

      Mil abrazos.

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