miércoles, 7 de enero de 2015

Multitud



Hombres, muchos, muchas, hombres y mujeres, van por la calle, juntos o separados, en pareja o en trío o en solitario, cogidos de la mano o a la buena de dios, en bicicleta, a pie, con botas de cuero o descalzos, pero van, a lo que vamos, que van y vienen y viceversa desorbitados por las ansias de llevarse algo al bolsillo, por la tentación de decir quiero, compro, me lo quedo, me lo pillo, ya es mío. Hombres y mujeres que pululan como hormigas y se acompañan de bolsos, de mochilas y carteras, de bolsas de plástico con nombres de tiendas, de comercios y de grandes y pequeños almacenes; hombres y mujeres que forran sus miembros con guantes y bufandas, con pieles curtidas y cazadas, con armaduras contra el aire de la ciudad. Como si fuera un desierto, no mirando a nadie, no viendo nada, se dirigen hacia el próximo escaparate, hacia la próxima oferta, hacia el cartel más cercano en el que aparezca la palabra Rebajas. Muchos cuerpos que no se topan, milagrosamente, moviéndose de un lado para otro, encapsulados en sus atuendos invernales, camuflando sus miradas con gafas de sol, algunas de ellas estrambóticamente modernas, hechas adrede para superar lo antes posible un sentido del ridículo que ya suena a antiguo y que ha alcanzado su grado máximo, a prueba de bombas; porque ya el que no tropieza en esa piedra, en la idiotez de hacer el tonto sin hacer ni pizca de gracia, se ha quedado demodé, fuera de sitio, es decir que hay que ser un imbécil, o hacérselo, de vez en cuando. El sentido del ridículo, yo siempre lo he tenido, por eso caigo con frecuencia en la vergüenza ajena, sobre todo, y puede que cuando más, cada vez que veo una de esas horripilantes manifestaciones de un sobresaliente mal gusto desparramadas en las despedidas de soltero/soltera en las que, ahí lo dejo, o en las prisas que generan la llegada de las Rebajas. Qué aburrimiento. Multitud, eso es; multitud inconsciente y adormilada, adiestrada y poco reflexiva. En una famosa fotografía hecha a una multitud se puede ver a Hitler cuando era un sencillo y desapercibido ser de carne y hueso, tan perdido en el abismo de la masa como uno cualquiera de nosotros en mitad de la grada de un estadio olímpico lleno de gente, o en una de esas atestadas escaleras mecánicas de cualquiera de los centros comerciales en los que nos perdemos de nosotros mismos, hasta olvidarnos. Gente, hombres y mujeres, multitud, ceguera, abismo, rebaño, moda, masa, Soledad.

4 comentarios:

  1. No son las cosas,ni donde estés,ni la ropa que lleves,ni la lectura que escojas,ni el color de tus zapatos,ni el camino que escojas en un momento dado,ni la familia que tengas,ni el trabajo que te da de comer...Somos nuestro "Yo",sin piel,sin gafas fosforitas,sin ropa de marca,sin malos o buenos momentos,nuestro yo interno;el que se queda con nosotros cuando todos se van...

    Un abrazo sin piel!!

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    1. Desde luego que si; y lo bonito que es sentirse bien acompañado por uno mismo.

      Mil abrazos.

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  2. Y la mayoría de las cosas que se compran no sirven para nada.
    Salu2, Clochard.

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