martes, 13 de enero de 2015

Otra vez




Salir a la calle en un día libre es como pararse a pensar por dónde empezar, qué hacer primero, con qué continuar, en qué invertir de la manera más urgente el tiempo del que se dispone. Ayer dejaste cosas inacabadas, lecturas pendientes, llamadas que se retrasaron y no acabaron haciéndose, y hoy sientes las ganas de apretar el tiempo, de comprimirlo, de que te de tiempo a hacer todo lo que sabes que no te dará tiempo a hacer, de jugar con el tiempo pero sin jugar con el fuego que lleva dentro, de meter toda una vida en un día de tu vida, de la vida. Algo así decía Juan Ramón Jiménez, lo de una vida en un día, cosa que por cierto ahora viene a recordarnos Antonio Muñoz Molina en su nuevo cuaderno Visto y no visto. La tentación de salir a pasear ininterrumpidamente, el gozo de sentir que se tiene por delante toda una jornada sin obligaciones, con la posibilidad de no tener por qué escuchar a nadie; el aliento de saber a ciencia cierta que hay películas esperando, y bibliotecas, y bancos en el sol de un parque, y bares con cervezas rebosantes de espuma, y tardes que se enfrían en este invierno sevillano que tan templados medios días nos ofrece, y amigos con los que al cruzarse uno por la calle sonríen y te hacen quedar para otro día en el que cabrá otra vida. Siempre la intuición de dirigirse a un sitio y no a otro, siempre el antojo o la tentación de empezar una novela cuando no se ha terminado de leer otra, por el gusto de comenzar a hacerlo, por la irresistible tentación de quedarse con la primera frase, por la distracción implícita en la holgazanería y la libertad ejercida con la mayor de las benevolencias, por el curso de la felicidad de sentirse a gusto. Luego, el tiempo como obsesión, en medio de toda esa ancha nube de espuma; el tiempo, las horas, los días, los meses y los años; la edad, lo que va quedando, la reincidencia, el imán que me lleva a querer escribir sobre lo mismo; los mecanismos del cerebro llevándome a la reflexión sobre el tema, sobre el mismo tema, sobre el tiempo de nuevo, nuevamente, otra vez.

6 comentarios:

  1. Disfrutar de un día libre es un placer exquisito. ¡Aprovéchalo!
    Salu2 diarios.

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  2. Te confesaré aquí y entre nos, que hace unos años, me dio por tirar mi reloj al mar. Empezar cinco libros al mismo tiempo, y abrir algunos por el final, otros por el principio, y otros por la mitad...
    Y reconstruirlos luego como un rompecabezas...
    Y divertirme tanto en el intento que desde entonces cuando voy por un libro, me llevo dos o tres... o cuatro
    ;)

    Saludos a deshoras.

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    1. En ese aspecto yo tampoco tengo defectos, todo son excesos; suelo empezar a leer libros, por el gusto de echarles un vistazo, que luego no termino, y cuando voy a la biblioteca me pasa que acabo con más libros en las manos de los que tenía pensado llevarme. Hay que reconocer que es un placer estar entre libros, sencillamente mirándolos.

      Salud.

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  3. Esto lo he hablado con un montón de gente y todos coincidimos en que tienen que ser mínimo dos días libres:uno para desconectar,vaguear,tirarse a la bartola...y otro para hacer papeleos,los mandaos,estar con los colegas,ir al cine,etcétera..La vida nos hace desear lo bueno para que lo valoremos más.
    Un abrazo realista!!

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    1. Es esencial disponer de tiempo libre para poder rendir en el trabajo, y para que el trabajo forme parte de tu vida sin más complicaciones que las que vienen solas.

      Mil abrazos.

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