jueves, 22 de enero de 2015

Thriller



Justo antes de comenzar a ver una película, mientras me acomodo en una butaca del cine, voy haciéndome a la idea de lo bien que lo pasaré en ese acto que supondrá el descubrimiento, la visión de un documento a base de imágenes, la película, ese mundo inventado con retales de la realidad como se inventan las novelas, diseñado por la mente de un director: la creación, la estética de la fotografía y de las bandas sonoras, los reflejos y los múltiples destellos de inteligencia que trufan los guiones, las distintas panorámicas desde las que puede ser observada la vida, o la contemplación de la misma desde el punto de vista de la madurez alcanzada por algunos personajes; el diseño, la ambientación en una época concreta sin que se escape ni un detalle, la jerga, el discurso, el mensaje, la moraleja. Anda uno a la espera del diferente mundo inmediato por el que va a darse un paseo, que en ocasiones puede acabar siendo un viaje, esperando encontrar en la proyección rasgos de la vida que pertenecían a lo inaudito, a lo desconocido, a lo no visto ni palpado ni sentido ni leído, y puede que ni imaginado: contrastes, situaciones no experimentadas con las que aprender, en las que vivir momentáneamente un poco de otra existencia dentro de esta misma, como cuando uno se mete de lleno en las páginas de un libro que durante un rato le hace vivir una doble vida, en el tiempo y en las costumbres del interior de la páginas, en sus formas de entender, en sus leyes y en sus cánones establecidos, en la constante comparativa con el suelo sobre el que uno se encuentra y la consecuente reflexión tras la que las conclusiones suelen ser el fruto de un buen aprendizaje.
No deja uno de ser un voyeur, un mirón desde un agujero hecho en la pantalla, viendo una película, a salvo de las circunstancias que deparen las escenas en las que el peligro acucia más constantemente. La emoción anticipada va ya sintiéndose desde el momento en el que uno sale de su casa, a sabiendas de que le esperan un par de horas, o más, sumergido en otra existencia. Es ésa para mi una de las más originales particularidades del cine: la posibilidad de meterse en una especie de refugio como el niño que se inventa un submarino debajo de las sábanas, para pasar en él un par de horas largas cargadas de inesperados acontecimientos, de un porvenir embalsamado por la ficción, por el cuentacuentos de la imaginación basada en la realidad, en otro mundo cuya frontera con el del más acá reside en uno mismo, en el ángulo de visión que mantiene alerta y bien despiertas las emociones.

4 comentarios:

  1. Lo que cuentas me recuerda esa espléndida película de Woody Allen en la que los espectadores se meten en la película, "La rosa púrpura de El Cairo".
    Salu2 fílmicos.

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    1. Esa sensación de formar parte es la que te hace sentir partícipe, estar en la gloria, en otro mundo, aislado de la realidad, recluido en ese maravilloso universo inventado en el que se vive a lo largo y ancho de un par de horas.

      Salud, Dyhego.

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  2. No se si en alguna ocasión te has subido a un simulador de las ferias.Es como una nave donde se meten un número reducido de personas y después de apagar la luz y proyectar unas imágenes en una pequeña pantalla;al igual que en el cine pero en pequeño,empieza a menearse de un lado al otro,dando pequeñas sacudidas,girando,yendo de izquierda a derecha y todo en consonancia con las imágenes.¿No se si me explico?Vamos,imagina una montaña rusa,cierra los ojos,¡ya?pues el simulador se movería al mismo ritmo que las subidas y bajadas para hacerte sentir como si estuvieras montado en una.Pues así me siento yo cuando voy al cine.

    Un abrazo,cierra los ojos,¿ya?...!!

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    1. Qué bien pinta esa montaña rusa. A ver si algún día la pruebo.

      Mil abrazos.

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