lunes, 30 de noviembre de 2015

Ir y venir.


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Suelen ser los trenes lugares con aspecto de animales mitológicos que le hacen a uno acercarse con el pensamiento hacia eso que necesita de la particular textura de la reflexión acompañada por el tránsito del paisaje, dejándose llevar en su interior por las escenas de árboles y montañas a medida que sus vagones se deslizan por esas vías de hierro que representan el camino fijado hacia ninguna parte y hacia todas al mismo tiempo, viendo pasar las hileras de olivos y de campos sembrados de trigo y de algodón y de siegas perpetuamente conquistadas por los jornaleros, decorando el itinerario con pequeños pueblos que pasan raudos ante la contemplación del viajero que se siente solo y unido al mundo mediante el cordón umbilical de la travesía a bordo de un gigante al que le chirrían las ruedas en las curvas y que cimbrea cuando su velocidad le hace frente al horario que no se permite un retraso. Cuando uno hace un viaje de un par de días a penas tiene tiempo de nada que no sea comprimir las sensaciones, escuchar canciones que le vienen a la cabeza mientras rememora el lugar al que se dirige; es como si todo tuviera que ser saboreado en unas pocas cucharadas o tragos, en unas pocas caladas, en un ir y venir de no más de dos días que hará lo posible por estirar sus noches como si de un chicle se trataran. Desde que pone los pies en la estación va siendo uno ya testigo privilegiado de cuanto acontece, viendo el movimiento de la gente, el transporte de maletas amontonadas en esos carros en los que parece que va un poco de todo lo que somos como guardado en secreto bajo la llave de los motivos que han generado el trasiego. Luego el viaje y el café que estimula la lectura de uno de esos libros de bolsillo que siempre hay que llevar encima como formando parte de uno mismo, disfrutando del placer de la soledad acompañada por los personajes de una de esas novelas que se leen en el transcurso de unas cuantas horas, echando una cabezada de vez en cuando para que la modorra disfrute del beneficio de esa estancia que se mueve atravesando límites de provincias y de mundos y de comarcas y de zonas clavadas en el corazón de Andalucía. Escucho la voz de un par de personas que acaban de conocerse en los asientos de atrás del mío y trato de ponerles cara, siempre inmerso en esa fabulación que le hace a uno sentir en carne viva la enfermedad de la literatosis, el hábito errante de quienes necesitan desentrañar las claves de la realidad mediante los mecanismos de una imaginación muy cercana a la tierra que se pisa y de la que tanto se añora a partir del instante en el que hay que darle paso al regreso. Compruebo el nomadismo, el ajetreo, la velocidad de algunos por incorporarse lo antes posible, el miedo de quienes piensan que puede que el tren salga antes de la hora fijada; compruebo como hay siempre un hombre dispuesto a ayudar a una joven muy guapa a poner su equipaje en las repisas de arriba del compartimento; compruebo lo fácilmente que la gente se cuenta sus cosas más íntimas tan solo unos minutos después de haberse conocido, con esa falta de pudor proporcionada por quienes saben casi con seguridad que no volverán a verse nunca más; me dejo llevar con la facilidad con la que lo haría si esto durara más, mucho más tiempo, entrándome unas ganas locas de ponerme a tomar notas sobre detalles, pesquisas, susurros de la mente, versos caídos del cielo, compases, luces y sombra, faros que iluminan a uno para hacerle ver la felicidad inherente en tanta riqueza como demuestra un simple viaje, un sencillo ir y venir.

5 comentarios:

  1. Los viajes en tren tienen una magia especial.

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    1. Los viajes en tren son de una inigualable carga literaria.

      Salud, Dyhego.

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  2. Los viajes en tren dan para mucho.Es curioso como nos abrimos a los extraños y nos cuesta hablar según que cosas con nuestros allegados.Espero,ex corde,que tenga usted un buen viaje.

    Un abrazo trendado!!

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  3. Los viajes en tren dan para mucho.Es curioso como nos abrimos a los extraños y nos cuesta hablar según que cosas con nuestros allegados.Espero,ex corde,que tenga usted un buen viaje.

    Un abrazo trendado!!

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    1. He disfrutado de un muy buen viaje; por su poesía, por la familia, por la vida que se ve desde un vagón, por la riqueza humana de las estaciones, por todo.

      Mil abrazos, Amoristad.

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