martes, 17 de noviembre de 2015

Punto de inflexión


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Escribo desde la biblioteca Alberto Lista de Sevilla, arropado por la tranquilidad que se respira en este sitio. A penas hay usuarios en las salas de estudio que generalmente están llenas de jóvenes del barrio afanados en sus ordenadores portátiles o en sus apuntes, en la dulce dedicación que supone el mental ejercicio de la lectura; parece como si la incertidumbre social que atenaza los ánimos en estos días se hubiera apoderado de los ambientes en los que se puede gozar del privilegio que supone la dedicación a los libros. Hay un velo de silenciosa intranquilidad en la calle, en el bar en el que he tomado café hace unos minutos, en el supermercado, en el zaguán de un bloque de viviendas compartido por familias de diferentes orígenes. Da la sensación de que en el transcurso de los últimos tres días el mundo se hubiera vuelto loco de mutismo, de desconfianza, de hartura atemorizada ante las posibles represalias. Los noticiarios no dejan de emitir programas especiales, entrevistas, reportajes, imágenes inéditas, primicias sobre nuevos auspicios de ataques terroristas, síntomas de una endémica locura que se ha propuesto acabar con todo. Quien más y quien menos no se fía, mira de reojo, se espera lo peor en cualquier lado y a cualquier hora, tal vez en el momento menos pensado, cuando uno sale a la puerta de su casa para sacar la basura y aprovecha para fumarse un cigarrillo mientras recibe la generosidad del fresco de las noches de noviembre; o a lo mejor en un colegio, para que el resultado sea más impactante, más atroz si cabe, más brutal y conmovedor, más en busca de los más inocentes, más cruel y canalla; o en un centro comercial al que la gente va para hacer la compra que había pensado para cocinar esa comida que llevaba tanto tiempo queriendo preparar; puede que en unas de esas cafeterías que a muy tempranas horas de la mañana se atiborran de trabajadores que desayunan y hablan de las cosas más triviales; quién sabe. Es curioso comprobar cómo no se saca este tema con la facilidad con la que solemos entablar una conversación cuando ocurre algo que tiene cierta repercusión, es curioso darse cuenta cómo nos refugiamos en la contemplación y en la quietud de ver la vida pasar aún a pesar del remordimiento, de las ganas de cagarnos en todo lo que ha hecho posible que hayamos llegado a este punto. Existe un punto de inflexión en el que cambia el comportamiento social, un punto a partir del cual se pueden usar las armas de la venganza sin reparar en los daños, un punto desde el que parte el buque de la guerra izando la bandera de la contienda, y ahí suelen ser las marionetas, los más débiles, el pueblo, los inocentes, los que luchan a diario en sus labores para salir adelante, los que acaban siendo las víctimas con las que se paga todo este cúmulo de sinrazones.

6 comentarios:

  1. Lo cierto es que todos podemos estar en el punto de mira o podemos estar en el lugar y momento inoportunos pero,hay que seguir viviendo dentro de una normalidad para disfrutar de cada momento sin miedo.

    Un abrazo de paz!!

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    1. Es una situación que hemos de salvar de la mejor manera posible, siendo conscientes del valor que tienen nuestras vidas y nuestro comportamiento y nuestra manera de pensar, fruto de lo cual podremos alimentar de cierta paz nuestro entorno más próximo.

      Mil abrazos, Amoristad.

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  2. Vivimos en un mundo de locos, yo me quedo con lo bueno que la vida me ofrece. Son dos dìas y no estàn para perderlos. Sin rencor abiertos a un futuro mejor

    Un beso. Reyes

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    1. Vivimos en un mundo de locos que se están encargando de volver locos a quienes no lo están; hemos de ser fuertes para mantener lo más firme que nos sea posible nuestra cordura y caminar con la tranquilidad propia de la buena conciencia, como tú dices, sin rencor.

      Besos, Reyes.

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  3. Ya lo pintaba Goya, el sueño de la razón produce monstruos.

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    1. Estamos envueltos en un cúmulo de sinrazones del que es difícil salir ileso.

      Salud, Dyhego.

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