viernes, 12 de febrero de 2016

Actualidad y presente


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Me despojo del noticiario con la solvencia del inocente, con la ingenuidad del niño que me habita, en un día como hoy cargado de nubes incesantes y dudosas de si romper a llover o dejarnos con la miel en los labios de una sacudida de humedad que riegue los campos. Me despojo de la televisión por no estar dispuesto a ver tanto horror, tanta intoxicación y tanto despilfarro de cinismo, y me va bien. Me siento un poco culpable por echar la mirada a un lado, por disponerme a no querer ver, pero después de todo quién es uno para juzgar a nadie y menos a uno mismo, a no ser que se empiece a parecer a alguien a quien detesta y salten las alarmas de un irreversible examen de conciencia; pero de momento corre el aire, aunque, como digo, no llueve ni fuera ni dentro, o sea que vamos tirando que es un decir, y rescatando de la despensa los poemas guardados durante el verano. Ojos que no ven y oídos que no escuchan, corazón que se refugia en Juan Gelman y en Benedetti, en Borges y en Luis Alberto de Cuenca. En un día como hoy prefiero el presente a la actualidad, como diría U/mbral, demasiado Um/bral, tan suyo, tan paisajístico urbano del madrileñismo, tan fotógrafo de las esquinas del interior de los cafés, tan niño Mortal y Rosa. Por desvincularme me retiro hasta de los periódicos, huyo, me fugo con el motín a cuestas de unos cuantos versos, me lavo por dentro, por fuera el tiempo se encarga de ponerme gris el pelo y de rizarme las cejas; el tiempo, bien mirado, riza el rizo con uno y lo va dejando en las sucesivas etapas a merced del temporal, y si uno no hace por donde se le acaba llenando la casa de porquería; hay que abrirle las ventanas al presente y cerrarle la puerta a la actualidad aspirando a que este método, por otra parte casero, se quede a vivir con uno durante un tiempo y sepa comportarse como un buen huésped enseñándole a uno a andar por el mundo, por el mapa del perverso galimatías de poner los pies en la calle. De dónde sale tanta noticia y tan poca información, me pregunto; de dónde sale tanta ropa sucia en el preciso momento del ataque y derribo; de dónde tanta casualidad con la que se acaba aburriendo uno y con la que tantos se casan. A freír espárragos la actualidad, me quedo con el presente continuo de los latidos del reloj de mi caja torácica que bien se merecen un vals.

2 comentarios:

  1. Despojarse de la tele y de la actualidad es un ejercicio que deberíamos hacer cada seis o siete días. Total. Siempre es lo mismo.

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    1. Es un placer que ayuda a despertar el aletargamiento de los sentidos dormidos por culpa de la saturación de estímulos corrosivos.

      Salud, Dyhego.

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