miércoles, 20 de abril de 2016

La magia de los libreros

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Paseo entre las estanterías de una de esas librerías que parecen supermercados del libro, y que a mi me gustan, porque me gustan todas las librerías tanto como para quedarme a vivir en una de ellas olvidándome del resto del mundo, y caigo siempre en la misma idea de la abundancia, del o de los océanos de conocimiento que tenemos a nuestra disposición, de la inabarcable variedad de materias y de voces, de firmas y de proyectos, de datos, imágenes, historias, detalles escritos, proverbios de la sabiduría de todos los tiempos, y en lo poco que usamos todo ello de forma coherente y en beneficio de la comunidad. Me da coraje pensar que el hábito por mirar entre las páginas de un libro, tan sólo por curiosidad, está empezando a formar parte de unos cuantos bichos raros de esos que encuentran en esta búsqueda de la pista perdida su reconfortante aspiración a salvarse en vida de la merienda de negros que se apodera de la realidad. Una de las cosas más agradables de vivir en una librería es el trato directo y bien documentado por parte de los empleados de ésta. Hoy en día es cada vez más fácil encontrar a jóvenes licenciados en alguna carrera de letras que se encuentran trabajando en una librería, seguramente a cambio de un ridículo sueldo, y haciendo una encomiable labor para con la difusión de la cultura y de las buenas compras del blanco sobre negro. Hay algo de continua investigación en la cara de los libreros, de carrera de fondo de los anaqueles de sus memorias, de orden de estantes y de catálogos repletos de novedades que habrá que colocar en algún lado, hay un misterio de asignatura pendiente y de lectura programada, un halo de lucidez acomodada en la tranquilidad que da el saber que no se sabe nada, hay algo mágico en algunas de las personas que se dedican a vender libros, como si ellos fueran enteramente conscientes de la importancia y repercusión de su gesto al abrir cada mañana la carabina o el cierre de su librería. A mí, que me gusta mucho ver como la gente hace su trabajo, sea el que sea, me resulta especialmente atractivo contemplar cómo trabaja un librero; hubo una época en la que estuve a punto de serlo, en una librería en la que el nivel necesario era el de un camarero aficionado a la literatura y un poco harto de su oficio. Poco después, y a medida que han ido transcurriendo los años, me he ido dando cuenta de la dificultad que entraña hacer bien ese trabajo, y tal vez por eso, por la paciencia y la perseverancia que hay que tener para ser un buen librero, cada vez que me siento bien atendido en una librería no dejo de pensar que estos seres forman parte de un orden perfecto ocupando el lugar, ejerciendo el papel, de una especie de ángeles de la guarda que nos abren las ventanas de nuevos mundos con los que resistir las desavenencias de este  pabellón psiquiátrico llamado planeta tierra.

4 comentarios:

  1. Cada vez leo más libros digitales, porque no hay sitio. De todos modos, los que regalos, sí son de papel.
    Yo no serviría para librero porque trastoco el nombre de todos los libros.

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    1. Bueno, nunca se sabe; seguro que harías un buen papel, Dyhego.

      Salud.

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  2. Que grato es cuando llegas a un lugar donde hay profesionales que no solo lo son, si no que lo parecen.Un abrazo mágico!!

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    1. Si, es de agradecer y de disfrutar, esa manera de hacer la vida vivible tan solo tratando de hacer bien tu trabajo.

      Mil abrazos.

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