desde la niñez he mantenido una especial predileción por la Navidad. Llegar a esta época del año haciendo recuento de lo encontrado en los meses anteriores, como recapitulando lo que el futuro me tenía reservado en esta píldora de trescientos sesenta y cinco días, es una inequívoca señal de que uno sigue vivo y contando los ciclos por navidades, como bien podría hacerlo por primaveras, que es otra buena manera siempre y cuando ese contar no resuma en demasía lo que merecedor de la pena del recuerdo tiene el inventario. La tonalidad de los atardeceres, que se vislumbra desde comienzos de Noviembre, aporta serenidad a cualquiera de los objetos de la calle convirtiéndolos en transeúntes forjados por la sigilosa espera, en pacientes testigos de las compras de regalos, en observadores de las hojas caídas, en benefactores de la inofensiva humedad del invierno. No sé si por tradición personal, debido a la felicidad acontecida en los Diciembres de mi infancia, pero el caso es que aun no se ha visto atenuada mi tendencia a sentirme especialmente bien una vez que han sido alcanzados los primeros susurros de finales de Noviembre. No entiendo eso que para mí se ha convertido en una especie de tendencia, lo de calificar de tristes a las fiestas navideñas, cuando, salvo que uno se sienta completamente afectado por el síndrome del consumismo atroz, habiéndolo convertido en motivo irrevocable de su existencia y ahora haya aterrizado el tío Paco con sus rebajas en la explanada de su vida, todo tiene una pinta de monótona dulzura y alegre nostalgia, creencias e hipocresías aparte, que pocas veces es conseguida en otras épocas del año. Pero claro, esto es tan subjetivo como la apreciación de los diferentes aromas de un vino. Si algo me pone triste es saber que existen miles de personas que no tienen ni con quien ni donde pasar estos momentos que tradicionalmente suelen vivirse en buena compañía.
Si separamos el grano de la paja y abrimos los ojos, si dejamos de mirar a los escaparates y a la tele, si salimos a la calle a llenarnos los pulmones con el aire del invierno turronero, a pasear por la nieve imaginada y por la arropada comodidad de la bufanda, dedicándonos a echarle una ojeada al panorama con una tendencia algo más modesta y al mismo tiempo vitalista, es fácil comprobar que las reminiscencias de los años de la niñez son capaces de recuperarle el aliento al desconsuelo generalizado, y que la poesía es saludable cuando se es consciente de la importancia que supone el mero hecho de estar vivo y coleando. Además son fechas muy indicadas para sacar un poco los pies del plato, aunque haya que sustituir el brut nature de antaño por un más modesto trago con el que calentarnos, y actuando con la debida cautela, ya que siempre se corre el riesgo de que todo lo eche a perder la maldita resaca, existen un par de cogorzas a las que parece que no se les pone peros; y si no es el caso podemos hacer como un poeta amigo mío que, una vez retirado de manera radical de la bebida, imaginaba que la cerveza sin alcohol que bebía era procedente del particular lúpulo de un país asiático en el que era elaborada semejante maravilla de líquido. Siempre la imaginación, y la parte más importante de nosotros que se encuentra en la infancia, obedece al corazón con razones de peso para salir a flote, e instalarse por un momento en la almendra garrapiñada y en el caramelo de miel de la pascua no deja de ser un buen remedio para desvelar la parte humana que no nos ha abandonado y con la que se puede ver reforzadas nuestras defensas ante la mas que probable amenaza de huelga de sensibilidades, que anda al acecho y a la que hay que esquivar con elegancia. Por lo tanto, compañeros, ánimo y fuerzas, buenas voluntades y esperanzas, grandes apetitos y bellezas, y por supuesto feliz Navidad.
miércoles, 26 de diciembre de 2012
Hipocresías aparte.
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Clochard:
ResponderEliminarTambién te deseo unas felices Navidades.
Los ritos tienen una función importante tanto desde el punto de vista social como del individual, pero hay que respetarlos cuando se tercie y saltárnoslos cuando nos dé la gana.
Son días de mucho ajetreo y también de bastante hipocresía pero ya cuenta uno con ello.
Salu2 navideños.
Dyhego:
EliminarSalud para disfrutarlas y ánimo para continuar luchando.
Salud.
Ya sabes que hay determinados elementos que me sobran, pero cuando empiezo a amargarme por eso pienso que a mis hijos les encanta todo lo que conlleva la función y eso me rescata, eso y Siete Soles que no sabes cómo canta en noche buena...
ResponderEliminarBesos.
Solo los niños disponen de ese instinto para apreciar la particularidad de las cosas que tienen la textura de la Navidad, vivida desde esa perspectiva ideal que luego de adultos nos cuesta tanto volver a encontrar.
EliminarBesos, prosas y versos.