De la situación actual se están sacando muchas conclusiones; que si hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, que si no hemos sido lo suficientemente ahorradores, que si no hemos sabido valorar lo que teníamos, que si esto o lo otro, pero todo marcado y manchado por el tinte del cinismo que nadie mejor que los empresarios sabe poner de manifiesto. Ahora te contratan por cuatro perras, argumentando que los tiempos que corren no son buenos, y cuando menos te lo esperas se les escapa, a esos mismos que te entrevistaron, algún que otro comentario que viene a significar que no van tan mal las cosas, para ellos, sacando pecho por el progreso realizado, pero cuando se avecina la hora de la verdad en las conversaciones que giran en torno a la economía reculan poniendo cara de sufridores por miedo a que les pidas un aumento de sueldo, que bien mirado no sería tal sino más bien una equitativa adaptación de la remuneración con respecto al trabajo desarrollado.
Hace tiempo compartí escenario durante algo más de un año con un mundialmente conocido chef que se jactaba de haber sido el primero en obtener el máximo galardón de la restauración en Cataluña. Era una época de bonanza en la que los equipos de trabajo estaban formados por gente joven con espíritu de superación y con mucha afición por el oficio. Pues ni entonces se tenía la humildad necesaria para saber hasta donde se puede apretar a la hora de cerrarle el grifo a los derechos de los trabajadores. La respuesta de el susodicho chef, cada vez que alguno de nosotros insinuaba que iba siendo hora de buscar otros derroteros, era que no le importaba porque había cien esperando en la puerta deseando entrar; cosa que dejaba muy claro el grado de agradecimiento que sentía por lo que estábamos dando a cambio de un contrato de media jornada ejecutado en doce horas diarias, y eran tiempos de un más o menos esplendor económico.
Por lo tanto cabe añadir que el problema va a seguir siendo el mismo, solo que durante algún tiempo se puede atenuar porque el índice de paro sea menor, pero las injusticias y los descabellados planes de acción de los que quieren llevarse el gato al agua a base de explotar a sus trabajadores, de una u otra forma, véase los tipos de contratos y las condiciones de los mismos como representación de la más deleznable tiranía contra el obrero, continúan estando ahí, en una Europa que se las da de madre pero que no sabe actuar sin látigo, sin imponer el miedo, sin americanizarse, sin encubrir la miseria de sus pueblos. Si a ello le añadimos la poca conciencia social reinante, como si todo lo hubieran puesto para nosotros por nuestra cara bonita, y la poca capacidad de empatizar, de ponernos en la piel de los demás, el coctel resultante es un reguero de sangre provocado por la ruptura de la arteria de la evolución que, saturada de tanta grasa de motor y mantequilla, ha reventado salpicando a los de siempre, a los que no tienen con que taparse porque no suelen esconderse de nada: a la gente del pueblo.
martes, 4 de diciembre de 2012
Más de lo mismo.
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Clochard:
ResponderEliminarEstá claro que, a río revuelto, ganancia de estafadores.
Salu2.
Dyhego:
EliminarPero insisto, antes y ahora, o sea, siempre, por mucho que ahora se quieran escudar en que la situación es mala. Y luego queremos ser competitivos, o quieren que lo seamos, serán cínicos!!
Salud.
Querido Clochar,llueve sobre mojado...Siempre ha habido gente sin escrúpulos que se escudan en una falsa inestabilidad económica para justificar su poca humildad y su falta de humanidad.Y encima ahora,no podremos denunciarlos por que no tendremos dinero para cubrir las costas de un "juicio justo".Hipocritas!!
ResponderEliminarUn abrazo legal!!
Amoristad: corren malos tiempos para la lírica del currela, para los esfuerzos que se merecen mucha más dignidad de la que se les está mostrando. Al menos nos queda la sensación de saborear la humildad como un regalo caído del cielo, con el privilegio que supone no parecernos a ninguno de esos descalabrados, asesinos de la dignidad.
EliminarMil abrazos.