lunes, 26 de mayo de 2014

Quienes menos necesitan



No hay alegría comparable al conformismo de los pobres a la hora de organizar una fiesta. Con unas cuantas cervezas y unas tapas puede sentirse uno el ser más dichoso del mundo en compañía de sus amigos. Juntando unos cuantos euros puede ser organizada una comida en el campo, al aire libre, o en tu misma casa sin necesidad de ir a ningún restaurante. Un bocadillo de mortadela es el caviar de Riofrío con el que se reponen las fuerzas del operario de la carretilla o del andamio. Un café y una gotas de brandy son el elixir que rejuvenece a los que a diario trabajan duro en medio de esas nubes de polvo y calor en las que se envuelven las tareas de muchos hombres vestidos con monos, cuyas manchas son los tatuajes de un vaivén repleto de esfuerzo. Con una bolsa de palomitas recién sacadas del microondas uno se pone delante de la pantalla dispuesto a ver una película con el mismo gozo que si lo hiciera en una sala acondicionada con los últimos adelantos de sonido, porque la manera en la que la humildad se acomoda a las circunstancias hace que todo sepa al algo más auténtico. Lo sencillo aspira en cierta manera, y muchas veces lo consigue, a tocar el presente con las manos, a vivir la realidad en todas sus dimensiones, porque es el encanto de la normalidad lo que lo presenta todo en el cúmulo de posibilidades que existen sin tener que calentarse demasiado la cabeza en pérdidas de tiempo ni del dinero del que no se dispone. La sensación de riqueza que se tiene cuando uno es consciente de que podrá hacer uso de todos los libros que colman los estantes de una biblioteca pública es la de quien se siente un privilegiado a pesar de no poder tener en su cuarto esas ingentes colecciones de pensamiento escrito. Al asalariado de a pie que a duras penas llega a fin de mes le saben a gloria cada una de las latas de sardinas con las que se prepara un aperitivo antes de ver el fútbol. Los abrazos y las felicitaciones de los días del santo o el cumpleaños son el trofeo con el que el alma se sabe recompensada por sus seres cercanos, y cada uno de los gestos con los que se desenvuelve el paquete para descubrir un regalo va siempre acompañado de la inocencia de una sonrisa conservada desde la infancia. Ese es el signo de los pobres, la riqueza que los mantiene en pie; esa es la facultad de hacer de algunos momentos obras de arte con mucha más ilusión, funcionalidad y creatividad que todas las salas de arte contemporáneo juntas habidas y por haber. Esa es la grandeza de la gente humilde, la de la riqueza de quienes menos necesitan.

2 comentarios:

  1. La verdad es que con poquito dinero puede apañarse uno muy bien.
    Salu2, Clochard.

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    1. Ya te digo; no hay nada como esa dicha de saber que no se necesita nada más que ese poquito, y lo que venga, bienvenido sea, pero sin prisas.

      SALUD, Dyhego.

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