viernes, 23 de enero de 2015

El ilustrador



No conocía a Quint Buchholz hasta que el otro día dí con su libro En el país de los libros, en el que a medida que van pasando las páginas va gozando uno de un magnífico paseo por el mundo de la lectura a base de la presentación de diferentes láminas pintadas por el autor; dibujos y pinturas que aluden, que tienen que ver, que te meten de lleno en el sentimiento del planeta, del absoluto y la totalidad que encierran los libros; alegorías y ejemplos, situaciones en las que se van describiendo los diferentes estados en los que un lector puede llegar a encontrarse y todo lo que puede acabar haciendo; los mundos en los que puede uno aterrizar por culpa de la lectura, las situaciones, el significado total del hábito como que leer es saltar a la aventura o, como decía Fernando Pessoa, que leer es soñar de la mano de otro. Para Buchholz leyendo se ve el mundo bajo una nueva lupa, dejan de dar miedo las alturas, son rehuidos ciertos ruidos y pantallas/barreras/fronteras, o puede que haya ciertas obras que no nos gusten y las dejemos marchar, volar, irse, o como diría Andrés Trapiello: libro que no has de leer déjalo correr. Leyendo, según el autor, podemos mudarnos a antiguas batallas, encerrarnos en el baño de casa o pasar la noche acompañados por las rimas. Hay algo que de Bunchholz instintivamente me lleva a René Magritte: el uso de los colores, el reparto del espacio, algunos objetos, el trasfondo de unas composiciones aparentemente surrealistas en las que los elementos de la realidad se reunen llevando cada uno de ellos a cabo el papel que le corresponde para que se pueda entender el mensaje de la pintura. Sentir los latidos del corazón, comprobar cómo algunas veces los libros no te dejan ni ver; cómo hay quienes sea cual sea el tamaño y la densidad del ejemplar no se dejan vencer. A través de la lectura podemos nutrir la imaginación de los niños contándoles las historias que hemos leído; podemos incluso acercarnos a nuestro enemigo, o bailar de alegría porque nos han seducido, o abatirnos en el preciso momento en el que presentimos el final. Leyendo podemos inspeccionar sitios secretos, o recrearnos en la parsimonia del mero acto de leer, o coleccionar bellas palabras así como edificar un mundo en otro tiempo y en otro espacio, en otra galaxia, en nuestro planeta, en el planeta del alma nuestra. Podemos, mediante el maravilloso hábito que nos ocupa, amar enclaves desiertos o arroparnos con nuestros propios sueños, y nunca sentirnos solos cuando oscurece el cielo. Podemos trepar por montones de libros alcanzando el espacio tremebundo para ansiar encontrar, una vez allí subidos, una buena vista sobre el universo.

4 comentarios:

  1. ¿Sabías que contagias las ganas de leer?
    Salu2 agradeci2, Clochard.

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  2. La imagen ayuda al lector.Mi niña es lo primero que quiere que la enseñe antes de que la lea un cuento.
    Un abrazo ilustrado!!

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    1. Una imagen vale más que mil palabras, pero no más que...

      Mil abrazos.

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