jueves, 8 de diciembre de 2016

Impostura creativa


Resultado de imagen de vasos comunicantes

Continuando con el tema de la impostura implícita en el hábito de escribir, que quedó un poco colgado en la entrada anterior, cuando me refería a lo fácil que puede resultar ver los toros desde la barrera cuando se escribe, sigo pensando sobre el tema, que por si mismo ya es un tema: ¿hasta qué punto esa manera aparentemente clara de ver las cosas por parte de aquellos que escriben coincide con la realidad que los sustenta, con lo que realmente piensan, con sus valores y principios? Para los escritores que me han ido sirviendo de referencia, desde que comprendí que los libros son un magnífico lugar en el que descubrir muchas de las claves de la existencia enriqueciendo ésta con los paisajes de la diversidad, esas fuentes del pensamiento de las que va uno bebiendo su agua al mismo tiempo que siente que con ella se riegan las plantas de los planteamientos que uno se hace en torno a los aspectos más esenciales del presente continuo en el que habita y sobre cuya atmósfera va dando brazadas su mapa personal, manantiales de los que brota el sano chorro de la reflexión, la crítica y el análisis, la fabulación es una extensión del deseo del escritor en pos de formar parte de este mundo que conocemos y en el que habitamos, con todo lo que ello conlleva, una continuación de las obras que lee, haciéndose así mismo partícipe del mundo que habita mediante los materiales que recauda de lo que vive y lee y siente, haciéndolos coincidir a través de una serie de vasos comunicantes con las más palpables situaciones que saturan un acontecer diario cargado de incongruencias que de una u otra manera hay que hacer confluir para darle explicación a lo que la vida nos depara, inculcando en ese estudio algo de los aspectos personales que den pie a manifestar una serie de insatisfaciones mediante las que declararse a favor o en contra de lo que sucede. Bien mirado, al fin y al cabo, uno no es mas que las cuantas conclusiones que saca en claro de todo cuanto le ocurre, por eso es tan importante la memoria, todo ello pasado por el tamiz indagador de los detalles que han podido en primera instancia quedar rezagados en el árbol de la experiencia, que en el caso de la labor de la escritura se presenta como asunto principal al tratarse ésto de lo que va a constituir el soporte de la credibilidad del escritor, lo que es, en lo que se define, su posición en el mundo, todo ello traducido en su manera de acercarse a los lectores mediante las conexiones de índole existencial que integren unos pensamientos con otros: los de quien escribe con los de quien lee, y a ser posible sin fabular más allá de la peligrosa frontera de la demagogia, ese punto a partir del cual se pierden los papeles y todo vale, esa cosa rara tan enfrascada de charlatanería que por desgracia muchas veces se confunde con la Literatura. El tema/Tema de la responsabilidad para con lo que uno escribe es algo que va empezando a preocuparme,  algo en lo que ahora pienso en serio, ahora que me he propuesto iniciar mi primer proyecto de un más o menos largo recorrido: escribir una novela con la intención de no caer en la impostura creativa que se desentienda de mis más firmes convicciones.

2 comentarios:

  1. Creo que hay, como mínimo, dos formas de enfrentarse a la escritura. Una, para contar historias. Dos, para expresar sentimientos. Evidentemente, en las novelas no se dan esos dos casos de forma pura y clara.
    Ánimo con tu proyecto, Clochard.

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    1. Gracias, Dyhego; a ver si consigo un mínimo de deseable coherencia.

      Salud.

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