lunes, 17 de septiembre de 2012
Mangas por hombro.
Resulta incómodo aceptar la serie de condicionantes que se le ponen al usuario, al ciudadano que busca un poco de respiro en la soledad bien acompañada por la lectura en la biblioteca, cada vez que desea hacer uso de las instalaciones de las salas de estudio y de ordenadores del lugar disponible para ello en Huelva. A la entrada se encuentra un agente de seguridad que saluda y dice adelante con la marcialidad propia de quien se siente orgulloso de un uniforme con galones; si lo que se quiere es utilizar una computadora es preciso rellenar una ficha, cada vez que se accede a ello, en la que dejar registrados tu nombre y apellidos así como tu número de afiliado, y decir en qué lugar te pondrás a darle un rato a la tecla. Pasados sesenta minutos, cada hora en punto, se apagan todas las máquinas y hay que esperar a que se reinicien los programas de las mismas para continuar por donde habías dejado la faena, eso si no hay nadie esperando a ocupar tu lugar ya que solo se concede una hora de empleo. O sea, con el agua al cuello para no olvidar que has de ir cerrando ventanas a medida que se aproxima el fatídico momento del apagón.
Pero lo mejor viene cuando has de rellenar otro papel en el que informar de cuál será el lugar, la silla, el sitio, que ocupes en la sala de estudio. No me había ocurrido en la vida. De modo que uno se siente observado, vigilado, acechado por los inquisidores ojos de un montón de empleados, que digo yo que serán funcionarios, la mitad de los cuales hacen bastante poco, que no se olvidan de recordarte que tus datos han de ser registrados. Da gusto ver como leen el periódico, por la mañana, mientras te indican el lugar en el que has de dejar la huella de tu firma. Da gusto ver como bromean y se cuenten chistes; pero la culpa no es suya. La culpa es de quienes no instauran un organizado sistema de trabajo que impida, por ejemplo, que uno de ellos se vuelva loco para encontrar un libro de Bertrand Russell, de Bertrand qué, por el que me siento interesado, porque los estantes se encuentran desordenados, mangas por hombro.
Mostradores, pasillos, escaleras, ascensores, tablones de anuncios en los que paradojicamente aparecen las fotografías en busto de personalidades como las de José Saramago, aquí, en este lugar en el que la censura, que la hay, es evidente cuando no puedo comentar en determinados blogs como es el caso de Errante Fugacidad, de Dyhego, al que no puedo acceder porque se me indica que su contenido no es apto para menores y que no se encuentra dentro de las finalidades del servicio de la biblioteca dar acceso a determinados lugares tan lúcidos e instructivos como este. Lo nunca visto. Y es que ya desde la entrada da la sensación de que la tristeza, en un lugar tan dado a la alegría intelectual, es patente; y la incultura, desazón y abnegación de muchos de los que por aquí andan se contagia tanto como para pensar que Juan Ramón hizo bien en retirarse a otros paraderos para encontrar la tranquilidad de pensamiento.
Escribo así porque soy un recién llegado a Huelva, porque allá donde me dirijo suelo frecuentar el alimento de las bibliotecas, y no puedo consentir que esté sucediendo algo así en el sitio al que he venido a ganarme la vida y en el que espero estar haciéndolo durante mucho tiempo. Aquí me he sentido muy bien recibido, muy bien hallado, pero la sombra la ocupa el lugar en el que debería estar el acercamiento a la cultura que, de momento y según parece, se encuentra muy lejos de la libertad de expresión.
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Clochard:
ResponderEliminar¡Vaya! ¡No sabía que mi blog está considerado como no apto para menores! Si las vigilantes máquinas todopoderosas así lo dictaminan...
La verdad es que por un lado se cacarea mucho la "privacidad" y por otro lado, te tienen vigilado constantemente. Bastante fastidio es que "alguien" pueda saber qué libros lees como para encima tener que pedir hora y lugar... De aquí a nada te/nos cachearán cada vez que vayas o vuelvas del aseo en una biblioteca...
Salu2 bibliotecarios.
Dyhego:
Eliminarpor mas vueltas que le doy no le encuentro razón de ser a tanta parafernalia con la que aparentar control y seguridad, u ocupación, o yo qué sé. Por otro lado, y puestos a ser fríos, es normal que las cosas estén así, lo raro sería que fueran de otra manera. Perdón por la tristeza.
Salud.
Lo flipo en colores.
ResponderEliminarEsto es que da miedo, pero miedo, miedo.
Te recomiendo la estrategia de tu cuñado, que va poniendo reclamaciones a troche y moche.
(Pobre Dyhego, vaya palo...)
Un abrazo, de los bien apretados y ánimo!!!!!!!!!!!
El caso es que hay contadas excepciones, claro está, pero la tónica dominante, amen de los mencionados papeles que hay que rellenar y de los apagones, es de desasosiego. Y lo de no poder comentar en algunos blogs, buenísimos, pues me deja de piedra. la literatura también se encuentra, cómo no, en todo esto.
ResponderEliminarMil abrazos y besos.
Blimunda:
ResponderEliminarYo me encargo de una pequeña bibioteca de instituto. Me preocupa que no nos den el presupuesto que ya tenemos aprobado y que los críos devuelvan los libros que se llevan.
salu2.