sábado, 1 de septiembre de 2012

Tontos por ciento.







A partir de hoy  todo, menos respirar, cuesta un poco más, algo más o mucho más, en función de si el porcentaje aplicado al aumento del IVA  se dirige a uno u otro producto. Números por aquí y por allá. Números rojos. Números basados en datos y estadísticas que la mayoría no entiende. Cifras que se pierden entre las mentiras y los intereses. Tontos por ciento. Balones echados fuera por parte de un gobierno que culpa a sus antecesores, no solo de la situación actual, sino de la aplicación de estas medidas que resultan ser, literalmente dicho en boca del presidente, dolorosas e imprescindibles. Prescindible-imprescindible, una buena relación para acordarse de la utilidad de las cosas y de lo que puede que con su mera ausencia, con su sencilla desaparición de la faz de la tierra, nos beneficie la estancia a los que nos conformamos con menos. Prescindible-imprescindible, le doy vueltas y efectivamente hay asuntos, engaños, camelos, abusos, patrañas y gazmoñerías de las que conviene prescindir, menos de las exquisiteces de la miseria, que son muy honradas, tanto como un plato de garbanzos sin tocino.

Me pregunto si detrás de el desmesurado aumento del impuesto del valor añadido con el que se han visto atacados los asuntos concernientes a la cultura no existe el miedo a que nos despistemos demasiado del camino, a que nos dé por soñar o por el siempre peligroso acto de pensar en el que encuentran una amenaza quienes no entienden que haya algo que vaya más allá de las insultantes obligaciones cargadas de un trasfondo de complejos; esos mismos que deben ver en la cultura, en la música y en el cine, en el teatro y en la lectura, en el alimento del intelecto y en la cívica convivencia del espectáculo que representa la expresión, algo parecido a un artículo de lujo y no se paran a pensar en la fatales consecuencias que acarreará sobre el desarrollo del pueblo al que tanto aseguran querer.

Sube la vida cotidiana, lo mínimo y necesario sube, sube lo que hace que mantengamos nuestras constantes vitales en pie, aportándole al ambiente un matiz de robo de esperanza. Tipos generales y reducidos, tipos de algo que no se entiende cuando se juega con el fuego de la educación, con las bases y los cimientos de la libertad, con las piedras angulares del crecimiento personal de las generaciones que están a punto de tomar el relevo. Pero debe estar todo pensado, también habrá ya en la recámara futuros sustitutos formándose fuera del país, paradojicamente avergonzados de sus sistemas institucionales, todo un revoltijo de incongruencias, toda una serie de estrategias como la que acontecerá el día en el que sea la banca la que tome el timón, que será pasado mañana, después de que se haya hecho todo lo contrario de lo prometido y las pagas vitalicias se encuentren al resguardo de la buchaca.

Hombres y mujeres de un pueblo cegado, perdido, sin rumbo, sedado por la ignorancia, estafados, siempre estafados, pero siempre predispuestos a dar la bienvenida a cualquiera, siempre ayudando a quien lo necesite; eso no se le puede negar a un pueblo acostumbrado a recibir a cientos de inmigrantes que viajan en patera, o de polizones en un barco, e ingresan en la comunidad pasando fatigas pero sin ser detestados como perros piojosos por parte de la ciudadanía, amparados con una manta y una taza de leche caliente en primera instancia, integrándose poco a poco entre los demás, entre trabajadores, entre paisanos de estas tierras, entre médicos que se niegan a aceptar radicales medidas que les impidan proceder en caso de necesidad, que les hagan imposible ejercer a favor de la salud de un ser humano, venga de donde venga, pero la falta de escrúpulos no tiene fin y continua poniendo barreras.

Ahora serán unas 150.000 personas las que dejarán de tener derecho a una tarjeta sanitaria con la que recibir atención gratuita, ahora se liará la de dios es cristo en los mostradores de los hospitales, ahora se va a ver donde se encuentran encerrados los dobermans, los sabuesos, la escoria que no se merece ser mirada a la cara si piensa que está en lo cierto siguiéndole el rollo a las descabellantes proposiciones de las almas impías y aterradoramente crueles. Ahora, estos miles de inmigrantes, tendrán que pagar los gastos que superen las prestaciones mínimas, pero con qué, con qué van a pagar; con mala leche, con indignación, con contribuciones a que esto empiece a ser un infierno, o se quedarán callados, o se morirán, o no serán curados y comiencen una serie de enfermedades a correr el riesgo de ser contagiosas. Crueles, xenófobas e ineficientes medidas que no se aplican de la misma manera a aquellos que viniendo de la más lejana y pobre tierra, siendo cual sea el color de su piel, aterrizan con maletines cargados de billetes y de sobornos. Tontos por ciento.

2 comentarios:

  1. Lo que no veo yo por ningún lado es que suba la honradez de nuestros políticos.
    Saludos, Clochard.

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