viernes, 14 de junio de 2013

Redes.




A diario vemos cómo se manipula el significado de algunos de los mensajes escritos en Facebook o en Twiter. Vemos cómo quienes decidieron escribir algo que les parecía interesante o a cerca de lo cual querían opinar se ven obligados a desmentir, pedir disculpas o explicar por qué lo hicieron. Esto suele pasar con políticos, deportistas, grandes empresarios, en fin gente influyente que puede acaparar adeptos a determinadas ideas u opiniones y desencadenar algún altercado mediático, viéndose ellos mismos envueltos en una trama de sucesivas opiniones y comentarios que pueden perjudicar seriamente su imagen. Se pone a prueba de manera evidente el recato con el que hay que expresarse para no caer en contradicciones y se le abren las puertas a la insensatez, ya que dentro de la barahúnda de opiniones clama el cielo la cantidad de gazmoñerías sueltas que andan pululando por el universo de las redes sociales, según deduzco de lo que veo en televisión, que es una mínima parte del conglomerado, de la tela de araña, de la bobería en la que en muchas ocasiones se ha transformado el momento álgido de una red social.
Hoy se mata así al aburrimiento. Hay personas a un teléfono pegadas que desatienden conversaciones y preguntas, que con los ojos clavados en la pequeña pantalla se encuentran aisladas de la realidad, enganchados a la virtualidad y a la dudosa veracidad de los picotazos con los que unos y otros van sembrando el campo de la gratuidad. Hace poco me dijo un amigo que hoy en día es fundamental estar enganchado a la red porque los acontecimientos caducan en minutos, porque las noticias lo son tales incluso antes de serlas, y pasado un momento ya está sucediendo otra cosa que interesa más, por nueva, y que en cuestión de un momento suplanta la importancia que tuvo la anterior. Afirmaba con convencimiento que era la única manera de estar en el candelero. Yo prefiero estar en el candelabro, le dije, y me extrañó que no supiera lo que es.
Todos podemos opinar, decir y maldecir, contar. He ahí la virtud de la libertad de expresión. Pero todo esto deviene en aburrimiento cuando mecánicamente se hace con el solo fin de seguir el dictado de una idea como se sigue lo colores del equipo que uno lleva en el corazón desde pequeño, o con la malsana intención de incendiar un hermoso prado, cosa que frecuentemente se puede apreciar en sea cual sea la materia en torno a la que gira un determinado foro, en el que quien tiene ganas de hacer daño no escatima esfuerzos en emplear mucha mala leche para poner en entredicho a quien le dé la gana, así como así. Deduzco que hay mucho rencor acumulado.
Luego hay que contar con las ganas que se tienen de estar al tanto, como si fuese un oficio o una manera de sentirse vivo, realizado, al día, en la vida, segundo a segundo, de todo lo que va saliendo en estos medios para fustigar a la primera de cambio, se sepan o no las razones, haciendo que continuar la cadena forme parte del juego consistente en hacer notable lo superfluo y desatender cada vez con más despreocupación aquello que pueda aportarnos algo de claridad para resolver las continuas dudas en las que se debate nuestro día a día. Vaya por delante que nunca he escrito mediante estos cauces, por inapetencia, por dejadez y desconfianza, por de momento no necesitarlo, por estar ensimismado en lo que pasa a mi alrededor mientras paseo o estoy tumbado, por no haber aprendido todavía lo suficiente de las herramientas que dispongo, por pretender ir paso a paso aunque siempre me quede anticuado, y no querer embarcarme en tecnologías que acaben por excluirme de lo poco que soy capaz de sostener y controlar de los metros cuadrados que me rodean.
En ocasiones me planteo el lado bueno y ando a un paso de formar parte de los opinadores de ciento cuarenta caracteres, pero finalmente sigo manteniéndo mi correspondencia mediante correo electrónico, escribiendo en este espacio y utilizando la telefonía móvil de la manera más utilitaria que existe. Con mucha frecuencia utilizo Google  para indagar en lo que me interesa, de manera que me sea más fácil lo que me propongo, lo que deseo saber y cómo encontrarlo, y por ejemplo me resulta fantástico disponer de diccionarios y enciclopedias, de mapas y gráficos, de vídeos y fotografías, de información inmediata a cerca de lo que me suscite cualquier duda. Bien utilizados son una fantástica oportunidad de estar en contacto con el mundo entero, pero necesitamos desempolvarnos el alma de rencor y aplicarnos un poco más el cuento de la meditación para alcanzar a entender las consecuencias de toda esta gran información desinformada en la que se nos dan todas las facilidades para entrar como Pedro por su casa, pero con el riesgo de una virulenta virtualidad: la de nuestra ignorancia a la hora de saber aprovechar todo eso para hacernos la vida más fácil, entre nosotros.

4 comentarios:

  1. Clochard:
    Es una verdadera enfermedad la necesidad imperiosa de estar conectado, recibir mensajes y noticias que, como tú bien señalas, caducan en menos que canta un gallo.
    Desde luego tiene la ventaja de que las noticias vuelan más rápido que por la radio pero el peligro de tergiversación es mucho mayor.
    Otro peligro que veo es la credibilidad, que se resiente. Si ya las noticias que nos llegan a través de los cauces "oficiales" no me merecen ni siquiera el 50% de credibilidad, éstas que se transmiten por guasas y tuites no llegan ni al 25%, por usas numericos redondos.
    Me resisto con todas mis fuerzas al faceboc, al tuiter y al guasas pero no sé cuánto tiempo podré aguantar. Lo que más me fastidia es que te pidan hasta el número de móvil para acceder a esos servicios, y por ahí sí que no paso, o que tengas que dar tu nombre real. ¡No me da la gana! O me aceptan mis múltiples pseudónimos (Dyhego Dydakos, etc) o que les vayan dando.
    Salu2 blogueros.

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    1. Dyhego:
      A mi también me preocupa el tema de la credibilidad, y por otro lado el del hábito de estar todo el día eganchados a la maquinita, sin fines sustanciales, sin más objeto que pasar el tiempo estando desconectados hasta del saludo del vecino. Y eso se confunde con vivir en el siglo XXI, y en poco tiempo aparecen las goteras, bajo mi punto de vista, de la poca capacidad de percepción y del deterioro de la sensibilidad con respecto a lo tangible, a lo que se palpa. Por supuesto que también tienen su lado bueno y útil. Y por lo de los datos personales no te preocupes, ya te tienen bien fichado, desde hace tiempo, o qué te crees.

      salud.

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  2. Cuando te conectas en el google desde tú ordenador y quieres buscar algo te sale lo más parecido a lo más cercano a tu entorno o tus gustos, en el móvil te pueden incluir un chip desde donde pueden escuchar tú conversación sin necesidad de hacer una llamada, si tienes wedcam dale la vuelta cuando te cambies de ropa por que la pueden conectar aunque el ordenador esté apagado.Estamos "hakheados" por doquier pero,necesitamos estar en continua comunicación para sentirnos parte de algo.Dosificación...Un abrazo pinchado!!

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    1. Hace unos días el sociólogo Manuel Castells, en el programa "Pienso luego existo" de la 2, dijo que las redes sociales, Internet y todo este asunto, son favorables para la sociabilidad, que hacen a las personas más comunicativas; y me resultó curioso porque no tenía yo tal concepto o no lo tenía tan claro; pero se trata de uno de los signos fundamentales de la nueva manera de vivir, y tienen muchas cosas buenas, pero claro: hay tanto y tanto y tanto, que a veces da la sensación de que hay muy poco grano para tanta paja.

      Mil abrazos.

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