lunes, 19 de mayo de 2014

Por motivos ajenos




Por motivos ajenos a la voluntad de quienes se encuentran trabajando en la biblioteca Alberto Lista de Sevilla, ese coqueto rincón de la calle Feria en el que uno siente los privilegios de tener a su disposición un lugar en el que pasar las tardes de los días de descanso sumergido en la calma de la lectura, ésta se encontrará cerrada durante cinco días en su horario vespertino. No es la primera vez que me pasa con este sitio, ni la segunda. Me lo llegaron a explicar en una ocasión, en la que después de toparme varias veces con la puerta en las narices llegué con la presunción de que sería sancionado y no poder hacer uso del habitual sistema de préstamo, aunque no fue así gracias a la comprensión de quienes allí trabajan. Mire usted, me dijeron, si no es por una cosa es por otra, si no es la Semana Santa es la Feria, si no es esto es lo otro, los horarios, las vacaciones, lo que sea, pero el caso es que no hay personal suficiente para cubrir todo el cuadrante, de modo que nos vemos obligados a no poder atender como quisiéramos y por eso hay días en los que la biblioteca cierra por las tardes. 
Cada vez que me sucede esto doy media vuelta y emprendo el camino de retorno, con mis libros debajo del brazo, con mi cara de camarero disfrazado de estudiante, pensando en lo mismo. Hay que ver con que facilidad se ataca siempre a los más débiles con la crueldad de la indiferencia; qué poca importancia se le da a las cosas fundamentales; cuánto silencio en torno a lo concerniente a la administración de lo que es de los ciudadanos; qué pena que nadie diga nada y si te atreves a decir algo nadie sepa de lo que hablas; hay que ver cómo se fomenta la indulgencia mediante la perversión de los entretenimientos prescritos para aborregar a la masa; hay que joderse. 
Las bibliotecas, como las salas de estudio de los centros culturales, gozan de esa rara fama de lugares propensos al aburrimiento o a los que solo se accede cuando uno no tiene más remedio que encontrar la comodidad de la que no dispone en su casa para estudiarse un exuberante taco de folios con el que poder superar el angustioso trámite de un examen. En cambio no se reconocen sus virtudes terapéuticas contra los males del alma, el apaciguamiento de los nervios resultante de una buena dosis de la armonía recibida en ellos, la ofensiva contra el estrés que supone dejarse llevar entre sus estantes en busca de un libro cualquiera sobre el que se tenga la noble intención de aprender algo, de curiosear entreteniéndose en el siempre dulce trámite que supone ir de una duda a otra a la par que algunas preguntas van encontrando su respuesta. Pero no corren buenos tiempos para la lírica, ni para el compás de la reflexión alejada de los entresijos del comercio; no corren tiempos propensos al bienestar a la manera en la que Ortega y Gasset basaba sus argumentaciones en torno al saber vivir. Hemos llegado al siglo XXI con mucho más de lo que nadie jamás hubiera imaginado, con mucho bueno al alcance de la mano, con innumerables posibilidades, pero sin la conciencia histórica que supone todo agradecimiento hacia los que estuvieron batiéndose el cobre antes que nosotros para que ahora lo tengamos todo, y sin la capacidad desarrollada de darnos cuenta de lo que tenemos delante de los ojos por la viciada tendencia de ir demasiado deprisa sin saber a dónde vamos. Y lo peor de todo: la aquiescencia, el consentimiento, el como si no pasara nada.  

6 comentarios:

  1. La triste realidad es así; tal como la pintas. Y cuando te quejas o protestas por cualquier cosa, en apariencia razonable, todos te miran como si fueras un... ¿qué? ¿Un loco, un terrorista? Han aborregado a la masa y aquí ya nadie se preocupa de nadie ni de nada seriamente, cada uno se mira su ombligo punto y final.
    Mientras tanto, la máquinaria mercantilista está en marcha y devora todo a su paso. En sus planes solo hay una palabra: dinero. Todo lo demás: cultura, sanidad, bienestar, compañerismo, amistad, es superfluo...

    Un abrazo.

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    1. Si, así es la triste realidad en este aspecto. De nosotros depende, de los aficionados a estos lugares, ir haciendo que no se difumine del todo el gusto por estos sitios y por los beneficios que aportan. De nosotros depende también la lucha contra toda esa avalancha mercantil, en la medida de nuestras posibilidades. Ánimo.

      Un abrazo.

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  2. Lo de las fiestas es muy habitual y encima parece que las pocas horas que trabajan te hacen un favor. Mucho adelanto, muchas máquinas ¿y qué?. Y a veces parece hasta que se molesta más de la cuenta.
    Si ocurren estas cosas, creo que hay poner quejas. Igualmente agradecimientos cuando ocurre muy pocas veces, lo contrario.

    Saludos

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    1. Es lamentable ver como en un trabajo tan bonito como es el de estar rodeado de libros, a pesar de las cosas no tan bonitas que pueda tener y que no conozcamos, aquellos que lo ejercen algunas veces parecen personas ajenas al mundo de la lectura; a mi me sorprende muchísimo, y claro, pasa lo que tiene que pasar.

      Por otro lado, y en el caso que nos ocupa, para mi lo más triste es el desproporcionado reparto de los gastos que casi siempre dejan a la cultura en desventaja, y tarde o temprano las consecuencias se acabarán pagando con el comportamiento de una ciudadanía sin valores; y entonces, estimada Lourdes, agárrate.

      Saludos.

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  3. Clochard:
    Es injusto comprobar cómo los recortes van a lo realmente útil y necesario.
    Salu2 bibliotecarios.

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    1. Dyhego:
      Ya ves. Una de las cosas que peor llevo es la indiferencia, y la aquiescencia de la mayoría; y por ese camino acabarán convenciendo a todo el mundo de que solo tiene importancia lo que se desea imponer; pero de todo aquello que tenga que ver con alimentar el espíritu crítico de los ciudadanos para que cada cual aporte lo mejor de sí: olvídate.

      SALUD

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