viernes, 10 de octubre de 2014

Mala reputación





Ando enfrascado en la lectura de un ensayo de Manuel Chaves Nogales sobre la ciudad, sobre Sevilla. La prosa de Chaves Nogales es tan lírica, tan descriptiva, que hace que uno se transporte con facilidad a los lugares que describe como si estuviera paseando por ellos ahora mismo. Sevilla ha cambiado mucho en los últimos cien años, pero hay cosas que persisten con la insistencia de la autenticidad más pegada al suelo y al hábito de sus gentes: en Sevilla no se envejece, por ejemplo; en Sevilla no hay quien se desprenda del duende de sus calles, de la idiosincrasia de cada uno de sus barrios, que como a principios del siglo pasado, cuando cualquier paseante podía ver las diferencias de cada una de las zonas que atravesaba mientras transcurría por el Paseo de las Delicias, ahora es palpable en cada entrada que uno haga a los diferentes lugares por los que camina desde San Lorenzo a la Alfalfa pasando por Santa Cruz hasta llegar a la Puerta de la Carne; o como cuando los acentos de Triana se difuminan  a partir del instante en el que uno llega al mercado de San Gonzalo. La verdad, la autenticidad, es de agradecer porque es riqueza compartida siempre y cuando se comparta con el debido respeto y nadie trate de convencer a nadie de la legitimidad de sus conductas más bien bajas. He empezado escribiendo sobre Chaves Nogales por ser éste uno de los más fundados ejemplos de equidad y de ciudadanía, de respeto hacía la integridad de las personas y de coherencia argumentativa en cada cosa que dejó escrita. A Chaves Nogales ahora se lo quieren llevar a su terreno, haciéndolo uno de los suyos, tanto los de un bando como los del otro, tanto los del PP como los del PSOE, fundamentalmente por sus alardes de inteligencia y por la puridad de sus comentarios periodísticos, en aquella siniestra época de la que data la peor versión que se recuerde de las dos Españas, que trajo consigo una macabra e incivil guerra; y se lo quieren llevar a su terreno precisamente porque no se casó con nadie, por la gallardía de una imparcialidad que, parece mentira, le llevó a Londres pasando por París, siendo en primer lugar perseguido por la envidia de los que parecían ser los suyos y después por quienes, con motivo de la entrada de las tropas Alemanas en Francia, no podían consentir la presencia de semejante tipo entre ellos. Y mientras me doy el lujo accesible de leer a Chaves Nogales me doy cuenta de que hay otras cosas que no han cambiado entre quienes no nos queremos casar con nadie: no ha cambiado la mala reputación que nos podemos forjar, a base de desengaños, quienes sólo queremos que nos den lo nuestro y que nos dejen en paz cuando se nos acercan a contarnos historias con razones basadas en inadmisibles triquiñuelas sobre las que se amparan los planes que favorecen a los mismos: a los que están consiguiendo hacer comulgar con ruedas de molino a la clase trabajadora. Y en eso se basa el riesgo que corro de forjarme una mala reputación, señores, según el último de mis jefes: en que no puedo durar tan poco tiempo trabajando para una empresa que, curiosamente, parece no disponer de mala fama alguna después de ofrecerles, a aquellos de sus empleados que han superado el periodo de contratación tras el cual habrán de ser fijos, un contrato de media jornada de regalo y como compensación al esfuerzo realizado; y como propina, y por si fuera poco, el deleznable comentario con visos de defensa autoritaria y poco leída: en mi empresa, mengano, zutano y yo somos los únicos inamovibles, el resto es gente que entra y sale. Si no nos quedaran ejemplos como el de Chaves Nogales acabaría uno por pensar, como apunta Joaquín Sabina, en cómo huir cuando no quedan islas para naufragar.

2 comentarios:

  1. Me alegra tu vuelta, Clochard.
    No he leído al escritor que nombras. A ver si encuentro algo electrónico del susodicho y me hago con él.
    ¡Animo y no desfallezcas, tus artículos rezuman vida y esperanza, aunque se cuelen melancolías, tristezas y desánimos!

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    1. Muchas gracias por tus ánimos, Dyhego. Manuel Chaves Nogales es, probablemente, el más lúcido escritor sobre la incivil guerra española, léase "A sangre y fuego". Espero que lo descubras y disfrutes de él como lo estoy haciendo yo.

      Un abrazo.

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