viernes, 19 de diciembre de 2014

Escribiendo




Uno escribe por afición, por devoción, por querer decir y por pasárselo bien mientras se lleva a cabo esto de escribir; también por haber aprendido que es una de las cosas que más le gustan a uno después de otras tantas tentativas en dispares asuntos que la vida se ha ido encargando de poner por medio, que nada tienen que ver, ya sea montar en bicicleta o armar réplicas perfectas de barcos famosos en miniatura, o haberse obcecado más de la cuenta con las artes del oficio que eligió, de las que finalmente no ha salido muy bien parado, oficio sobre el que siempre anda uno a regañadientes pidiendo un poco de consideración, de la consideración que nunca llega. Uno escribe por querer contar lo que ve, lo que le depara el día a día, las luchas contra viento y marea del presente, de ese presente del que se acaba convenciendo ser lo único que le interesa una vez que piensa pasar en él el resto de su vida; y todo hay que decirlo, uno escribe por vocación. Uno, que ha perdido ya el tiempo en una tontería detrás de otra, escribe para calmarse, para sentirse más seguro, para mediante la expresión de lo escrito dejar constancia del latido que le mantiene en pie, vivo y coleando/copleando en esta colmena de abejas y en esta cesta de víboras, en este nido de buitres y en este rebaño de ovejas luceras. Uno escribe porque desde que sale de su casa, mientras pasea, ya lo va haciendo mentalmente, ya le va dando perico al tormo de la letra imaginada, a la rima ensimismada, al pensamiento caminado como diría Nietzsche. Da gusto sentirse así, para lo bueno y para lo malo. 
 Seguramente a nadie se le pueda enseñar a escribir, eso es algo que cada cual ha de forjarse a base de lecturas, de intuiciones e investigaciones, de intentos y de simulacros, de emulaciones que instalan la voz del escritor admirado en lo que va quedando plasmado en la pantalla o en el papel del cuaderno. Uno también escribe para dejar constancia de su paso por la realidad que le toca en cada momento, para analizar las circunstancias y para evadirse de las acechantes malas energías que amenazan con quedarse a vivir en una de las habitaciones del alma, y por eso cuando uno tiene claro que escribir es la mejor manera que se le ocurre para deshacerse de todo eso salen a relucir muchas cosas que  ni siquiera uno se hubiera imaginado que pudieran ocurrírsele, de sopetón, inesperadamente, quién lo diría. Escribiendo, aunque siempre se escriba y no deje uno de escribir sobre lo mismo, sobre uno mismo, salen a flote los fantasmas y las fatigas, las tormentas y los relámpagos de la tristeza, sale el rencor y la ironía, la sorna y el respeto, sale todo lo que uno lleva dentro. Escribiendo. 

4 comentarios:

  1. Clochard:
    En realidad, la escritura es una charla sosegada con uno mismo. Hay charlas tan interesantes, que también interesan a todo el mundo.
    Salu2 escritos.

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  2. Totalmente de acuerdo con Dyhego y que bien se queda uno cuando lo saca fuera.
    Un abrazo sincero!!

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