lunes, 26 de enero de 2015

Gratitud.



Uno es un poco de todo lo que ha ido aprendiendo, un poco de lo mejor de cuanto ha conocido, un poco de esas cosas que ha decidido que lo mejor es no aprender, un poco de todo aquello con lo que se ha ido quedando grabado en su comportamiento, en los hábitos que acaban configurando la representación de su código de barras. Desde la educación que recibió de sus padres, hasta las travesuras que le enseñaron algunos de sus primeros compañeros del colegio, uno se va transformando, moldeando poco a poco en la persona que es. Uno va pasando por la vida de isla en isla, ganándosela en combates diarios, en los asaltos que la existencia le tercia sobre el ring de la convivencia, enfrentándose a las desavenencias que la realidad es capaz, sin que se ponga demasiado empeño en ello, de brindarnos, defendiéndose con las armas del aprendizaje, con las lecciones de todo lo que le ha ido ocurriendo antes. Tendemos, con facilidad, a olvidarnos, a no pensar demasiado, a incongruentemente desentendernos, de algunas de las partes fundamentales del rompecabezas en el que que consiste nuestro esqueleto vital, por todo un poco; unas veces son las circunstancias, otras la distancia y otras la mera desidia, la pura y dura desidia  y el triste egoísmo de no tener ganas de verle la cara a nadie, la inmadurez del abatimiento, el sentimiento de pobreza espiritual latente en esos periodos en los que después de haber luchado denodadamente no le han salido a uno las cosas todo lo bien que hubiera querido, cayendo en la indefensión que acarrea toda falta de esperanza propia de los desajustes, de las equivocaciones de las que nadie se encuentra a salvo. Pero no hay escusa que valga. A eso también se aprende cuando uno es un soñador nato: a perder. Pero a perder, inocentemente, también se aprendía jugando a los dados mientras bebíamos litros y litros de cerveza y más de uno nos enamorábamos de la misma chica; a perder, de esa manera en la que se estaba forjando el carácter de unos cuantos chavales, se aprendía cuando a uno se le colaban innumerables balones por debajo de las piernas y le tocaba darse un paseo hasta el fondo de la portería. Perdíamos el tiempo, ganándolo a nuestra manera, en aquellas tardes en las que ninguno de nosotros se cambiaría por un Rolling Stone, ni por uno de los Hermanos Urquijo ni por un Sabina; a perder de vista los libros de la EGB estábamos empezando a aprender en aquellas aulas en las que todavía el rigor por el estudio y el método de los comentarios de texto eran habituales en nuestra enseñanza, en una enseñanza en la que, incluso en el peor de los casos, el beneficio de la cultura estaba muy por encima de los listones que más tarde se han impuesto ante nuestra cara de incrédulos. Esta es una declaración de gratitud hacia todos aquellos que me enseñaron la parte más humana con la que uno pueda encontrarse en su adolescencia y primera juventud, en esa primera juventud que se estira hasta hoy en día en muchos de mis recuerdos.

7 comentarios:

  1. "jo",esta vez a mi no me toca.Me hubiera gustado conocerte entonces.aunque yo también les doy las gracias por que yo he disfrutado de las rentas,jajaja!!
    Un abrazo eternamente joven!!

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  2. "jo",esta vez a mi no me toca.Me hubiera gustado conocerte entonces.aunque yo también les doy las gracias por que yo he disfrutado de las rentas,jajaja!!
    Un abrazo eternamente joven!!

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  3. Amoristad, yo fui uno de esos provilegiados o por lo menos asi me considero. Han sido muchas las vivencias, algunas buenas y otras mejores. Creo que nunca tuvimos malas. En aquella epoca de momentos, algunos inenarrables no existian problemas. La vida era sencilla, si perdias a los dados te pedias otra cerveza bien fria para celebrarlo, que nos metian ese gol en el ultimo minuto por debajo de las piernas, no pasaba nada, porque antes le habiamos bombardeado con dos misiles que dejaron contra las cuerdas a los mejores. Y si se terciaba... fin de semana estupendo, tremendo, fantastico con todos los amigos en el cortijo, acompañados de "velas"...muchas "velas" y esas noches memorables alrededor de la chimenea, hablando, riendo, soñando... Pero sin lugar a dudas lo mas importante es que despues de todo el tiempo pasado, con todo lo acaecido, para mi siempre seguiras siendo " EL CHARLIE", uno de mis muy mejores amigos.
    Teo.

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    1. Quedará corta cualquier cosa que escriba para agradeceros todo lo andado. Lo mejor: haber sido testigo, y el recuerdo de todo lo que nos unía. Fue un placer poder formar parte de aquella banda de buenos chavales. Y por cierto, la literatura se forja con los recuerdos trufados de ficción, de modo que, quién sabe.

      Un fuerte abrazo, Ex corde.

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  4. De bien naci2 es ser bien agradecido. Y tú lo eres, Clochard.
    Salu2.

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    1. Gracias a usted, Dyhego, por su persistencia y correcciones sin las que este espacio hubiera dado algún que otro traspié.

      Salud, Dyhego, y gracias de nuevo.

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