lunes, 2 de febrero de 2015

Aún es de noche



No deja uno de sorprenderse al saber, al verlo con sus propios ojos, que aún hoy en día, cuando aún es de noche sobre algunos aspectos fundamentales de la dignidad de los trabajadores, y tal vez con más persistencia que antes, que existen sitios en los que las condiciones de trabajo no dejan de ser, son, inadmisibles y nada propicias para que un ser humano, un padre de familia pongamos por caso, cuya preocupación por el futuro de sus hijos es permanente, o un joven que quiera comenzar a labrarse un porvenir, dispongan de unos mínimos salariales y de tiempo libre con los que, entre otras cosas y en primer lugar, rendir en su trabajo y consecuentemente hacer que la empresa a la que le dedican su esfuerzo, a cambio de una muchas veces fraudulenta recompensa, sea la primera beneficiada. Nuca he dejado de visitar bares, de todo tipo, y debido a que mi oficio anda dentro del mismo gremio soy propenso a ponerme en la piel de quienes ejercen en cualesquiera que sean las condiciones. Nunca he dejado de aprender de lo que he visto, de los documentos gráficos a los que uno puede asistir, de las lecciones de la vida misma en esos trances. Mi vida, y las razones del azar que han hecho de ella lo que soy, se ha ido desenvolviendo entre salas de restaurantes, comedores de hotel y barras de bar, y desde una novela de Stephen King hasta un relato erótico de Vladimir Nabokov uno ha ido ya siendo testigo de lo suficiente como para pararse a pensar en serio de lo que va la cosa. 
De camino al trabajo, casi cada mañana, frecuentemente desayuno en la misma cafetería en la que se nota cuando no está el jefe, cosa que ya dice bastante. Los que allí trabajan se esfuerzan al máximo, tienen una memoria de elefante que les permite saber qué es lo que va a tomar cada cliente y cómo de largo o de corto o de frío, caliente o templado le gusta el café a partir de, como máximo, la segunda visita, ojo; lo he comprobado; pero insisto, cuando no está el jefe, se nota en sus caras, en su talante y en el desarrollo de su creatividad. Hay otro lugar al que voy con asiduidad, por cercanía a mi casa, por sus recurrente oferta y por que, aunque ellos no lo sepan, siento una confesa admiración por los que allí se baten el cobre. Descansan un día a la semana y sus jornadas oscilan entre las once y las catorce horas; no hay que ser ningún gurú de la estadística para deducir estos datos. A veces la crispación entre ellos, fruto de un abusivo desgaste, es latente y llega hasta los oídos de una concurrencia que parece estar acostumbrada a que de tanto en tanto pasen cosas así entre ellos. Las ojeras que pueblan sus caras son el reflejo de la pesadilla constante, de la impotencia, de esa ratonera mental para quienes piensan que ahí se acaba todo y que tal vez no tengan otro lugar al que ir a parar. Esto último es lo que más me duele, la abnegación y falta de confianza en unos hombres aparaentemente valientes y buenos trabajadores.



7 comentarios:

  1. Vengo a conocerte a través del blog del amigo Dyhego y me gusta lo que he visto así es que me quedo por aquí para seguir leyéndote con tranquilidad.
    Un placer.

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  2. Vengo a conocerte a través del blog del amigo Dyhego y me gusta lo que he visto así es que me quedo por aquí para seguir leyéndote con tranquilidad.
    Un placer.

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    1. Sea usted Bienvenida, Tracy; en la nevera de estos Peces de Hielo encontrará un poco de todo lo que dan de sí las escamas que escaparon del anzuelo, así que sírvase usted misma.

      El placer es recíproco.

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  3. La hostelería al igual que el campo, son, quizás, los trabajos donde más "esclavitud" hay.
    Los clientes queremos que los bares abran muuuuuchas horas, pero los dueños no quieren contratar a más trabajadores, por lo tanto, el abuso está "servido", nunca mejor dicho.
    ¿Serviría de algo protestar en las hojas de reclamaciones? Lo malo es que el dueño creería que el descontento es por los trabajadores.

    Salu2 restauranteros, Clochard.

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    1. Con esa idea Juan José Millás escribiría algo muy real y divertido.

      Salud, Dyhego.

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  4. Hoy en día "todo el mundo"pone un bar.Se creen que trabajar de cara al público esta chupado y la realidad es que es todo un arte que no todos le tienen.Pero,supongo que será como la grandeza de ser padres,¡ que hay cada uno por ahí! Un abrazo restaurador!!

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    1. Es un oficio totalmente vocacional que se desvirtua por completo a partir del momento en el que se convierte en un trabajo, en una abnegada obligación. Pero lo cierto es que se colabora muy poco para que se den las circunstancias propicias para que exista un mínimo estímulo social de servicio.

      Mil abrazos.

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