domingo, 13 de marzo de 2016

Azul


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Azul como el del cielo de los últimos versos de Machado, azul paraíso de la infancia, huerto de la abundancia de la imaginación, telón de fondo de la transparencia, infinito fugitivo hacia el mundo de lo limpio, de los intríngulis entre los que se desenvuelve un boceto, una huida hacia el interior de la inmensidad no manchada de nada, solo de azul, de ese color en el que se encuentran cómodas las ideas mañaneras recién salidas del primer bostezo; azul de este día azul que le devuelve a uno la bombona de oxigeno perdida en el combate y una tregua contra el frío de las madrugadas pasadas por el agua del cambio climático, azul sintomático de que algo va bien, de que funcionan los recuerdos, la memoria, la independencia sugerida por la mínima libertad a la que uno cree tener acceso; azul del albor de una Semana Santa con aroma a primavera, con ese olor a azahar que desprenden los árboles de la ciudad de la gracia. Los azules, como los rojos y los ocres y los magenta y los turquesa y los gualda y como todos los nombres referidos a un color, a una imagen o impresión, a un fotograma de la naturaleza, a la descarga eléctrica de los fogonazos de la sutileza visual y privilegiada, como todos los colores, tienen, guardan, encierran, una definición en el vacío del presente que hay que saber descifrar para sentirse embriagado de la vida que transmiten las luces de la claridad envuelta en un matiz, en un tono determinado con el que arropan los pensamientos en una templanza rápidamente asimilada por los mecanismos del alma, una templanza dada, regalada, que por definición nunca se vuelve obsoleta porque no acaba de reinventarse a cada instante, porque a lo sumo se difumina en otro pensamiento más liviano si cabe conduciéndonos hacia las mieles del bienestar. Azul cobalto traje de luces, azul marino Hemingway, azul Rubén Dario, azul puerto de mar, cántico espiritual de gaviotas Rafael Alberti, azul con nubes blancas de algodón; azul gota de agua, onda expansiva en el lago, regalo de terciopelo; azul como el gato señalado con el dedo, como la brisa insinuada por el aire que respira el alpinista en la cima del consuelo, como la lejanía del horizonte clarividente y seguro de sí mismo. Azul como la ropa que elige el niño para el viernes, como las sábanas del verano, como esas ginebras de moda; azul conseguido con el amarillo y el verde, con el impulso del pintor sobre su paleta como desentrañando las claves del vocabulario de lo cromático; azul de la punta del lápiz que subraya sobre las páginas de un libro y anota en los márgenes atiborrados de apuntes de un cuaderno; azul como este día y esta tarde tan radiante, azul aspirante a los regalos de un presente con los ojos abiertos a las bondades del azul de una calle sonriente, de una vida que sobrevive y sobreviene y se entretiene deteniéndose en un color, en el azul que me sostiene.

6 comentarios:

  1. Añil, ese azul que se lleva tan bien con el blanco de l cal. Me encanta la entrada.

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  2. Añil, ese azul que se lleva tan bien con el blanco de l cal. Me encanta la entrada.

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    1. Gracias, Amparo. El azul es un color feliz, se le nota en la cara.

      Salud.

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  3. El azul es uno de mis colores preferidos, si no el que más.

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    1. A mi me aporta tranquilidad y ganas de regresar a la infancia.

      Salud, Dyhego.

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