viernes, 23 de febrero de 2018

Diario de Febrero LVIII


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Se echa en falta un submundo más civilizado, un armonizado arco iris con el ozono. Somos capaces de cualquier cosa menos de ponernos de acuerdo, somos el recelo y la hipocresía, la tentación de la revancha, la limosna negada al clochard seguida de un improperio por lo bajini; somos capaces de lo mejor y de lo peor, somos la máquina más compleja. El mapamundi es un pastel repartido en función de la Ley de la Estaca. Los móviles no se apagan y las bombillas siguen luciendo el carnaval del pase de modelos de la actualidad. Los cabos sueltos son tantos que es como si dentro del cuerpo de la sociedad se hubiese generado otro organismo que supusiese la estructura, la base, el sustento, el cable sobre el que los equilibristas del tedio hacen todo lo posible para que la tensión se convierta en intensidad, a razón de ser lo que no tiene ni pies ni cabeza. Somos el mal día y el buen rollo. Estoy a punto de estrenar un pequeño cuaderno de tapas verdes, hay algo que me lleva a pensar que la solución del rompecabezas aparecerá en las notas que en él escriba, del crucigrama, del Fa menor sostenido que le falta a los guitarristas que tocan por puro instinto y de memoria. Siguen los camareros quejándose del impaciente comportamiento de los clientes en las terrazas. Hay personas que, independientemente de sus años, van por la calle con actitud de jóvenes y otras que muestran talante y conducta de viejos; no hay más edad que la que se ejerce. Se muestra La Ciudad en todo su esplendor compaginando contemplación con tragos de cerveza, esa contemplación momentánea y pasajera, eterna en el recuerdo dentro de uno de esos cajones de la memoria al más puro estilo Murakami. El escenario perfecto para ponerse a escribir un detalle en el Coltrane es con Nina Simone de fondo. A veces pienso que debieron los órganos Hammond suponer en su momento un acercamiento a la psicodelia, a lo que daba de sí la imaginación de los pianistas, de los teclistas. En la conjunción entre los coros y la percusión se encuentra la sal del Jazz diatónico como una garganta, hermoso y ondulado como la claridad de los azules de La Ciudad.

2 comentarios:

  1. Reflexión urbana con música de jazz y Murakami observándolo todo desde un balcón. Es como si hubiera podido escuchar el murmullo de la ciudad y el sabor de esa cerveza en la terraza de un bar. Lo malo es que soy alérgico. Saludos.

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    1. Muy cerca de mi calle hay una plaza ideal para el ejercicio de la contemplación literaria, de la vida misma. Si eres alérgico a la cerveza, o al alcohol, un buen trago de agua fresca puede resultar el mejor de los elixires, Jfbmurcia.

      Salud.

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