domingo, 25 de febrero de 2018

Imágenes


Resultado de imagen de encuentro


Ver tu cara y tus pasos, tus manos asidas al manillar de una bicicleta, tu contorno que de memoria viene a reflejarse en la memoria; unas botas con aspecto de esos mocasines de andar por casa que calzan quienes saben encontrar la comodidad a pie de asfalto y de acera y de pedal, unos labios pintados de rojo iluminando el eclipse del encuentro en una alargada y soñolienta mañana paseando La Ciudad camino de un cajero, en un mediodía protagonizado por el contraste entre el edén de las aceras soleadas y el polo de las inundadas por la sombra, es ya uno de los regalos caídos del cielo, una boya en el mar del azar que siempre cumple su función y su papel, un no saber qué decir con la voz en un puño, un acontecimiento. Ver unos cabellos rubios y rizados como los tirabuzones de la intuición incita a resucitar, a querer que ardan todas las tardes, a pensar instantáneamente en castillos en el aire, a salir volando desde los acantilados de la libertad. Por una especie de premonición surgida a partir del momento en el que se le huele la luz al día sabe uno que se topará con la Magia. Ver unos ojos sinceros, auténticos, fieles, pertenecientes a un Ser Humano de mente privilegiada, es la mejor de las recompensas a las que pueda aspirar este solitario andante entre la gente. Uno camina por La Ciudad buscando lo que sabe y no sabe que encontrará, con esa indiferencia trufada de temor y de inocencia, con esa cautela fundida en la emoción anticipada, con ese no explicarse nada que no anhele la paz, la calma, la sana reflexión, en fin cosas a lo Tzvetan Todorov. Hay imágenes que no se pueden olvidar.



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