lunes, 7 de mayo de 2012

Garrafón.









Todo ser humano que guste de los placeres del trago largo y de la contemplación de la transparencia de los cubitos de hielo, y no de ese tipo de trozos de agua dura despachados a todo tren con manos recién venidas de vete tú a saber dónde, entenderá que no es de recibo ni resulta agradable que a uno lo tomen por lelo a base de puyazos de destilados de dudosa elaboración y procedencia a cinco chavos de media el golpe. Bueno está lo bueno siempre y cuando no sea matarratas lo que le endilguen al recipiente que pretende soldarse a mis labios.

La falta de respeto al esfuerzo que ejerce la ciudadanía para poder llenar sus vasos y brindar por lo que le salga del alma es tremenda, y el agravio contra la salud pública una más de las muestras de ausencia de consideración que nos vamos teniendo, por desgracia, cada vez con más frecuencia los habitantes de este planeta. Y todo por culpa de la pela y si te he visto no me acuerdo; porque en lo que al mollate se refiere, queridos lectores, la persecución contra el comercio de baratijas con bouquet de lejía anda en la cuerda floja, y el cazo bien puesto por parte de algunos a costa de las resacas de los currelas que frecuentan los bares; y a un servidor, que le encanta regarse las vísceras con ginebra y extracto de quinina, en compañía de sus compadres, le dan ganas de escribir lo que leen después de haber echado las tripas, a la mañana siguiente a una serie de libaciones, momento en el que piensa qué habré hecho yo para merecer esto, y rondar el juramento de no volver a catarlo jamás.

Con lo rico que está un buen cacharro, madre de dios, y el poco corazón que se le pone al asunto. Te la juegas a cara o cruz, a la ruleta rusa del contenido de las botellas. En ocasiones arrimas el morro con el miedo soplándote en la nuca y un angelito en el hombro diciéndote al oído – chaval, ten cuidado con lo que te metes – y efectivamente, tenía razón el de las dos alas
Uno de los aspectos que más preocupa del asunto es la facilidad con la que se pueden encontrar marcas de alto consumo a muy buen precio; es decir, exactas falsificaciones en lo que al formato se refiere y auténticas bazofias que acaban siendo ingeridas con el consecuente daño hacia el consumidor, hacia los que salen con menos dinero del que entraron en el establecimiento que les ofrece la posibilidad de disfrutar de una resaca de padre y muy señor mío por el mismo precio; un todo incluido con parada en las hermosas vistas del acantilado del cuarto de baño y los vuelos circulares del techo de la alcoba.
A este paso dan ganas de echarse una petaca al bolsillo, y que me llamen ordinario los aires del oficio; pero ya les digo, queridos lectores, corren malos tiempos para los buenos bebedores.

6 comentarios:

  1. Lo peor es que te venden de garrafón y te lo cobran a precio de marca, porque la calidad ha bajado pero los precios, no.
    Por eso mejor dejar las copas o tomartelas en casa que al fin y al cabo sabes lo que te pones. Saludosss!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es una buena solución, pero la calle da mucho juego y es una pena. La copita que me tome hoy en casa irá a tu salud.

      Chinchín.

      Eliminar
  2. Querido Clochar,hay algo en esta vida que la mano del hombre no haya corronpido por dinero o poder.Que triste.Un abrazo!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si, la cosa siempre ha estado chunga en todos los aspectos, pero con lo rico que está un buen trago da mucho coraje, al menos que nos dejen ponernos agustito con decencia.

      Mil besos

      Eliminar
  3. Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra, así que tómate tu petaca y cien mas si fuera menester.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  4. Me echaré un par de ellas por si coincidimos, verás que cosa más rica y no esos matarratas.

    Salud

    ResponderEliminar