viernes, 31 de agosto de 2012

Fuego.






Fuego, fuego, fuego. Arde el monte, arde la tierra repleta de rastrojos que no han sido quitados antes del verano, arden las orillas de los cortafuegos amenazando traspasar la frontera de lo imprevisible, en circunstancias normales. Las temperaturas estivales, altas, muy altas, y el dios Eolo se han puesto de acuerdo. Son arrasados la montera, el árbol, la mata, el jardín del bosque talado y quemado, desvestido de verde, enmascarado, traspuesto, disfrazado por la realidad del colorido lejano. ¿Cuándo, cómo, por qué tanta miseria, tanta injusticia con el medio ambiente, tanta desdicha de pensamiento vengativo, tanto pasmo por parte de las autoridades, tanto asesinato al oxígeno, tanta desmesurada axfisia y cobarde?.

Arde el orgullo del hombre en su cobardía, en su insensato acontecimiento, en el bautizo de las llamas por la espalda; desde el Ampordá hasta la sierra madrileña, desde la costa del sol hasta Almería, desde Galicia a León y Cantabria. Arde España entera y pocos acuden al rescate desde el congreso. Las llamadas de alarma son atendidas por miembros de organizaciones que se sienten impotentes. Acuden voluntarios, vecinos, atrevidos y valientes, los que valen, los que quieren ver cesar el espectáculo del mundo envuelto en cenizas, descompuesto en un mar caliente de tristeza. Son desalojados pueblos enteros; señora, vamos, vamos, casi sin que les de tiempo a coger nada.

Arde la atmósfera, la capa de ozono, un planeta perdido en la galaxia que se jacta de haber llegado a Marte mientras se autodestruye, mientras la sangre llega al río de la mano de la injuria y el vandalismo, del chantaje y el odio con el que seres mutilados de alma engendran el terror sobre el campo. Arden las colas de las ardillas, los ladridos de los perros, las amapolas y las rosas, los pájaros, las hormigas y los osos. Arden las cordilleras vestidas de luto. Desaparecen los pinos y las encinas, los alcornoques y las hayas, los robles y abedules. Arde la jungla con sus bárbaridades dentro, consumida en una falla campal, en una hoguera de desconsuelo y desengaño, en la fogata de la oscuridad, sobre la lumbre de los despiadados atentados entre los que nace este infierno.

Arden en la parrilla los funerales de la arboleda, el duelo de la espesura, el llanto del boscaje, la rabia del parque natural, la queja del cerro, el letargo de la sierra, la colina, el pico y la loma; y los malditos recortes aún tiene la cara dura de esgrimir míseros argumentos que encierran el no querer saber nada dejando muy a las claras que estamos indefensos mientras nos gobierne esta cuadrilla de canallas. Fuego, fuego, fuego.

2 comentarios:

  1. Y a quienes nos duele, nos arde el corazón, de pura impotencia.
    Personalmente conozco como funcionan los sistemas antiincendios en Extremadura y está siendo vergonzoso como están recortando guardias y medios para luchar contra ellos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimada Sra Curu:

      Totalmente de acuerdo; LA COSA ESTÁ MUY MALA, pero cuando parece que ha pasado todo, que no es así, nos atiborran con noticias, tipo Ronaldo, para echarles de comer aparte y que el personal se entretenga en gazmoñerías con las que no tener que acordarse del fuego ni de la cantidad de injusticias y atropellos que diariamente se comenten.

      Reciba usted un cordial saludo.

      Eliminar