jueves, 4 de octubre de 2012

Siete Soles.



Erase un hombre, un andrós, un androide o ántropos con nombre de hombre, a las seis  de la mañana. Erase un desayuno de aguacate y pan de centeno junto al de cabeza recuento de la agenda del día, sobre una silla de madera, sobre un mantel a cuadros y de tela servilleta que seca la traicionera gota de leche de soja. Erase ese mismo hombre en bicicleta cruzando un puente que a pie no puede porque le es inaccesible la pisada al caminar que anhela tocar el suelo con las suelas de sus zapatos, ya sea para dar un paseo o para el rutinario cometido de ir en busca del chusco, y cada día recuerda la lucha que no flaquea para que un elevado paso peatonal sea conseguido a favor de la ciudadanía de un mítico poblado con nombre de batalla. Cada día se acuerda, cada día se dice ya queda menos, cada día pedalea de ida y vuelta desde El sueño de la lagartija hacia una factoría plagada de números y de tuercas, de papeles y planos de máquinas con silenciador, de albaranes y gráficos de producción, de controles de calidad y teclas que buscan un respiro.
 Erase este, nuestro hombre, el hombre al que le seguimos la pista, con casco y chaleco reflector entre la niebla y el rocío, bajo el sol y la sombra de las últimas luces del atardecer pilotando el ingenio de dos ruedas con el que refresca sus pulmones del encierro ordinario en la catedral del accesorio automovilístico; y a su espera un par de dos sin par, uno de ellos instalado en la dulzura de la fantasía de la infancia que lo absorbe todo y otro volando en el aire de un patio y soñando que entre hombro y hombro sobre su espalda aparece su nombre grabado en una camiseta de tirantes a la que ahora le da alas un tal Carter. Erase nuestro hombre entre la geometría de troncos de encina apilados para sacudirle los terrores del mercurio al invierno, entre repasos de lecciones y recordatorios de obligaciones, entre flexiones de brazos y asambleas vespertinas, erase este hombre con un clavel en la mano que tomó como testigo en la carrera de relevos que recorren las generaciones con la intención de acercarse a la dignidad del trabajador.   
Erase una dama con la cabeza llena de versos y de prosas, de besos y de estrofas consagradas para la ocasión, al volante mientras se repite de memoria lo que se le acaba de ocurrir en cada semáforo, y contempla el espectáculo del mundo desde la ventanilla del vehículo por la que entra la risueña brisa de la libertad literaria que ofrece la realidad de la que en silencio se empapa justo antes de encomendarse al ritual de la entrega de un par de manjares que degustará, reponiendo sus fuerzas, el hombre objeto de esta historia. De un recipiente sale un bosque de lechuga al que le ha llovido oro líquido y de otro un guiso de gloria bendita en los efluvios de cuyo vapor, al ser destapado, aparece grabada sobre la nitidez del aire de una oficina la palabra FELICIDADES.

FELICIDADES, SIETE SOLES. 

11 comentarios:

  1. ¡Me uno a las felicitaciones, Clochard!
    Salu2.

    ResponderEliminar
  2. Gracias, por el retrato.
    Después de Blimunda tú eres el que mejor me ha descrito. Aunque no creo que sea tan bueno, ya que as omitido mis flaquezas y faltas, que también tengo.

    Gracias Clochar.

    Saludos.
    Siete Soles.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegro de que te haya gustado el viaje en la bicicleta que te he montado, esa en la que cada mañana sales a la batalla diaria. Felicidades.

      Mil abrazos.

      Eliminar
  3. Te aseguro que le ha encantado.

    Gracias Clochard, también por el semáforo.

    Besos, besos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ha sido un placer escribirlo e imaginarme el pensamiento en la parada del semáforo.

      Besos, prosas y versos.

      Eliminar
  4. ME ha gustado! y a 7 soles más, imagino.

    ResponderEliminar
  5. Querido Clochard,tienes un don y,es que no te paras en la piel,en los rasgos o en la fachada.Tienes la visión de un ciego al mundo.He disfrutado mucho.
    Un abrazo fuerte!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Todo es cuestión de mimetizar en la medida de lo posible con la persona a la que se trate de homenajear; el resto va saliendo solo, como dictado por la misma mano.

      Mil besos.

      Eliminar
  6. Por cierto,felicidades Siete Soles con las flaquezas y todo,que por algo somos humanos.Un abrazo!!

    ResponderEliminar