lunes, 20 de mayo de 2013

Del mismo modo.





Del mismo modo que la señora que en estos precisos momentos se encuentra limpiando los baños de la biblioteca, desde la que escribo, no cesa en su empeño de dejar sin rastro de suciedad toda aquella superficie por la que pasa la bayeta, sin pensar que para muchas personas esa dedicación suya de ahora sería denigrante, intolerable para la reputación de la familia, bochornosa e indecente, inimaginable, en la que parece encontrarse bien consigo misma, dignamente esforzada en algo por lo que ninguno de los que tenemos la costumbre de venir aquí, insisto, ninguno, le mostramos nuestro agradecimiento con una palabra o con una condescendiente sonrisa, con un detalle de acercamiento y gratitud, mientras ella va haciendo de su faena una bondadosa labor en beneficio de los que en uno u otro momento necesitemos de la utilización de ese espacio, como uno más de los protagonistas del poema de Borges "Los justos", equilibrando el mundo y poniéndoselo fácil a quienes vienen detrás, sin más pretensiones que ganarse un jornal con el que salir adelante; del mismo modo que otra de sus compañeras, una de esas bibliotecarias pulcras y diligentes que se enfrentan al trabajo con esa contagiosa alegría que expresan algunos rostros cuando se sienten bien con lo que hacen, ordena los libros que los usuarios depositamos en unos carritos dispersos a lo largo y ancho de las instalaciones una vez que hemos terminado de consultarlos, con sus impecables guantes de tela blanca y su atenta mirada, como repasando a cada instante que todo se encuentre en orden, dándole al placer del estudio y la lectura la libertad de poder vagar de una estantería a otra con la seguridad añadida de disponer de alguien a quien consultar una de esas dudas que de no resolverse nos hacen vacilar y adquirir momentáneamente complejo de puerta giratoria, sin más aspiraciones que disfrutar con su obligación y recíprocamente beneficiarse en el intento. Del mismo modo que cosas así son posibles, qué es lo que dificulta que cunda el ejemplo, me pregunto.
Del mismo modo que el camarero de la cafetería de la calle Rascón, a la que muchas tardes acudo para tomar un té, se esmera en el trato con los clientes y en el cuidado de los materiales que utiliza para dar el servicio, o el cocinero que trabaja con él, del que a través de una pequeña ventana, abierta en la pared que separa la cocina de la barra, a penas se vislumbran los movimientos de su cuerpo y de sus brazos y el balanceo de sus paños colgando de su cintura, denota tener mucho mimo con los bocadillos de tortilla de patatas a los que, adornándolos con un trozo de pimiento rojo y uno chorro de aceite de oliva, les da aspecto de comestibles obras de arte, como si los estuviera preparando para una celebración de su propia familia o para un concurso de esos en los que mañana tendrá la posibilidad de ser felicitado por media capital, sin más intención que hacer que el lugar en el que cocina funcione, que la concurrencia le llame por su nombre, que por culpa de un exquisito, y a muy buen precio, emparedado le dé por dejarse caer por allí a alguno que otro que, como yo mismo, gustamos de entablar conversación a cerca de asuntos pacíficos ayudados por la armonía que se respira en este sitio. Del mismo modo que esto ocurre, no hay que estar muy loco para pensar que es posible, deseable y aconsejable, porque a todos y a cada uno de ellos se les nota algo en la cara, algo parecido a la felicidad.
Del mismo modo que algunos de esos operarios del ayuntamiento, destinados a despojar de basura las calles de la ciudad, cada madrugada se enfrentan a la misma canción, entre subidas y bajadas a ese diminuto trozo de chapa, situado en la parte trasera de un camión, sobre el que quedan clavados de pie hasta la llegada al próximo destino, de la siguiente esquina, de otra fila de contenedores que huelen a porquería puesta allí a deshoras por vecinos poco solidarios, hacen lo posible por llevarlo bien sobre sus espaldas, sin más finalidad, además del sustento de sus familias, que sentirse buenos ciudadanos y ejemplares contribuyentes, por maquillar la imagen del desordenado hábito de la ciudadanía que no tiene reparos en tirar papeles al suelo, escupir, lanzar bolas de chicle al aire y mearse en las esquinas, en manchar las aceras con excrementos de mascotas y atestar los jardines con restos de bolsas de plástico y vacías botellas de licores con los que una masa de indefensos adolescentes empiezan a rodar por las vías de la noctámbula barbarie urbana; del mismo modo que el profesor que siempre soñó con cada mañana encontrarse frente a sus alumnos, en una clase en la que poder hablar sobre el tema en el que apasionadamente estuvo trabajando la tarde anterior, preparándoselo a conciencia, estimulado por esa instintiva seguridad que lo llevó a pensar que podría interesarle a muchos de sus estudiantes, para tratar de explicar todo aquello que sabe de la mejor manera posible, pretendiendo abrir el horizonte de la mirada de sus pupilos, con ese afán, esa virtud y esas ganas que tienen los bienaventurados que no han perdido la ilusión de los inicios, sin más propósito que aportar su ser, su constancia y su buena voluntad en pos de reforzar el futuro de quienes ahora se encuentran en el momento de formarse; del mismo modo que esto pasa, ocurre, sucede, forma parte de la realidad, sin ser un sueño, ni una utopía, por pequeñas que sean las señales por qué no comenzamos por ahí.

4 comentarios:

  1. Del mismo modo que un ser especial con esa visión que hace que las cosas cobren el valor que le corresponden,que les proporciona una luz brillante para que el mundo los vea en su plenitud y tiene la generosidad de compartirlo con todo aquél que se acerque a leerlo,del mismo modo...Un abrazo del mismo modo!!

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    1. Madre de Dios, cuánta generosidad. Muchas gracias, del mismo modo.

      Mil abrazos.

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  2. Clochard:
    ¡Cuesta tan poco saludar o dar las gracias!
    Pero a veces se agradece una reciprocidad, de modo que, al final, saludas a quien te saluda, independientemente de su oficio.
    Salu2.

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    1. Dyhego:

      Apreciar la saludable cualidad del saludo,valga la redundancia, es un buen punto de partida para ese infinito de puntos suspensivos en el que puede que se encuentren muchas de las claves de una futura mejor convivencia.

      Salud.

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